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¡Chao Fidel Castro!

Era el día 20 y ya estaba harta de Cuba.
Al principio disfrutaba de esa mezcla entre penurias y alegrías que vivían los cubanos, pero en todo ese tiempo me cansé de comer lo mismo todos los días y de ser una carga para la señora que me mantenía casi escondida en su casa.
En una oportunidad manejando bicicleta por una calle transitada, no respondieron los frenos y caí de boca contra el filo de una acera, a unos pocos centímetros paró un viejo Ford.
La cosa no llegó a mayores, pero la señora casi muere de un infarto.
-Si te hubiese pasado algo, yo era la culpable.
Estaba otro tema más importante: Paul.
Eramos novios o algo parecido.
Salíamos en citas hasta la heladería Copelia, nos dábamos besos de adolescentes en el malecón, caminábamos agarrados de la mano como dos enamorados.
Me sentía amaba, pero en el fondo me asaltaban todo tipo de dudas.
Cuando llegó la fecha de irme, Paul me acompañó hasta el aeropuerto y me preguntó por nuestro futuro.
-No sé que va a pasar, nos escribimos.
Sortee la situación de esa manera.
Llegué a Ciudad Bolívar un 24 de diciembre, justo a tiempo para disfrutar con mi familia.
Me quedé a esperar el año nuevo.En ese tiempo no supe nada de Paul, mucho menos de Cuba.
El 30 de diciembre estaba celebrando con mis familiares, cuando me llaman desde Caracas.
Era una voz conocida.
-¡Hola!
-¿Paul?
-Sí. ¿Dónde estás?
-En Venezuela
Logré balbucear.
-Yo también, pero ¿en que parte de Venezuela?
-¿PAUL ESTAS EN VENEZUELA?
-¿En que parte estás?
Estaba en shock.
-En Ciudad Bolívar.
-Ya voy a tomar un autobús para allá...te vine a buscar.




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