-No estoy embarazada.
La noticia no supuso un alivio.
Estaba cansada de los giros que daban la relación con Virginia, de sus cambios de humor, su escasa iniciativa.
Pero hay un momento en la vida de todos, ese instante patético cuando queremos aferrarnos a alguien como un clavo hirviendo.
Quería que se enamorara de mí, en el fondo ese era mi objetivo.
Me portaba bien, era dedicada, daba detalles. ¿Qué estaba haciendo mal?
-Eso mismo Mawa, ¡tratarla bien!
-¿Tú crees?
-¡Claro! Uno tiene que ser coño e madre en esta vida. ¿No te has dado cuenta que uno tiene que ser malo, indiferente? La gente es masoquista, eso es lo que te pasa a ti...te estás comportando muy bien.
Un amigo, la voz de la experiencia me habló de frente.
Pasa, que cuando eres bueno en una relación, no hay vuelta atrás. Estaba metida en ese paquete y ahora no sabía como comportarme con Virginia.
Había terminado con su novio, así que suponía que era su novia oficial, pero esas eran las conclusiones que sacaba, nunca lo hablamos.
Pasamos un mes de luna de miel.
Iba a mi casa, se quedaba conmigo, nada de esas actitudes raras, o confesiones sorpresas.
Pero alguien dijo una vez que después de la calma viene la tormenta ¿o era al revés?
Cuando cumplimos no sé cuantos meses juntas, la invité a su bar favorito.
Era el patio de una casa decorada con cuatro mesas de plásticos, afiches mustios por el tiempo, música rara. Sitio frecuentado por actores de bajo fondo, intelectuales asociales, locos, bohemios, roqueros en decadencia, quienes apenas podían pagarse una cerveza.
No era mi estilo, pero si el de Virginia y yo hacía todo por complacerla.
Nos sentamos con un grupo que ella conocía y de inmediato comenzó a coquetear con un roquero de pelo largo.
No me lo podía creer.
El tipo se paró a buscar a más cerveza.
-¡Es muy lindo!
Me quedé callada pensando si le tiraba una botella de cerveza, o hacía una escena tipo Lupita Ferrer con cachetada incluida.
El roquero llegó con más bebidas.
Prendí un cigarrillo para disfrutar de su animada charla, sus juegos de cortejo, sus puntas sexuales.
-Bueno, me voy.
Me paré de un tirón.
-Mawa...pero vamos a quedarnos un rato más.
-Estoy cansada.
-Esta bien, me voy contigo ¿puedes pagar la cuenta? No tenemos dinero.
Miré una botella de cerveza. Me preguntaba ¿Qué cantidad de fuerza debía aplicar contra el filo de la mesa, para convertirla en un objeto punzante?
Pagué la cuenta.
De camino a la avenida para llamar un taxi, no hablamos. Virginia revisaba su celular con una sonrisa pícara.
-¿Hablas con él?
-Sí, me está diciendo que me extraña.
-¿No tienes ningún respeto verdad?
-No entiendo.
Saqué la mano y un taxi se paró al frente.
-Me voy.
-¿No vamos a dormir juntas?
-¡Estás loca!
-¿Me vas a dejar aquí? No tengo dinero para pagar un taxi.
-Dile al idiota que te escribe que te lo pague.
No la vi más.
Al final tuve mi escena de Corin Tellado.
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