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Mostrando entradas de 2016

Simón Díaz con alusinógenos

Debajo de mis pies cristales molidos. Mis cortos pasos agrietan  los rectángulos de vidrios que apuran para tragarme a un vacío inexplicable. A mi alrededor una sincronía de puertas  que bailan burlándose de mi destino. Sé a dónde voy pero no encuentro la salida. Todo da vueltas y vueltas y vueltas. Suena el ¡crac! líquido del único sostén entre el piso y mi peso. Me arrodillo ante lo inevitable. Voy a morir, caeré como un juguete roto. Río para que los demás escuchen a lo lejos el eco de mis sombras. Seré de una vez por todas  mi pasado y mi presente. Me liberaré de mi tortura, este es el final que he buscado siempre. Caigo, caigo profundo en la letanía de un vacío. Por fin volaré. -¿Qué coño te pasa Mawa? Mónica me observa con una carcajada clavada en la garganta. Es una gigante, una mujer con cuatro grandes extensiones simulando unos brazos gelatinosos. -Busco el baño... -¿Y qué coño haces arrodillada en el piso? -¡No te muevas que se va caer! N

Aburrida a lo cinema verité

-¿No te parece que la mirada cinematográfica de Truffaut está plagada de ideogramas oníricos? Ante la pregunta pongo cara de total interés mientras busco en mi memoria el significado de "ideogramas", "onírico", pero me encuentro totalmente paralizada del terror al no poder localizar al tal Truffaut. Asumo que es un director de cine y cómo la interrogante da para un sí o un no, me voy por lo sencillo. -Ahora que lo mencionas...¡Sí! No lo había pensado hasta ahora, pero sí...es onírica. -Pero yo prefiero el juego surrealista de Buñuel, aunque no creas Mawa, "El perro andaluz" su película más famosa, no simboliza ni un apículo de su vasta tortura en su lucha contra su aséptica beatería, aunque se acompañara de Dalí y García Lorca. ¿No crees? Necesito con urgencia que alguien me pegue un tiro entre los ojos. Si esta reunión representa el modelo a seguir de mi madurez, quisiera retroceder el tiempo a mis fiestas de mucho alcohol y charlas desprevenidas so

¡Bienvenidos a la farándula!

Ella ríe con tanta fuerza plástica que todos volteamos a verla. Es imposible no reconocer a la chica mala de las telenovelas, la eterna contrafigura que hace la vida difícil a la protagonista por el amor del galán de turno. Tiene una belleza forjada a pulso: gimnasio, sauna, masajes y sin falta, peluquería cada semana para retocar su rubia melena que combina con su apellido inglés. A su lado, otra actriz conocida por sus desnudos llamados artísticos en las revistas de porno ligero, amante de las selfies y las fotografías tomadas en aparente descuido, vegetariana por moda, conversa con ella mientras los hombres revolotean a su alrededor.   Muy cerca de ellas, otra actriz ofrece una entrevista con cara de desgano. Le aburren las preguntas sobre su vida privada -no tan privada- porque lo que ella quiere es decirle al periodista su opinión sobre la política venezolana, el calentamiento global o comentar sobre su nueva obra de teatro en la que se mete en la piel de Frida Kahlo.

Anatomía de un guayabo

-Chama lo primero es aceptar que vas a estar jodida por un buen rato. El tiempo de duración del dolor es proporcional a cuánto te entregaste a él, o a ella en este caso. Aunque te hayan montado los cachos hasta con tu mejor amiga vas a recordar los mínimos detalles cursis: que si aquella vez robó una cayena en una casa ajena y te la regaló, que otra vez agarró una piedra a la orilla de la playa y te metió la labia de que la conservaras porque era una fecha especial, o aquel día en el que convirtió un pedazo de papel en un anillo de compromiso. Vas a suspirar por esas veces, vas a buscar en tu cartera la bendita piedra, te pondrás ese anillito de papel y vas a llorar hasta que te duela el estómago. Entonces vas empezar a buscarla en las redes sociales, si tiene todo bloqueado, vas a crear perfiles falsos para ver si cae y te acepta, intentarás con alguno de sus amigos, y quizás, si tienes tan mala suerte, encontrarás una foto de tu ex con su nueva pareja. Otra vez a llorar, porque esa c

Caos familiar

No podía creer que alguien pudiera morirse de amor como en las canciones de Amanda Miguel, pero mi tía era una experta en sufrimiento. Podía escuchar sus canciones mil veces y lloraba como si el tipo estuviera a su lado, rompiendo sus ilusiones, matando su amor, aunque poco a poco me percaté que mi familia tiene un postgrado en drama. Mi papá era el actor, pero mi familia monta unas escenas que dejarían pálida a Lupita Ferrer. Debe ser por esto de criarse en la época en que las novelas dictaban la pauta de tu vida. No puedes ser normal cuando consumes cinco culebrones al día, escuchas Amanda Miguel y Camilo Sesto en unos años en que ni te podías desahogar en Facebook. En Ciudad Bolívar, donde nací, tienes asegurado al nacer el calor y el machismo, así que cuando tuve uso de razón me prometí visitar a mi familia una vez, o quizás dos veces al año. Podía soportar el calor, pero la actitud de mis tíos de gallitos de pelea era demasiado para mi floreciente ideal feminista que aliment

