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El momento de la despedida o hasta aquí llega esta echadera de cuentos

Yo pensé que esto iba a ser muy fácil.

Acaricié muchas veces la idea de llegar a este momento porque estaba loca por cerrar este ciclo que comenzó hace mucho tiempo.

Prometí despedirme en la entrada 200 pero los tiempos se fueron alargando y me tocó, como muchos otros, salir de mi país.

Al llegar a Lima dejé de lado el blog porque no tenía la paciencia, las ganas y la fuerza de voluntad para seguir empujando las historias.

Emigrar me sumió en una especie de depresión pasiva (si esto de verdad existe) y me quitó por mucho tiempo las ganas de escribir, pero esos cuentos son para otro momento.

Comencé a escribir por acá, si no me equivoco, en el año 2013.  

Lo abrí tiempo después de llegar a Puerto Ordaz luego de vivir 13 años en Maracay, donde me fui a estudiar comunicación social.

Llegué a Puerto Ordaz con el corazón roto porque había dejado al amor de mi vida en esa ciudad, con la promesa de regresar juntas muy pronto. Nunca ocurrió.

El blog nació como una forma de sacar toda esta frustración contenida por la ruptura, y las consecuencias que desencadenaron todo el caos posterior.

Este sitio fue mi refugio, mi amigo fiel a quien difícilmente iba a decepcionar porque nunca me juzgaba, a pesar que, día a día, iba desnudando lo peor o mejor de mí con este sincericidio que siempre me ha condenado.

Por eso, a pesar de haber anhelado este momento final, confieso estar llena de tristeza.

Todas y cada una de las entradas de este blog se escribieron con un vaso de cerveza - o dos- cigarrillos y mucha música. Todas las que se imaginan.

Desde Adele, Amy Winehouse, Tina Turner, Mon Laferte, Soda Stereo, Sia, Cabas, J. Balvin, Rihanna, Cabas, Luis Fonsi -no lo soporto pero lo incluí en un capítulo -, Mercedes Sosa, Bad Bunny, Alejandro Sanz, Caramelos de Cianuro, Shakira, Las chicas del Can y cualquier tema que me ayudara a releer lo que escribía.

La música y los libros me hicieron llegar hasta este momento en que debo decir adiós y gracias.

Gracias a ustedes los que leyeron, los que me comentaron en privado o en público siempre cosas positivas, los que me animaron a seguir.

Gracias, gracias, gracias.

Espero que se hayan divertido mucho más que yo, porque les confieso que muchas veces escribir en este espacio era un proceso que podría describir como maravillosa tortura. Si suena a masoquismo es porque en realidad era así.

Esta es una despedida sin edición, sin buscar tanto adorno, ni sentimientos de doble fondo.

Este capítulo se cierra pero abre otro.

Me despido con un hasta pronto.

Y una vez más, gracias por leer.


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