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Mónica Naranjo y él

En la universidad había formado un grupo muy unido.
Mi mamá me pagaba en Maracay un apartamento con tres habitaciones para mi sola.
Organizaba fiestas de martes en domingos. Los lunes eran para estudiar y descansar del exceso.
Era raro cuando estaban menos de diez personas en el apartamento.
Era el sitio para hablar y formar unas reuniones monumentales que terminaban a eso de las siete de la mañana.
Los vecinos lógicamente me odiaban.
Estaba nueva en la ciudad y soltera. En las mismas condiciones que mis amigos.
En Maracay no sentía la presión de estar con alguien para aparentar...lo contrario.
Todos eramos almas libres, sin ataduras, pendientes de las bromas, quejarnos del mundo, con el único propósito de ser felices.
Nadie quería estar atado a nada o a nadie. El que lo hacía, era condenado por el grupo.
Cris, una de mis mejores amigas llegó una noche con la noticia.
-Tengo novio.
Nos alegramos. Pero en el fondo pensamos que el grupo se rompía. Llegaba un intruso a quitarnos tiempo con ella.
Su deseo era presentarlo a la comuna, esperando nuestra aprobación.
Por supuesto, la cita fue un viernes en mi apartamento.
Cris llegó con su novio, un José no sé quien. A primera vista era perfecto.
Bello, olía riquísimo, la mejor ropa, un vocabulario excelente y simpático...demasiado.
-No me gusta tu novio.
Le confesé.
Cris se molestó.
-¿Por qué?
-No sé como explicar...tiene un no sé qué malo.
-Ustedes no quieren que uno salga con nadie.
La acusación me dolió porque en parte, era verdadera. Decidí tragarme mis palabras y atender a José no sé quien, como un amigo de toda la vida.
A las dos de la mañana, después de todo el alcohol, el novio de mi amiga sacó su propia música.
Llegó armado con varios discos: Mónica Naranjo, Cher, Madonna, Donna Summer, Britney Spears.
La música sonó y José empezó a bailar en medio de la sala como la Reina de la Noche.
Todos quedamos fríos, menos mi amiga Cris. Ella estaba de lo más contenta.
Nunca habíamos hablado públicamente de la homosexualidad de nadie, ni siquiera yo.
Pero aquello desbordaba mis sentidos.
-¿Verdad que mi novio baila buenísimo?
-Demasiado...Excesivamente...
-¿Qué quieres decir?
-¿No te parece que es un poco...?
-¿Qué?
Las palabras se me atoraban en la garganta.
-Ummm, ga...¿gay?
Mi amiga se fue molesta de la fiesta con su novio José.
No nos perdonó la ofensa.
Sin querer abrimos una puerta vetada que marcó el grupo para siempre.




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