-Es la primera vez que hago esto.
Te creí.
Lo sentía en tus manos torpes, tu cuerpo tembloroso al mínimo roce y tu delicioso desespero de no saber por donde comenzar.
Tu aliento era una mezcla tóxica de alcohol y deseo mal disimulado, que había estallado después de un juego no tan inocente.
EL JUEGO
-¿Andrea sí pudieras acostarte con alguien de esta mesa a quien elegirías?
-A Mawa
Hubo un silencio que interrumpiste con tu risa.
-Lo siento, ¿lo dije muy rápido?
Celebramos tu veloz sinceridad con un brindis que ya rozaba los límites del alcohol.
Nos habíamos atrincherado en una casa con una botella congelada de José Cuervo, limón y sal.
El tequila nos corría por las venas inyectando las ganas de escuchar más y si teníamos suerte hacer algo más interesante.
Después de la confesión de Andrea, me di a la tarea de buscar el menor resquicio de contacto, utilizando como pretexto el fulano juego.
Uno de esos buenos amigos captó la seña y pidió que la próxima copita del aguardiente lo sorbiera en el cuello de Andrea.
Ella soltó una tibia negativa que sonó a falsa pena.
La copa se llenó hasta el tope con ese líquido amarillo, la sal trazó un camino desigual desde el borde de su hombro hasta la entrada del cuello y el limón esperaba en su boca.
Quemé la garganta de un solo jalón y mi lengua buscó más lento esos puntos salados hasta la curvatura de la oreja, finalicé al mordisquear el sabor agridulce del limón.
Diez minutos después nos habíamos escapado para algo más íntimo.
-Es la primera vez que hago esto.
-También es mi primera vez
Te dio gracia la broma.
A lo lejos se escuchaba la broma de los muchachos, más cerca tu teléfono no dejaba de repicar.
Tu novio te iba a pasar buscando.
Te creí.
Lo sentía en tus manos torpes, tu cuerpo tembloroso al mínimo roce y tu delicioso desespero de no saber por donde comenzar.
Tu aliento era una mezcla tóxica de alcohol y deseo mal disimulado, que había estallado después de un juego no tan inocente.
EL JUEGO
-¿Andrea sí pudieras acostarte con alguien de esta mesa a quien elegirías?
-A Mawa
Hubo un silencio que interrumpiste con tu risa.
-Lo siento, ¿lo dije muy rápido?
Celebramos tu veloz sinceridad con un brindis que ya rozaba los límites del alcohol.
Nos habíamos atrincherado en una casa con una botella congelada de José Cuervo, limón y sal.
El tequila nos corría por las venas inyectando las ganas de escuchar más y si teníamos suerte hacer algo más interesante.
Después de la confesión de Andrea, me di a la tarea de buscar el menor resquicio de contacto, utilizando como pretexto el fulano juego.
Uno de esos buenos amigos captó la seña y pidió que la próxima copita del aguardiente lo sorbiera en el cuello de Andrea.
Ella soltó una tibia negativa que sonó a falsa pena.
La copa se llenó hasta el tope con ese líquido amarillo, la sal trazó un camino desigual desde el borde de su hombro hasta la entrada del cuello y el limón esperaba en su boca.
Quemé la garganta de un solo jalón y mi lengua buscó más lento esos puntos salados hasta la curvatura de la oreja, finalicé al mordisquear el sabor agridulce del limón.
Diez minutos después nos habíamos escapado para algo más íntimo.
-Es la primera vez que hago esto.
-También es mi primera vez
Te dio gracia la broma.
A lo lejos se escuchaba la broma de los muchachos, más cerca tu teléfono no dejaba de repicar.
Tu novio te iba a pasar buscando.
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