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Trilogía de infidelidad (Primera parte)

Terraza en el este de Caracas.
Una mesa llena de amigos entrañables, para todos menos para mí.
No conozco a nadie excepto a mi novia.
Me siento como un caracol sin su caparazón, desprotegida y fuera de mi elemento, divagando entre si entrar en una conversación sobre Aruba aunque nunca la haya visitado.
Sé que es una isla, hablan inglés, se paga con dólares y por supuesto tiene playas.
No, no me interesa Aruba.
En una gran pantalla transmiten un juego de la selección venezolana de fútbol y por los gritos de otros entiendo que van perdiendo.
Tampoco me importa el partido, en realidad mi atención está centrada en una conversación a escasos metros.
Mi novia me da la espalda y habla con una vecina.
Lleva una hora ignorándome, metida en un animado intercambio de anécdotas con este gran amiga que me acaba de presentar, por su toma y dame de palabras se conocen muy bien.
Demasiado bien para mi gusto.
Mis orejas empiezan a arder.
En esa parte de mi cuerpo se concentra el frío, la rabia y la tristeza, es mi termómetro que mide el grado de mis sentimientos.
En este caso es rabia, una rabia llena de celos.
Alguien trata de sacarme conversación, por eso le dedico una sonrisa de cortesía, asumiendo una falsa posición de prestar atención aunque soy muy mala para disimilar mis sentimientos.
La otra persona desiste de incluirme mientras yo suspiro aliviada.
Sigo prestando atención mientras apuro la cerveza.
Poco a poco voy armando las piezas del rompecabezas de su relación para llegar a una no muy grata conclusión.
Esta amiga es la misma de unas fotos comprometedoras subidas en el Instagram de mi novia, de un viaje pasado lejos de mí.
La cercanía me pareció sospechosa en un primer momento, pero fui etiquetada como loca, celópata y paranoica.
Quizás lo soy, pensé en ese momento, inclinando la balanza de la culpa para este lado.
Punto para mi novia.
Nuestra relación nació por medio de una promesa personal de mejorar mi caracter, ser fiel y entregarme por completo a un nuevo amor.
Pero una cosa es una foto y otra vivir el momento.
No puedes disimular un sentimiento por mucho tiempo porque siempre te traicionará algún detalle, en este caso sus miradas podían iluminar el estadio de fútbol donde jugaba la Vinotinto.
Le toco el hombro y ella voltea con una sonrisa.
-¡Vámonos!
-¿Por qué?
-Tengo sueño.
-Yo no me quiero ir.
-Yo sí. Si no te vienes me voy sola.
-No me quiero ir, si quieres me esperas en el hotel.
La miré largo rato tratando de entender sus palabras.
¿Está hablando en serio?
Voltea y sigue la conversación como si nada.
Analizo mis pocas opciones.
¿Armo una escena de celos? ¿Me quedo sentada disfrutando el espectáculo? ¿Me voy? ¿Miro el juego de fútbol? ¿Hablo de Aruba?
Opto por salir  con la frente en alto sin despedirme de nadie, pero no me voy al momento.
Miro un rato el grupo desde lejos esperando una mínima señal de que ella siga mis pasos, pero no se da por enterada.
Me voy hasta hotel y en el balcón empiezo a fumar sin parar.
Aunque los altos edificios tapan el cielo, busco alguna estrella y pienso en Alejandra.
Lloro de rabia, impotencia, celos.
¡Qué estupida soy!
Yo, que he conocido el amor verdadero, no entiendo cómo y cuándo me empecé a conformar con poco.
Fue en el momento de tu partida Alejandra.
¿Qué haces a esta hora sin mí?
Un carro se detiene frente al hotel y mi novia baja.
Debió pasar unas dos horas.
Me tiro en la cama con la determinación de no abrir la puerta.
Escucho su susurro.
-¡Mawa abre!
-¡Púdrete!
-¡Mawa! Abre la puerta.
-¡Anda con tu amiga!
-¡Odio las escenas! ¡ABRE LA PUERTA!
-¡Duerme en el pasillo!
-¡Dios mío!
Decido que es mejor pelear frente a frente y ella entra molesta pero yo estoy peor.
-¿Qué coño te pasa Mawa?
Escupo el veneno de mis celos, saco lo infame de nuestro pasado, magnifico nuestros problemas, recrimino sin temor, grito en medio de la oscuridad, lanzo un vaso al vacío que representa nuestro noviazgo.
Ella detiene mi manoteo y me lanza a la cama mientras intenta detener mis palabras con besos.
Trata de paralizar mi rabia con caricias fuera de lugar.
-¡No me toques!
-¡Cálmate!
-¡No me calmo una mierda!
-¡Por Dios Mawa!
-Me quedé un rato y hasta bailabas con la tipa súper feliz.
Trata de quitarme la ropa y doy un golpe que da directamente a su cara.
Me detengo en seco.
Disparé un arma.
Vi el cadáver de nuestra relación.








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