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Mostrando entradas de noviembre, 2013

La morfina

-Hoy es domingo papá, son las tres de la mañana y no tengo sueño. Me sobresaltó tu respiración, es finita, calmada, me imagino que es por la morfina. ¿Sabes que es extraño? Que la morfina sea transparente, parece que te inyectaron agua, pero no, es un veneno que te aleja del dolor, pero te acerca a la muerte. No ha parado de llover desde hace dos días, las gotas golpean las ventanas de esta clínica como una premonición. ¿Qué quiere la lluvia? ¿Arrastarte hacia la nada? No la dejaré, mientras esté despierta, nadie, ni nada te alejará de mí. No quieres comer, no abres los ojos, no hablas. Te voy a obligar a vivir unos segundos más. Pero es tu dolor, ese que te deja sin respiración, mi peor enemigo. Papá, la morfina ¿por qué te calma? ¿Te acuerdas de la canción con la que me hacías dormir? ¿Y a mis hermanos? Te la voy a cantar, "duerme, duerme negrito, que tu mama está en el campo, negrito". Una canción socialista papá, de esclavos que se revelan contra los blancos, que

Mis demonios

Llevo veinte cervezas, pero no pararé hasta que lleguen las ganas de vomitar. Es raro porque ya debería sentirme mal, pero mi barrera se amplia más, no solo la de la bebida, este deseo de hundirme demanda más. Hago un par de llamadas plagadas de llanto, mando mensajes furiosos como loca, escribo algo en las redes sociales. Alguien, una amiga, me manda un mensaje a mi celular. -¿Estás borracha? Si sigues escribiendo, te juro que voy hasta tu casa a cortarte los dedos. -Te prometo que dejaré de escribir. - Y de beber Mawa, tienes un problema. -No tengo ningún problema. La negación. Siete días a la semana era la misma rutina, esa de arruinarme la vida y la de los demás. Beber se había convertido más que un habito, era una necesidad que me tentaba, "una más y todo será bonito" ¿Quién me hablaba? "Una más y todo se te olvidará" Llegaba el mareo, el olvido, la rabia y el vacío. -Si, tienes un problema. -No, yo lo puedo controlar. -¿Sabes que creo? Cada vez

Los demonios

-Papá ¿Me puedes escuchar? Abre los ojos, mírame. Aprieta mi mano. ¿Por qué? Dime ¿Por qué? Te perdiste quince años de mi vida y entras ahora de esta forma. ¿Por qué? Abre los ojos y responde. Te odié tanto, tanto, tanto que no me cabía en el pecho todo este rencor. Te deseé lo peor y ahora estoy aquí frente a ti rogando que me mires una vez más, una última vez, por favor. ¿Qué hiciste en estos quince años? ¿Qué nos hiciste en todo este tiempo? No estuviste conmigo para ver mis triunfos y mis derrotas, no te enteraste de mi graduación, no pudiste aconsejarme cuando me invadía la duda. No te pude decir que estaba confundida, que me había enamorado de una mujer. Quería saber que pensabas tú. Quería que me volvieras a leer, a enseñarme la vida por ese camino utópico donde los hombres y mujeres eran libres, solo porque tenían el poder de la verdad. ¿Cual es ese camino papá? De tanto huirle a mi pasado, de tanto luchar contra ti y tu recuerdo, me di cuenta que me volví como tú. So

Sorteando la muerte

-Mawa, te voy a poner al teléfono a tu papá. El no te puede hablar, pero si te escucha. Oí una respiración entrecortada, unos semi murmullos y eso fue todo. Mi papá trataba de decirme algo, pero el cáncer le carcomía la garganta. Yo intenté a más de cien kilómetros de distancia de darle confianza, de esconder mi asombro. -Tienes que venir urgente a la clínica, está muy grave. La llamada de una amiga me había detenido a último minuto de tomar un autobús para Maracay. Aún así dudé, y ese segundo de pensar entre ver a mi pareja y ver a mi papá convalenciente, me persigue hoy en día. Dejé las maletas y me fui a Ciudad Bolívar. La primera vez que supe que algo estaba mal con mi papá, fue cuando le pasé por un lado un año atrás y no lo reconocí. La ropa le colgaba del cuerpo, parecía como si hubiese disminuido su estatura, era la sombra de un hombre que había odiado con todas mis fuerzas por más de quince años. Un hombre impulsivo y violento, inestable, que al separarse de mi mamá,

El encuentro (II)

-Disculpa la tardanza. -Pensé que no ibas a venir. -Aquí estoy. -¿Sabes que es irónico Alejandra?, que estemos en el mismo sitio donde comenzó lo nuestro. -Lo noté. -Estás muy linda. -Tú también, pero estás muy delgada. -Algo. -Sabía que ibas a venir. -¿Por qué? -Te conozco Mawa. -¿Cómo te va? -Bien, todo bien...¿y tú? -Bien...Extrañándote. No ha sido fácil -¿Crees que para mí lo ha sido? -Si. -¡Por favor! -¿No es verdad? -No, no es verdad. Te fuiste de esta ciudad y yo me quedé con todos los recuerdos. Cada esquina me recuerda a ti todos los días. -No me quisiste esperar Alejandra.... -¿Hasta cuando? -No sé. -El problema no es que te fuiste, es que yo no te supe retener. -Vuelve conmigo... -No. -¿Estás con alguien más? -Sí -Agradezco la sinceridad. -Me cansé de esperar, de soportar que estuvieras tan lejos. De pensar que estabas con otras personas... -No es así. -No me mientas Mawa, te conozco. -Quédate conmigo esta noche -No, no sabes el mal que nos ha

El encuentro (I)

Quizás si me maquillara un poco más, ella no notará mi nerviosismo.  Es una estupidez ¿cuanto tiempo tengo sin verla? Un año y dos meses. Tanto tiempo. ¿Huelo bien? ¿Me veo bien? Me miré en el espejo. Había seleccionado esa ropa una semana atrás, un escote pronunciado, mi mejor pantalón, mis ocho kilos menos, mi desespero. No le voy a pedir que vuelva conmigo. No voy a rogar que me regale una noche. Solo quiero saber los por qués. Intenté pintarme los labios pero las manos temblorosas no me dejaban. Desistí. Llegar hasta la puerta de su trabajo me iba a tomar 10 minutos, los más largos que tuve en mi vida. Había ensayado ante el espejo lo que le iba a decir, como le iba a pedir unas horas para hablar, pero en el momento de abrir esa puerta, todo se convirtió en una nube blanca.  No levantó la vista cuando entré, miraba con seriedad unos papeles, mientras subía unos lentes que le resbalaban por la nariz.  Me planté frente a Alejandra. Gorgotee un hola.