La casa del pecado (y II)

Esta sensación es agradable. El alcohol corriendo por mis venas como una descarga para desinhibirme. Es como un pinchazo en la punta de mi lengua. -¡Esperen! La morena, mi amor a primera vista, grita. -¿Están seguros de lo que van a hacer? El anfitrión, mi amigo gay, se detiene en seco. Deja de mi pinchar mi lengua con una larga aguja. ¿Cómo llegamos aquí? Poco a poco se aclara mi mente. En algún momento de la noche empezamos a hablar de sexo, nada difícil en esta fiesta. La novia de la morena, habló sin parar de las virtudes de un piercing en la lengua y el sexo oral, mientras mostraba el suyo. La conclusión era que ese pedazo de plástico en la lengua en combinación con buenos movimientos terminaban en explosivos orgasmos. La información llegó hasta la parte menos racional de mi cabeza y decidí, con más de diez cervezas encima, que yo necesitaba un piercing. Convencí a otro borracho sin práctica en esta delicada operación, para que, con un trago de ron, una aguja oxidada

La casa del pecado (I)

-¡Bienvenida! Mawa, te compré las cervezas que te gustan. -No quiero, me estoy desintoxicando. -¿Y esa vaina? -Estoy cumpliendo los pasos de Alcohólicos Anónimos sin ir a una reunión. Quiero evitarme la pena de pararme ante ellos y admitir que tengo un grave problema con la bebida. -Una sola no hace daño. -Tomo una y no paro. -¡Eres tan divertida bebida! -Las primeras diez, después no respondo de lo que hago. ¿Qué otra cosa tienes? -Ummm, Vodka, ginebra, guarapita, ron, un dedo de güisqui,maría, polvo de ángel. -Agua. -¡Aburrida! Déjame ver si tengo, no prometo nada. Venir a esta fiesta es una muy mala idea. Esta casa es un imán para personajes llenos de vicios tan peligrosos como la cocaína, tan fuertes como el alcohol, tan sutiles como la marihuana y por supuesto, el sexo. Todo en esta casa respira sexo. Ahora que cumplo un mes sobria, me preocupa que las puertas estén tan abiertas para mí. El dueño, un gay con tantas historias escabrosas que harían palidecer cualquier

Trilogía de infidelidad (Dicen que a la tercera va la vencida)

Me encantan los programas de crímenes no resueltos. Esos donde el asesino deja una escena macabra, y sale tranquilo porque está seguro que no dejó rastros que lo identifiquen. Después llegan los detectives y van olfateando cada huella, recogen con un hisopo una salpicadura de sangre y empiezan a armar el rompecabezas. Hasta que dan con el sospechoso para enfrentarlo en un interrogatorio que empieza con preguntas generales, y al principio, el criminal siempre niega alguna vinculación. -¡No, nunca estuve en esa casa oficial! ¡No conocía a la víctima! Y ¡Boom! Colocan sobre la mesa las pruebas de ADN que lo atan sin duda a la escena del crimen. Se hace justicia. No pueden resucitar a la víctima pero el victimario queda tras las rejas. Yo ahora me siento como uno de esos detectives. Tengo en mi poder más de diez capturas de pantallas de conversaciones subidas de tono, llamadas de horas de conversación y fotos comprometedoras de mi novia con su ex. La única diferencia entre los i

Trilogía de infidelidad (La segunda)

Duermo. Mi teléfono repica sin parar. Son mensajes privados a mi Twitter de un usuario desconocido. -¿Los cachos no te molestan cuando chocan con el techo? -¡Dicen que cuando los ex vuelven es porque extrañan otra cama! -¡Debes ser muy mala cama porque tu novia me sigue buscando! -¿Sabes que decía ella de ti? -Ella decía que te veías sucia. -¿Quieres pruebas de su infidelidad? -¡Las tengo todas! -Jajajajajajaja -¿Quieres fotos o capturas de conversaciones? -¡Tengo las dos! Jajajajajajaja No reacciono al momento. Dormí toda la tarde aturdida por el cansancio del trabajo, sueño que es un sueño pero para mi pesar, no es así. -¿Quién es? -Te mando la primera prueba. Me llega una imagen de unas piernas conocidas, entre ellas, sus manos tocan un perro al que muchas veces acaricié. La fotografía tiene un vago mensaje sexual. -Ahora te mando la conversación.  Leo peticiones de encuentro furtivos, deseos al desnudo, motes cariñosos, frases tan íntimas que me despiertan compl

Trilogía de infidelidad (Primera parte)

