En mi casa, mis padres podían hablar sobre marxismo, las guerras en el mundo, el imperialismo yanqui, pero no de sexo.
Ese era un tema que se mantenía bajo un velo de total hermetismo.
Si por casualidad los niños estábamos en la sala cuando se tocaba ese tema, éramos despedidos inmediatamente.
-¡Vaya, vaya a ver si el gallo puso!
La primera vez que cayó en mis manos un libro sobre sexo, fue -irónicamente- un texto evangélico titulado "Los jóvenes preguntan".
En el primer capítulo hablaban sobre la masturbación.
Me devoré las 10 páginas, llena de fotos de jóvenes en una iglesia o caminando en un parque felices.
Aconsejaban que para evitar el pecado de no masturbarse había que salir a caminar y rezar...rezar muchísimo.
A todas estas, cuando terminé de leer, no sabía que demonios era masturbarse.
Entendí que debía ser algo extremadamente malo. Pero ¿qué era? ¿cómo se hacía?
Salí del cuarto de mi abuela con el libro todavía en la mano.
En la cocina estaba una tía lavando unos platos y una amiga le hablaba mientras se tomaba un café.
Ese era el momento.
-Tía estaba leyendo esto, pero no entendí...¿qué es la masturbación?
A mi tía se le cayeron dos tazas y quebró un plato de los nervios.
-¿Qué preguntas son esas? Los niños no tienen que estar preguntando eso. Deja de leer esas groserías.
Me puse de todos colores. Había tocado el tema prohibido.
Pero la voz de la amiga me detuvo.
-Déjala Nena...ella ya es grande y tiene que saber. Ven para acá.
La mujer me señaló sus piernas para que me sentara en ellas. Lo hice rápido.
Una pausa, tomó aire y puso esa voz grave, anuncio de grandes verdades.
-Mawa, la masturbación es...cuando una mujer se mete un palo de escoba por la cosita y hace así...
Y batió la mano de arriba a abajo.
Me paralicé del terror, del miedo, del asco. No podría describir los sentimientos. Solo me preguntaba ¿por qué las mujeres hacen eso?
Regresé al cuarto traumada.
A lo lejos escuchaba la voz de orgullo de la amiga de mi tía.
-¡A los muchachos hay que decirle las cosas clariiiitas!
Ahora que lo pienso, este es el motivo por el que no me gusta limpiar.
Ese era un tema que se mantenía bajo un velo de total hermetismo.
Si por casualidad los niños estábamos en la sala cuando se tocaba ese tema, éramos despedidos inmediatamente.
-¡Vaya, vaya a ver si el gallo puso!
La primera vez que cayó en mis manos un libro sobre sexo, fue -irónicamente- un texto evangélico titulado "Los jóvenes preguntan".
En el primer capítulo hablaban sobre la masturbación.
Me devoré las 10 páginas, llena de fotos de jóvenes en una iglesia o caminando en un parque felices.
Aconsejaban que para evitar el pecado de no masturbarse había que salir a caminar y rezar...rezar muchísimo.
A todas estas, cuando terminé de leer, no sabía que demonios era masturbarse.
Entendí que debía ser algo extremadamente malo. Pero ¿qué era? ¿cómo se hacía?
Salí del cuarto de mi abuela con el libro todavía en la mano.
En la cocina estaba una tía lavando unos platos y una amiga le hablaba mientras se tomaba un café.
Ese era el momento.
-Tía estaba leyendo esto, pero no entendí...¿qué es la masturbación?
A mi tía se le cayeron dos tazas y quebró un plato de los nervios.
-¿Qué preguntas son esas? Los niños no tienen que estar preguntando eso. Deja de leer esas groserías.
Me puse de todos colores. Había tocado el tema prohibido.
Pero la voz de la amiga me detuvo.
-Déjala Nena...ella ya es grande y tiene que saber. Ven para acá.
La mujer me señaló sus piernas para que me sentara en ellas. Lo hice rápido.
Una pausa, tomó aire y puso esa voz grave, anuncio de grandes verdades.
-Mawa, la masturbación es...cuando una mujer se mete un palo de escoba por la cosita y hace así...
Y batió la mano de arriba a abajo.
Me paralicé del terror, del miedo, del asco. No podría describir los sentimientos. Solo me preguntaba ¿por qué las mujeres hacen eso?
Regresé al cuarto traumada.
A lo lejos escuchaba la voz de orgullo de la amiga de mi tía.
-¡A los muchachos hay que decirle las cosas clariiiitas!
Ahora que lo pienso, este es el motivo por el que no me gusta limpiar.
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