-Chama lo primero es aceptar que vas a estar jodida por un buen rato. El tiempo de duración del dolor es proporcional a cuánto te entregaste a él, o a ella en este caso. Aunque te hayan montado los cachos hasta con tu mejor amiga vas a recordar los mínimos detalles cursis: que si aquella vez robó una cayena en una casa ajena y te la regaló, que otra vez agarró una piedra a la orilla de la playa y te metió la labia de que la conservaras porque era una fecha especial, o aquel día en el que convirtió un pedazo de papel en un anillo de compromiso. Vas a suspirar por esas veces, vas a buscar en tu cartera la bendita piedra, te pondrás ese anillito de papel y vas a llorar hasta que te duela el estómago. Entonces vas empezar a buscarla en las redes sociales, si tiene todo bloqueado, vas a crear perfiles falsos para ver si cae y te acepta, intentarás con alguno de sus amigos, y quizás, si tienes tan mala suerte, encontrarás una foto de tu ex con su nueva pareja. Otra vez a llorar, porque esa cara, ese nuevo amor es conocido, seguramente era esa amiga que solo era una nadie cuando ella te comentaba, "¡Si eres mal pensada amor! ¿Cómo vas a creer que me gusta con el cariño de hermana que le tengo?". Y en ese momento te va a entrar una arrechera y marcarás su número, y lo más seguro es que la primera vez te atienda y tú aproveches para insultar, para decirle mentirosa, traidora, infiel, monta cachos y cualquier otra cosa que se te ocurra, y te van a dejar hablando sola porque nadie se aguanta las verdades en la cara...además está con ella. Así que vas a volver a marcar su número y te van a desviar la llamada. No te vas a rendir tan fácilmente porque con unos cuantos palos encima te vas a sentir poderosa para marcar una tercera vez y una cuarta, y una quinta vez hasta que apaguen el teléfono. ¡Ah! ¿Te apagan el teléfono? Tú sabes que no le importas, así que le subirás el volumen a la música, una de esas terribles de despecho y vas a empezar a beber hasta que caigas en un coma por la borrachera, y otra vez a llorar porque recordarás como a ella le gustaba esa canción, como a ella le gustaba que le hicieras cariño...pero está con otra. Vas a volver a repetir su sonrisa tímida que tanto te gustaba...pero es otra quien lo disfruta.Tendrás esta mezcla de sentimientos entre amor y odio y no sabrás cómo lidiar con eso, así que vas y le escribes mensajes, de esos bipolares, locos sin pies ni cabeza, porque en uno dices que no soportas toda la traición pero que no puedes olvidarla. Le dirás también que ahora sí todo cuadra, que aquella vez en la que te dijo que iba a casa de su mamá fue a verse con ella, exigirás explicaciones, darás tú explicaciones ¿Por qué? Es que te sientes culpable, porque seguramente cuando te terminó no te echó la culpa de frente, pero te asomó la posibilidad. Así que darás unas idiotas explicaciones, la culparás y te culparás, le pedirás una oportunidad para verse aunque sea por última vez, y como la otra persona, escúchame bien, como tu ex tendrá curiosidad, o un sentimiento de culpa, o un ego del tamaño de Brasil aceptará el compromiso de verte. Ese día, aunque la cita sea a las 8:00 de la noche, te vas a despertar de madrugada pensando en qué vas a decir, en cómo vas a vestirte. ¿Sexy? ¿Recatada? ¿Con su ropa favorita? ¿Con TU ropa favorita pero no la de ella? ¿Te colocas perfume o no? ¿Qué le dices? Te comes las uñas, piensas una y otra vez lo que hablarán para no ser totalmente agresiva pero si firme, porque la verdad es que te mueres por una segunda oportunidad, pero no quieres mostrarte vulnerable o fácil, además...¡te hizo daño! Así que por fin se ven y te das cuenta que ni siquiera en esa ocasión llega temprano. Ella te abraza con cariño y tú vas a empezar a gaguear, y ella quizás empezará a decir que era lo mejor para las dos, que la relación no servía y que está dispuesta a ser tu amiga. ¿AMIGA? Lógicamente te molestarás y le dirás que que no, que tú todavía la deseas, en tu guion no estaba llorar pero vas a empezar a llorar y saldrá la versión patética que estabas evitando a toda costa, y en menos de lo que piensas, te encontrarás suplicando por una oportunidad, lo que quiere decir que tu dignidad la perderás completamente. Ella te sostendrá las manos, pondrá ojos de falso dolor y dirá que lo único que puede ofrecerte es su amistad, aunque ahora que te ve después de tanto tiempo estás más flaca, más linda y hueles bien. Si es una mala persona como llegaste a la conclusión en tus momentos lúcidos, te dirá que se acuesten otra vez, y si rescatas un poco de esa dignidad perdida dirás que no. Se despedirán, irás a una licorería, comprarás el alcohol que más acelere el despecho, llegarás a tu casa o visitarás a tus amigos y repetirás todo el ciclo una y otra vez, la piedra, los mensajes, las llamadas, la intensidad de rebobinar el pasado como una historia sin fin. Hasta que, escúchame bien, hasta que un día, quizás en unos meses, quizás en un año, te despertarás y no sentirás nada, no estará en tu mente y lo más probable es que cualquier día más tarde o más temprano te tropieces con ella y llegue a ti una revelación: no la amas, no la odias, no la extrañas, no la nada. Piensas que ni siquiera era tu tipo de mujer, nunca tuvo detalles que de verdad te llenaran y te reirás por dentro, y de seguro ella te invitará a un café y mentirás y dirás que sí, y se despedirán con un abrazo cálido, sincero, esa clase de detalles que viven dos personas que en una época ya muy lejana compartieron algo, y cuando te des la vuelta, ya ni te acordarás de la conversación...Ahora, después de escuchar todo esto...¿estás segura que te quieres enamorar y pasar por todo eso?
Me lamía y chupaba el cuello con una furia carnosa tan intensa que me provocaba mareos, además de un puntazo de dolor. Él estaba sentado en la esquina de un sofá horrorosamente cutre tapizado con flores silvestres. Yo, sentada encima de él, buscaba rabiosamente que esas manos tocando mis senos por debajo de la blusa, sus dientes pegados a mi cuello como un pitbull en celo o su evidente erección por encima del pantalón, prendieran alguna mecha de deseo en mí, pero era imposible. En cambio, mientras él intentaba por todos los medios complacerme con caricias salvajes y torpes, yo me entretenía guardando todos los detalles del apartamento 4B. Una máquina de hacer ejercicios abandonada en un rincón, un equipo de sonido lleno de polvo, una mesita cerca de la puerta de salida abarrotada de fotos familiares, muñequitos de porcelanas, una biblia abierta, una pipa de marihuana, las llaves de la casa. A mi espalda la cocina iluminada. Frente a mí, una pared que en su mejor momento fue blanca,
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