Terraza en el este de Caracas. Una mesa llena de amigos entrañables, para todos menos para mí. No conozco a nadie excepto a mi novia. Me siento como un caracol sin su caparazón, desprotegida y fuera de mi elemento, divagando entre si entrar en una conversación sobre Aruba aunque nunca la haya visitado. Sé que es una isla, hablan inglés, se paga con dólares y por supuesto tiene playas. No, no me interesa Aruba. En una gran pantalla transmiten un juego de la selección venezolana de fútbol y por los gritos de otros entiendo que van perdiendo. Tampoco me importa el partido, en realidad mi atención está centrada en una conversación a escasos metros. Mi novia me da la espalda y habla con una vecina. Lleva una hora ignorándome, metida en un animado intercambio de anécdotas con este gran amiga que me acaba de presentar, por su toma y dame de palabras se conocen muy bien. Demasiado bien para mi gusto. Mis orejas empiezan a arder. En esa parte de mi cuerpo se concentra el frío, la ra

Solo para veganos (y II)

Tengo una sensación áspera en mi garganta. Mis manos empiezan a sudar y miro a todos lados en busca de algo, mientras doy pequeños golpes a mi cabeza. Tengo un bajón de nicotina, uno de los más desesperantes. Llevo ocho horas sin fumar y me siento miserable. No me concentro mientras me hablan y tampoco me importa. Podría fumar una colilla de cigarrillo usada por otra persona y sería feliz. Así de mal estoy, así de terrible es este vicio. Me dijeron que no podía fumar en la hacienda y quiero irme caminando hasta el sitio más cercano para pedir un cigarro y un fósforo, pero no tengo que llegar tan lejos. Cuando se dan cuenta que estoy llegando a un estado casi autista, una voz fuera de este mundo me dice. -Puedes fumar, pero en aquel rincón. Sin hablarle a nadie para que medites sobre ese asqueroso vicio. Esa es la regla. Si la condición hubiese sido que tenía que fumar boca abajo recitando el Padre Nuestro, la hubiera aceptado. En pocos minutos calmo mi ansiedad, mientras un

Solo para veganos (I)

Tengo un hambre inmensa desde hace dos días. -Eres demasiado cerebral, piensa con tu espíritu. -Mi espíritu también pide comida. -Mawarí, definitivamente no estás preparada para esto. Nosotros estamos en otro nivel. Por su comentario, quiero clavarle en el cuello el pincho de berenjena, calabacín, pimentón y cebolla que tengo a la mano, pero es mi único almuerzo, así que no jugaré con la comida de ese modo. Tengo dos días encerrada en una hacienda desayunando, almorzando y cenando solo vegetales, de los cuales no tenía ni idea que existía en la naturaleza. -¿Qué es esta cosa? -Esa cosa se llama Chayota. Miro con suspicacia el plato. -¿Y cómo se ve eso en la vida real? -¡Verde! Como todo lo que deberíamos comer. -Necesito carne en vara. Todos voltean y siento pinchazos de malas miradas a mi alrededor. No les caigo bien a muchos, porque he estado comentando en la mesa mis sueños eróticos gastronómicos repletos de carbohidratos, mientras pico mi carne de soya. Mastico la gra

Lejos de ti

Tus lejanas palabras. Suspiro. Suspiras. En ese silencioso espacio me convencí de cuánto te amaba, y tenía que, de una vez por todas, aceptar la derrota. Debía desempacar la maleta que desde hace mucho tiempo estaba preparada, en espera a tu mínima señal para huir de todos y de todo. Ahora estoy aquí, corriendo sola sin rumbo. Lejos de ti, por favor, lejos de ti. Dejaste estas cicatrices expuestas a la luz y el polvo, y no conforme con esto, exprimías sobre ellas la amarga bilis de tu ausencia. Era el momento de rendirse, por favor, lejos de ti. Lo dije y empezaste a llorar, abriendo la grieta de mi duda. -No quiero que te rindas. -¡Te odio Alejandra! Gasté setecientos treinta días, ocho mil setecientas horas, quinientos veinticinco mil seiscientos minutos y treinta y un mil millones de segundos pensando en ti, y ni el tiempo pudo medir la tortura de tu silencio. Pero mi cuerpo, sí. Si no tenía el vicio de tu olor pegado a mi cuerpo, era necesario buscar

Conejitas de Playboy

Voy caminando con e l corazón latiendo en mi garganta. A lzo e l mentón como e l gesto más seguro de l mundo , aunque las rodi l las me tiemb len cua l ge latina y a mi lado, tenga a un par de buenos amigos como guardaespa ldas. E l objetivo está a unos cuantos metros, es imposib le pasar por a lto las luces de neón a lumbrando toda la ca l le. -En ese sitio no se permite chicas. -¡Qué discriminación! Pienso un segundo. -¿Y si me visto de hombre? -¡Buena idea! Es un chiste.  No pienso disfrazarme para poder entrar a un c lub de strippers, aunque e l lugar es conocido como uno de los mejores de la ciudad, y tenga e l sugerente nombre de "P layboy". Aunque, a decir verdad, la idea me da vue ltas en la cabeza un rato. No soy buena tomando decisiones cuando l levo más de tres horas bebiendo con buenos y ma los amigos. Saco rápidamente la cuenta de mis aventuras, y l lego a la no tan sorprendente evidencia, que siempre soy yo quien inventa a lgo diferente cuando nos