-¿Quieren ir a un sitio prohibido?
La invitación del novio de mi amiga cayó como una provocación en una noche de fastidio en Mallorca, España.
Entre cuatro personas habíamos consumido las suficientes cervezas para tomar sus palabras con una chispa de ánimo que nos activó a todos.
-Pero eso sí, el sitio es caro.
-¿No lo es todo lo prohibido?
Respondí mientras me vestía con lo mejor que tenía en mi maleta y apartando unos 150 euros.
El local se llamaba "The Sex" y ya el nombre decía todo. Quedaba en una zona frecuentada por alemanes y gringos, una frontera donde corría sin control las drogas, el alcohol y por supuesto el sexo.
En el camino nos bebimos entre los cuatros una botella de vino barato y otras cervezas, yo empezaba a ver doble y me sostenía de la mano de mi mejor amiga.
En un momento los perdí y un tipo se plantó frente.
-¡Hi! ¿Where is the sex?
-¿What?
-¿The Sex?
-¿Do you want sex?
-¡Oh yes!
Sé me salió lo latino y también la borrachera.
-¡Qué te vaya cojer tu madre!
-¡You're cazy!
-¡Crazy un coño!
Mis amigos aparecieron para apartarnos porque estaba a punto de irme a los puños con el tipo, solo por un malentendido.
"The Sex" era un espacio amplio, con butacas rojos pasión y una tarima inmensa y alta, con par de camas circulares, en medio de una pista de baile.
Un grupo de hombres rodeaban la tarima gritando emocionados en alemán, alzando los brazos con una pasión propia de un concierto de rock.
En cada esquina habían carteles en inglés con el recordatorio de no tomar foto o grabar videos.
No sabía lo que iba a pasar, pero no tardó mucho tiempo en salir de mi duda.
Dos presentadores pidieron más emociones.
-¡People! ¿Are you ready?
El público rugió, chilló.
-¿Ready por pussys? ¿For The Sex?
Ni tenía que preguntar, aquellos hombres transpiraban testosteronas, ladraban como unos perros en celos y gritaron cuando dos mujeres completamente desnudas subieron a la tarima.
El juego consistía en esto: elegían al azar a alguien del público para tener sexo con alguna de las chicas, le daban un tiempo para que tuvieran una erección y demostraran sus dotes de amante frente a 200 personas.
No hace falta decir que muchos fracasaron en su intento, aquellas víctimas daban pena ajena mientras alguna de ellas le hacía sexo oral y nada pasaba.
Los fracasados eran humillados públicamente.
Hasta que dos lograron demostrar su hombría y en un show propio del kamasutra, tiraban a las mujeres en la cama mientras le sonreían a sus amigos.
Todo se estaba tornando aburrido, hasta que uno de esos borrachos fracasados se acercó a mi amiga y le tocó el culo.
La guerra estaba por comenzar, porque el novio no dejó pasar el gesto.
-¡Tío! ¿Le tocaste el culo a mi novia?
Mi amiga trató de mediar ante la situación.
-No, Juan Carlos no lo hizo.
-¡Qué si tía! ¡Qué lo he visto! Las putas están allá gilipollas.
El tipo no entendía nada, imagino porque no era su idioma y por el alcohol y en una decisión poco inteligente, volvió a tocarle el culo a mi amiga.
El primer golpe fue Juan Carlos, pero el alemán respondió con ganas, llegaron sus amigos, mi amiga y yo nos metimos en el medio y en ese despelote propio de una película, alguien me jaló por el cabello, empecé a tirar patadas, vasos llenos de alcohol volaron por los aires, me rompieron la manga de la camisa.
-¡Coño! No tengo mucha ropa, PUTOS alemanes.
Los de seguridad, unos tipos de tres metros de largo y del ancho de un túnel nos levantaron a todos con facilidad y nos sacaron del local.
A las cinco de la mañana, estábamos los cuatro en un estado patético, el novio de mi amiga con el labio partido, mi amiga con el cabello despeinado, la otra conocida con un ojo morado y yo con la ropa hecha jirones.
Nos dio un ataque de risa.
-¿Y ahora que hacemos?
Pregunté.
-Hay un Macdonnals cerca vamos a comernos algo.
