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Dos policías y una homofobia

Fue un simple beso, con una pizca de pasión, con un mal disimulado deseo que duró hasta que una fuerte luz transpasó el vidrio delantero del carro.
Ella había estacionado en un sitio oscuro, un poco alejado del parque, y entre una cosa y otra nos besamos, nos alumbraron con una linterna y nos mandaron a salir.
Ella dio los papeles del carro.
-¿Usted es la dueña?
-No. Es de mi papá.
Los dos policías revisaron los papeles como si delante de ellos tuvieran un cadáver descuartizado.
Decidí abrir la boca.
-¿Algún problema con los papeles oficial?
-No. El problema son ustedes. Las vamos a llevar detenidas.
-¿Por qué?
-Están cometiendo actos lacivos en la vía pública.
-¿Un beso es un acto lacivo?
-Si, porque son dos mujeres.
-¿Perdón?
Mi temperatura subía rápidamente.
-Son dos homosexuales.
-¿En que parte de la ley dice que usted me meta a la cárcel por besar una mujer?
-No es correcto y a mi no me parece ¿tiene algún problema con eso ciudadana?
-Pues fíjese que sí oficial, porque usted no me puede detener porque a usted no le parece.
-¡Igual van detenidas!
-Repito la pregunta ¿por qué?
-Y ya le dije ciudadana, actos lacivos.
-No quiero volver al tema, pero sería tan amable de decime en cuál artículo de que ley está prohibido besar a una mujer?
-En las leyes de Dios.
-Que yo sepa ustedes trabajan bajo la Constitución Bolivariana de Venezuela, no con una Biblia.
-¿Te crees graciosa no?
-No, sólo ejerzo mi derecho. Ahora le quiero preguntar oficial, si usted encuentra a un hombre y una mujer besandose en un carro...¿los detiene?
-No, les doy una advertencia y los dejo ir.
-¿Qué cambia aquí?
-Son dos homosexuales.
-Disculpe pero eso es homofobia.
Ella intervino para cortar la inútil conversación.
-Señor Policía...De verdad que no era nuestra intención.
-¿Ella es su novia?
-Sí.
-¿Sus papás saben?
-¡No! Y no quiero que se enteren.
-¿Y por qué usted es homosexual?
Esta charla era suficiente para mí.
-¿Y esa pregunta que tiene que ver con esto? ¡Eso no le importa a usted!
-¡Están detenidas!
-¡Chévere! Yo no hice nada malo.
Ella suplicó y dijo las palabras mágicas.
-Oficial, ¿cómo podemos solucionar esto?
Unos minutos después los dos se fueron con unos billetes grandes en el bolsillo, su supuesta leyes de Dios tenían un bajo precio.



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