Ir al contenido principal

Un mal día en el periodismo

-Veo un hombre detrás de ti, es una figura paternal. ¿Tu papá murió verdad?
Algo me decía que no debía haber aceptado la entrevista con ese médium. 
En dos años de ejercer el periodismo me había tocado ver de todo, desde muertos pudriéndose hasta golpes en una manifestación.
Cuando uno piensa que el cuero se le pone más fuerte, allí estaba yo, con la piel de gallina.
Miré con desconfianza a mi izquierda. No había nadie.
-Me dice que tomes más tiempo para ti, que está bien en el lugar donde se encuentra.
La frase me pareció uno de esos clichés que se escuchan en malos programas de videntes.
O quizás era verdad. 
Quizás mi papá, quien murió de cáncer dos años atrás, estaba presente para decirme que estaba de lo más feliz en el más allá.
La entrevista terminó con otros consejos y la promesa de leerme las cartas con tiempo.
Llegué a mi escritorio todavía con las palabras del médium en la mente.
-Las vainas que tengo que escuchar.
Abrí el correo y en letras grandes una mujer sin identificar me había dejado un mensaje.
Me reclamaba con duras palabras que en un trabajo especial, había escrito que la cantante Mercedes Sosa era de nacionalidad chilena, cuando había nacido en Argentina.
"Poca cosa, mala periodista, irresponsable, bruta, vaga" y por esos caminos de insultos se iba la mujer.
Me disculpé de mi error, y le dije que no me consideraba mala periodista.
Me paré a tomar café.
De camino me encontré con un compañero de trabajo.
-Sabes que fulanito que es amigo mío y es el encargado de X institución está cansado de tus palabras duras, que siempre le tiras mierda.
Me serví café, respiré profundo.
Mi jefe me vio la cara de preocupada.
-Creo que necesito vacaciones...o mejor, creo que debí ser peluquera o dedicarme a pegar uñas acrílicas.
Debe ser mejor...digo yo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El fin del caos (Parte II)

 Me lamía y chupaba el cuello con una furia carnosa tan intensa que me provocaba mareos, además de un puntazo de dolor. Él estaba sentado en la esquina de un sofá horrorosamente cutre tapizado con flores silvestres. Yo, sentada encima de él, buscaba rabiosamente que esas manos tocando mis senos por debajo de la blusa, sus dientes pegados a mi cuello como un pitbull en celo o su evidente erección por encima del pantalón, prendieran alguna mecha de deseo en mí, pero era imposible.  En cambio, mientras él intentaba por todos los medios complacerme con caricias salvajes y torpes, yo me entretenía guardando todos los detalles del apartamento 4B.  Una máquina de hacer ejercicios abandonada en un rincón, un equipo de sonido lleno de polvo, una mesita cerca de la puerta de salida abarrotada de fotos familiares, muñequitos de porcelanas, una biblia abierta, una pipa de marihuana, las llaves de la casa. A mi espalda la cocina iluminada. Frente a mí, una pared que en su mejor momento fue blanca,

El dilema

Perder un amigo o desperdiciar una excitante oportunidad. Llevo rato saboreando un café pensando en estas dos tormentosas posibilidades, mientras ella habla pero yo mantengo sus palabras en mudo para sortear sin molestias la opción A o B. El mundo está plagado de grandes decisiones que han cambiado el curso de la historia: el ascenso de Hitler al poder, la llegada del hombre a la luna, la separación de los Beatles, el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón, la caída del muro de Berlín, y aquí estoy yo, una simple mortal de este planeta, una más entre los siete mil millones de habitantes, pensando si me acuesto con la esposa de mi mejor amigo o no. Este buen amigo se mudó hace seis meses a Buenos Aires huyendo de la crisis del país, con la promesa de reunir suficiente dinero para alquilar algo cómodo y mandar el boleto de avión para su esposa, pero antes me dejó una tarea. -¡Cuídala mucho Mawa! Yo confío en ti. ¡No! No puedo acostarme con la pareja de mi amigo, sería una ab

La mujer barbuda del circo

 Me siento como la mujer barbuda del circo, como el bebé nacido con un rabo de cerdo en el libro Cien años de Soledad de García Márquez, como Julia Roberts en la película Mujer Bonita cuando va a comprar vestida de puta a un local de alta costura, y la vendedora la mira de arriba a abajo. Una freak, una rareza, una mujer fuera de lugar en medio de esta reunión con las máximas locutoras de Puerto Ordaz.  A pesar de ser las 5:00 de la tarde, un opresivo calor en el Centro Ítalo Venezolano de Guayana derrite rápidamente el hielo de mi bebida cara y terriblemente dulce, que decidí pedir solo por seguir la manada. La verdad, ahora mismo deseo una cerveza fría, un porro y una soga para ahorcarme, en ese orden. Estoy frente a la crema de la crema en la locución de la zona, debatiendo sobre un calendario a beneficio del cáncer de mama. La idea me pareció genial cuando llegó en forma de llamado telefónico.  Tengo un programa de radio en la mañana donde no gano nada de dinero, un hobby donde na