En esa habitación se sentía un calor infernal que subía en forma de oleadas de vapor por nuestros cuerpos. Sudábamos por todos lados mientras nos besábamos. -No te vayas. Esa era mi voz. Había llegado hasta esta habitación de hotel, después de robarle el carro a mi mamá. Era un primero de enero y yo estaba en su búsqueda. Paul me había perseguido desde Cuba, había pasado unos días conmigo y yo jamás le di una razón legítima para continuar. Ahora, sabía que se iba a Suiza y lo busqué antes de su partida. ¿Por qué si no lo quería? Después de tantos años, no sé decirlo con precisión, quizás fue la necesidad de meterme en la piel de alguien que no era. Cuando toqué la puerta, él no se esperaba mi llegada, se quedó frío. Entré, cerré la puerta y empecé a besarlo con desespero. Él tuvo que pararme en un momento. -¡Qué pasional son los latinos! Retrocedí hasta apoyarme en una pared y lo atrapé con un abrazo, estaba decidida a darle lo que quería pero, ¿yo lo quería? Bajé mis ma