Quizás si me maquillara un poco más, ella no notará mi nerviosismo.
Es una estupidez ¿cuanto tiempo tengo sin verla?
Un año y dos meses.
Tanto tiempo.
¿Huelo bien?
¿Me veo bien?
Me miré en el espejo.
Había seleccionado esa ropa una semana atrás, un escote pronunciado, mi mejor pantalón, mis ocho kilos menos, mi desespero.
No le voy a pedir que vuelva conmigo.
No voy a rogar que me regale una noche.
Solo quiero saber los por qués.
Intenté pintarme los labios pero las manos temblorosas no me dejaban. Desistí.
Llegar hasta la puerta de su trabajo me iba a tomar 10 minutos, los más largos que tuve en mi vida.
Había ensayado ante el espejo lo que le iba a decir, como le iba a pedir unas horas para hablar, pero en el momento de abrir esa puerta, todo se convirtió en una nube blanca.
No levantó la vista cuando entré, miraba con seriedad unos papeles, mientras subía unos lentes que le resbalaban por la nariz.
Me planté frente a Alejandra.
Gorgotee un hola.
Fue así que levantó la vista con la boca abierta que poco a poco se transformó en una sonrisa.
Me desarmó.
-Hola; sientate.
Nos miramos por un momento sin decir palabra, midiendo lo que habíamos cambiado en tanto tiempo.
Le pedí un momento para hablar, lejos de su trabajo, de todas interrupciones.
-¿Podemos vernos cuando salgas de tu trabajo?
-Claro.
Me levanté como pude y ella me detuvo con una frase.
-Mawa...Sabia que ibas a venir.
A las 4 de la tarde, esperaba impaciente en el sitio que acordamos.
Pasaron 10 minutos, 20, 30 y ella no llegaba.
Me apoye en una columna con ganas de llorar.
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