Si ese no era el final del caos de mi vida, no sé qué más podría esperar.
Es imposible, mirando a través del tiempo, olvidarme de la fecha y los acontecimientos.
Fue un 31 de diciembre aunque el año no tiene la menor importancia.
No tenía un reloj a mano en ese momento, pero calculo que era muy temprano. Lo supe por el paso tranquilo de la señora paseando a su perro mientras me regalaba una dura mirada de desaprobación, y la estática conserje del edificio que no disimuló su disgusto al verme todavía allí en el portal, con la ropa arrugada, el maquillaje corrido, un zapato de tacón en una mano y en la otra, mi celular.
Intentaba prender el aparato sin éxito pero quién sabe en qué momento se había agotado la batería.
El sol me daba directamente a la cara, deshidratándome lentamente.
¿Y ahora qué hago?
Ni loca iba a volver al cuarto piso de ese edificio, tocar la puerta del apartamento 4B, esperar la respuesta de alguna de las tres personas que todavía estaban dentro, pedirles una llamada, un mensaje o lo que fuera, para después despedirme con alguna frase remendada tipo,
-Disculpen que los interrumpiera. Necesitaba llamar a un amigo para que me viniera a buscar. Ando sin dinero. Me fui sin decirles nada no por nada malo, ¡No! Es 31 de diciembre y tengo que ayudar a mi mamá a prender el arbolito, preparar las hallacas, esas cosas que uno hace en estas fechas. Sigan en lo suyo. La pasé chévere.
Ni loca.
No iba a subir ahora que logré salir de allí, pero, ¿y ahora qué hago?
Miré a todos lados en busca de una solución para solo encontrarme con la figura de la conserje acompañada ahora de un vecino.
Sin duda hablaban de mí sin tapujos, sin disimulo y sin vergüenza fue un placer verlos paralizarse cuando me acerqué a ellos renqueando. No tenía nada que perder si ya era su centro de atracción.
-Buenos días...
No obtuve respuesta.
-Mi celular no quiere prender, tuve un accidente y necesito llamar a un amigo. ¿Alguno de ustedes me podría prestar para hacer una llamada? Se los agradecería profundamente.
Estuvieron sin reacción por unos cuantos segundos. El tipo de conducta que tendría una persona ante el encuentro repentino de algo fuera de lo común como un incendio doméstico, la llegada de una mala noticia, un accidente de tránsito.
Ese final de año, yo era su accidente de tránsito.
Pero algo activó una alarma sensible en ese desconocido quien sacó su celular y me lo puso en las manos.
No dejé de agradecerle mientras marcaba el número de mi amigo.
A los muchos repiques me atendió con voz de dormido.
-David es Mawa. Por favor ven a buscarme urgente.
-¿Mawa? ¿Qué hora es?
-No sé, temprano. Seis, siete de la mañana. Por favor ven a buscarme.
-¿Dónde estás?
¡Mierda! Pedirme una dirección a estas horas, en mi estado, con mi insólita falta de ubicación en todo momento era algo que no había calculado, pero tampoco iba a preguntar.
-Estoy frente a la urbanización donde vivía tu ex novia.
-¿Cuál?
-Coño David, ¿Cuántas ex novias has tenido?
-Importantes, dos.
-La que te puso los cuernos.
-¿Sandra?
-No, la otra.
-Ana no me puso los cuernos.
-No vamos a discutir eso ahora. Frente a la urbanización donde vivía Ana.
-¿Residencia Los Mangos?
-Sí. Estoy frente a esas residencias. Por favor ven rápido.
-En media hora te llego.
Esa media hora pareció mucho más.
Esperé a mi amigo apoyada en un muro mientras me fumaba un cigarro pensando, si este no era el final del caos de mi vida, no sé qué más podría esperar.
Y empecé a recordar partes de la noche anterior a pesar de haber esquivado los trozos de esos besos, las frases, las risas, el miedo, lo desconocido, la sangre, el sexo.
Salí de mis pensamientos cuando escuché a David llamándome desde el auto.
Cuando entré y lo saludé con un beso, estuvo sin decir palabras unos segundos con el tipo de conducta que tendría una persona ante la llegada de algo inesperado, como un golpe en el estómago sin razón o una amiga que encuentra a la hora del café matutino con la blusa al revés mal abotonada, el pantalón a jirones de la rodilla para abajo, el cabello sucio enmarañado, el rímel en las mejillas, un chupón en el cuello, los labios ardiendo a mordiscos.
-¿Qué - te - pasó?
-Es un cuento largo. Vamos a pasar por tu casa primero para cambiarme, no puedo llegar así ante mi mamá.
Estuvo manejando en silencio por un buen rato.
-¿Pasó algo malo Mawa?
-No, no me violaron ni nada por el estilo. Tranquilo.
-Pero, ¿estabas con alguien? ¿Haciendo cosas?
-En plural. Varios.
-¿Estabas en un trío?
-Un cuarteto.
-¿QUÉ? Me tienes que contar.
Miré por la ventana y busqué otro cigarro.
-Te lo voy a contar...pero no se lo digas a nadie.
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