La invitación del novio de mi amiga cayó como una provocación en una noche de fastidio en Mallorca, España.
Entre cuatro personas habíamos consumido las suficientes cervezas para tomar sus palabras con una chispa de ánimo que nos activó a todos.
-Pero eso sí, el sitio es caro.
-¿No lo es todo lo prohibido?
Respondí mientras me vestía con lo mejor que tenía en mi maleta y apartando unos 150 euros.
El local se llamaba "The Sex" y ya el nombre decía todo. Quedaba en una zona frecuentada por alemanes y gringos, una frontera donde corría sin control las drogas, el alcohol y por supuesto el sexo.
En el camino nos bebimos entre los cuatros una botella de vino barato y otras cervezas, yo empezaba a ver doble y me sostenía de la mano de mi mejor amiga.
En un momento los perdí y un tipo se plantó frente.
-¡Hi! ¿Where is the sex?
-¿What?
-¿The Sex?
-¿Do you want sex?
-¡Oh yes!
Sé me salió lo latino y también la borrachera.
-¡Qué te vaya cojer tu madre!
-¡You're cazy!
-¡Crazy un coño!
Mis amigos aparecieron para apartarnos porque estaba a punto de irme a los puños con el tipo, solo por un malentendido.
"The Sex" era un espacio amplio, con butacas rojos pasión y una tarima inmensa y alta, con par de camas circulares, en medio de una pista de baile.
Un grupo de hombres rodeaban la tarima gritando emocionados en alemán, alzando los brazos con una pasión propia de un concierto de rock.
En cada esquina habían carteles en inglés con el recordatorio de no tomar foto o grabar videos.
No sabía lo que iba a pasar, pero no tardó mucho tiempo en salir de mi duda.
Dos presentadores pidieron más emociones.
-¡People! ¿Are you ready?
El público rugió, chilló.
-¿Ready por pussys? ¿For The Sex?
Ni tenía que preguntar, aquellos hombres transpiraban testosteronas, ladraban como unos perros en celos y gritaron cuando dos mujeres completamente desnudas subieron a la tarima.
El juego consistía en esto: elegían al azar a alguien del público para tener sexo con alguna de las chicas, le daban un tiempo para que tuvieran una erección y demostraran sus dotes de amante frente a 200 personas.
No hace falta decir que muchos fracasaron en su intento, aquellas víctimas daban pena ajena mientras alguna de ellas le hacía sexo oral y nada pasaba.
Los fracasados eran humillados públicamente.
Hasta que dos lograron demostrar su hombría y en un show propio del kamasutra, tiraban a las mujeres en la cama mientras le sonreían a sus amigos.
Todo se estaba tornando aburrido, hasta que uno de esos borrachos fracasados se acercó a mi amiga y le tocó el culo.
La guerra estaba por comenzar, porque el novio no dejó pasar el gesto.
-¡Tío! ¿Le tocaste el culo a mi novia?
Mi amiga trató de mediar ante la situación.
-No, Juan Carlos no lo hizo.
-¡Qué si tía! ¡Qué lo he visto! Las putas están allá gilipollas.
El tipo no entendía nada, imagino porque no era su idioma y por el alcohol y en una decisión poco inteligente, volvió a tocarle el culo a mi amiga.
El primer golpe fue Juan Carlos, pero el alemán respondió con ganas, llegaron sus amigos, mi amiga y yo nos metimos en el medio y en ese despelote propio de una película, alguien me jaló por el cabello, empecé a tirar patadas, vasos llenos de alcohol volaron por los aires, me rompieron la manga de la camisa.
-¡Coño! No tengo mucha ropa, PUTOS alemanes.
Los de seguridad, unos tipos de tres metros de largo y del ancho de un túnel nos levantaron a todos con facilidad y nos sacaron del local.
A las cinco de la mañana, estábamos los cuatro en un estado patético, el novio de mi amiga con el labio partido, mi amiga con el cabello despeinado, la otra conocida con un ojo morado y yo con la ropa hecha jirones.
Nos dio un ataque de risa.
-¿Y ahora que hacemos?
Pregunté.
-Hay un Macdonnals cerca vamos a comernos algo.
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