Ir al contenido principal

Entrevistas malcriadas

Si esta tipa sigue hablando de ella en tercera persona la voy a escupir.
-Porque Fabiola Soto ha dedicado su vida al arte, porque Fabiola Soto nunca le ha temido a nada, porque Fabiola Soto...
-Disculpa que te interrumpa Fabiola...Soto. ¿Puedes ser más concreta?
No le dije nada, ni la escupí, pero dejé en el aire un momento incómodo que apuró la entrevista.
En estos tres años trabajando en un periódico no hay nada que disfrute más como una entrevista.
Estás cara a cara con la persona, con un par de preguntas en la libreta y la tarea de exprimirle algo jugoso.
Hace mucho rato que ante esta situación no me pongo nerviosa, así sea un actor reconocido o Fabiola Soto, a quién muy pocos conocen.
Pero en este andar de buscar respuestas ha pasado de todo.
En una oportunidad hablaba con un político en la intimidad de su casa, mientras su hija gritaba y destrozaba todo a su paso, sin importar que estuviera presente.
El berrinche no detuvo las palabras del político mientras yo hacia esfuerzos por concentrarme en sus palabras.
Otro día conversaba con una mujer con un alto cargo en el gobierno y en un descuido sentí su mano en mi rodilla, no le presté mayor atención, hasta que sentí como subía poco a poco.
Ahí si me puse nerviosa y detuve la entrevista al instante con una excusa.
Me tocó sentarme con un músico arisco y de pocas palabras, quien estaba más pendiente del nacimiento de su primer hijo, que de las preguntas.
En un momento le pedí que tocara en su cuatro una melodía para dormirlo, el hombre suspiró hondo, soltó un llanto ahogado y tocó con toda su alma.
Otro músico también lloró cuando le pedí que me diera el título la canción que para el representara el final de la guerra entre los israelíes y palestinos.
No crean, no me gustan que mis entrevistados lloren.
No quiero ubicarlos en un estado de total vulnerabilidad, porque irremediablemente a mi me dan ganas de llorar también.
Y eso sí es incómodo.
Pero en el otro lado, en la acera de los insoportables, uno que recuerdo con claridad fue un chef.
El tipo tenía o tiene, no lo sé, un programa en la televisión nacional, además de unos cuantos restaurantes.
Al momento de sentarme conmigo fue descortés, paró la entrevista varias veces para darme consejos de lo que debía preguntarle, atendía llamadas, saludaba y me dejó sola, volvió a hablarme con un aire de gran divo, hasta que no pude más.
Cometí el gran error de mi vida, pero no me arrepiento.
Me paré de la mesa.
-La entrevista terminó.
Le dije.
Su voz, por supuesto, fue irónica.
-¡Qué bello! Una periodista con mal humor.
-No me pagan para aguantar insoportables.
En una pelea más reciente, uno de esos directores de un grupo de baile no le gustó lo que escribí y convocó una rueda de prensa.
Su idea era humillarme delante de otros colegas, porque me dejó para el final para reclamarme, mientras me apuntaba con su dedo, lo poca cosa que era.
Tan impulsiva yo, no sé como no lo maté.
-¡Ahora puedes hablar!
No me dijo, me ordenó.
-Primero, a mi no me hables como si fuera una de tus alumnas de la danza, segundo vas borrando ese tonito de pedante porque yo no escribí nada que fuera mentira.
El tipo iba a la carga una vez más y lo paré en seco.
-¡A mi me respetas!
-¡Yo puedo decir lo que quiero!
-Pero no de esa forma. El único que me hablaba así era mi papá y murió de cáncer hace dos años. No te lo voy a permitir a ti.
Toda la sala quedó en silencio.
No sé si esas acciones me hacen mejor o peor periodista, pero mi mamá me enseñó a no aguantar malos tratos.
Igual amo está profesión.
Masoquismo puro.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Anatomía de un guayabo (y II)

-No quiero que me malinterpretes. Te pregunté en esa oportunidad si a pesar de conocer todos los ciclos por los que tienes que pasar, desde el momento en que sabes que te enamoraste, hasta el día en que te das cuenta que todo termina, y entras en ese maluco guayabo querías, aún así, a pesar de todo el lío...¿enamorarte? Lo digo porque sin duda, no puedo negarlo, ¡Vale la pena! Sí, sí, no creas que estoy loca. Chama, lo mejor del final, no es que quiera insistir en este sentimiento pesimista, pero lo mejor del final es terminar bien con tu ex. No, creas, pasa mucho y no es malo. O en un caso hipotético al menos no quedar con un sentimiento de odio porque si se da ese caso, quedar herida de rencores, tú serías la perdedora ¿Y no queremos perder verdad? En mi caso, mi última ex me montó tantos los cuernos, que ese debe ser el motivo por el que ahora se me cae más el cabello...¡No te rías! ¡Es verdad! Aquello fue una carnicería del engaño, lo mínimo que ella se merecía de mi parte era que

El momento de la despedida o hasta aquí llega esta echadera de cuentos

Yo pensé que esto iba a ser muy fácil. Acaricié muchas veces la idea de llegar a este momento porque estaba loca por cerrar este ciclo que comenzó hace mucho tiempo. Prometí despedirme en la entrada 200 pero los tiempos se fueron alargando y me tocó, como muchos otros, salir de mi país. Al llegar a Lima dejé de lado el blog porque no tenía la paciencia, las ganas y la fuerza de voluntad para seguir empujando las historias. Emigrar me sumió en una especie de depresión pasiva (si esto de verdad existe) y me quitó por mucho tiempo las ganas de escribir, pero esos cuentos son para otro momento. Comencé a escribir por acá, si no me equivoco, en el año 2013.   Lo abrí tiempo después de llegar a Puerto Ordaz luego de vivir 13 años en Maracay, donde me fui a estudiar comunicación social. Llegué a Puerto Ordaz con el corazón roto porque había dejado al amor de mi vida en esa ciudad, con la promesa de regresar juntas muy pronto. Nunca ocurrió. El blog nació como una forma de sacar toda esta frus

El fin del caos (y III)

 -No creo que te sirva este pantalón. Me dijo David sosteniendo en la mano un jean de su hermana, dos tallas menor a la mía. -¿No habrá algo más? Tardó un rato más en buscar y esta vez llegó con una larga falda amarilla llena de pliegos, lazos y lentejuelas de colores, una prenda que jamás en mi vida sobria y sensata hubiera utilizado.  No hace falta acotar que este no era el momento más sensato de mi vida. Una vez más. -Pero me la tienes que regresar rápido, es la falda favorita de mi mamá. La tierna advertencia de David junto a su disposición de ayuda, me hizo callar cualquier queja inútil en una situación donde no tenía muchas salidas. Tampoco quería seguir hablando de la noche anterior, pero David me empujaba. -¿Qué le pasó a tu pantalón? ¿Le hiciste el sexo oral a esta chama? Sin él saberlo, las dos respuestas a sus preguntas tenían una relación directa.  Le conté como en sueños me dejé llevar hasta el sofá.  Observé como mi amiga abría las piernas ante mí con sus manos guiando mi