-Deberías ampliar tus gustos.
Agarró la botella de ron para darle un jalón al seco con los ojos clavados en mí.
Estábamos encerrados en su cuarto, él sentado en la mitad de su cama, yo acostada a su lado.
Las cortinas corridas, completamente a oscuras.
Me había acostumbrado a ese ambiente de encierro, así que puede ver su expresión, tampoco disimuló el tono de doble sentido.
Aún así me hice la loca.
-¿Lo dices por qué? ¿Por qué solo me gusta la cerveza?
Se limpió con su mano izquierda unas gotas de alcohol que le quedaron en la barbilla.
-También.
Me apoyé del codo, le arrebaté de las manos la botella y bebí hasta que la garganta se quejó. Volví a acostarme.
-¿Quieres que ponga una película pornográfica?
Lo miré buscando alguna señal de juego, pero él me miraba con seriedad.
-¿Qué pretendes?
-Nada.
-No quiero ver ninguna película.
Se acostó a mi lado, encima de mi brazo. Su cara a centímetros de la mía
-Me encantan tus hombros.
-¡Deja la vaina! Eres mi amigo.
-¿Y que pasa con eso?
-No va a pasar nada.
-¿Por qué?
-¿Tienes que preguntarlo?
-¿Por qué soy tu amigo?
-Y porque solo me gusta la cerveza, ¡pendejo!
Me dio varios besos en el hombro.
-¿Quieres más ron?
-Si crees que borracha va pasar algo, estás equivocado.
-¿Qué tengo que hacer para que pase algo?
-¡Qué intenso!
-Tú solo cierras los ojos y piensas en otra cosa...
-¿Qué? ¿Lo has hecho con otros hombres de esa manera?
Su cara se descompuso por la molestia.
-Soy un hombre, no soy ningún gay.
-Yo sí y como mi amigo deberías respetar eso.
-¡Inténtalo! Dame un beso.
-¡No sigas tomando!
-Es en serio, bésame y dime si te gusta o no. ¿O tienes miedo que te guste?
No esperó mi respuesta, me agarró por el cuello y se volcó en lo que él pensaba era el beso más sensual del mundo. Lengua por todos lados y como guinda, una mordida en mi labio inferior.
Se quedó mirando satisfecho.
-¿Entonces...?
-Creo que me rompiste el labio.
-¿Te gustó?
Busqué el ron, bebí un sorbo largo.
-No te ofendas amigo, pero definitivamente me gusta la cerveza.
Agarró la botella de ron para darle un jalón al seco con los ojos clavados en mí.
Estábamos encerrados en su cuarto, él sentado en la mitad de su cama, yo acostada a su lado.
Las cortinas corridas, completamente a oscuras.
Me había acostumbrado a ese ambiente de encierro, así que puede ver su expresión, tampoco disimuló el tono de doble sentido.
Aún así me hice la loca.
-¿Lo dices por qué? ¿Por qué solo me gusta la cerveza?
Se limpió con su mano izquierda unas gotas de alcohol que le quedaron en la barbilla.
-También.
Me apoyé del codo, le arrebaté de las manos la botella y bebí hasta que la garganta se quejó. Volví a acostarme.
-¿Quieres que ponga una película pornográfica?
Lo miré buscando alguna señal de juego, pero él me miraba con seriedad.
-¿Qué pretendes?
-Nada.
-No quiero ver ninguna película.
Se acostó a mi lado, encima de mi brazo. Su cara a centímetros de la mía
-Me encantan tus hombros.
-¡Deja la vaina! Eres mi amigo.
-¿Y que pasa con eso?
-No va a pasar nada.
-¿Por qué?
-¿Tienes que preguntarlo?
-¿Por qué soy tu amigo?
-Y porque solo me gusta la cerveza, ¡pendejo!
Me dio varios besos en el hombro.
-¿Quieres más ron?
-Si crees que borracha va pasar algo, estás equivocado.
-¿Qué tengo que hacer para que pase algo?
-¡Qué intenso!
-Tú solo cierras los ojos y piensas en otra cosa...
-¿Qué? ¿Lo has hecho con otros hombres de esa manera?
Su cara se descompuso por la molestia.
-Soy un hombre, no soy ningún gay.
-Yo sí y como mi amigo deberías respetar eso.
-¡Inténtalo! Dame un beso.
-¡No sigas tomando!
-Es en serio, bésame y dime si te gusta o no. ¿O tienes miedo que te guste?
No esperó mi respuesta, me agarró por el cuello y se volcó en lo que él pensaba era el beso más sensual del mundo. Lengua por todos lados y como guinda, una mordida en mi labio inferior.
Se quedó mirando satisfecho.
-¿Entonces...?
-Creo que me rompiste el labio.
-¿Te gustó?
Busqué el ron, bebí un sorbo largo.
-No te ofendas amigo, pero definitivamente me gusta la cerveza.
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