Ir al contenido principal

Conejitas de Playboy

Voy caminando con el corazón latiendo en mi garganta.
Alzo el mentón como el gesto más seguro del mundo, aunque las rodillas me tiemblen cual gelatina y a mi lado, tenga a un par de buenos amigos como guardaespaldas.
El objetivo está a unos cuantos metros, es imposible pasar por alto las luces de neón alumbrando toda la calle.
-En ese sitio no se permite chicas.
-¡Qué discriminación!
Pienso un segundo.
-¿Y si me visto de hombre?
-¡Buena idea!
Es un chiste. 
No pienso disfrazarme para poder entrar a un club de strippers, aunque el lugar es conocido como uno de los mejores de la ciudad, y tenga el sugerente nombre de "Playboy".
Aunque, a decir verdad, la idea me da vueltas en la cabeza un rato.
No soy buena tomando decisiones cuando llevo más de tres horas bebiendo con buenos y malos amigos.
Saco rápidamente la cuenta de mis aventuras, y llego a la no tan sorprendente evidencia, que siempre soy yo quien inventa algo diferente cuando nos aburrimos.
Pero vestirme de hombre o copiar maneras masculinas sería demasiado para mí.
Es mi particular conato de homofobia, ese que indica que una mujer debe verse como una, aunque le guste lo que le guste. 
Si yo cruzo esa barrera, lo único que pienso es ¿y si se entera mi mamá?
-¿Cómo se va a enterar Mawa?
-¡Mi mamá lo sabe todo!
Estamos en lo más alto de un edificio propiedad de un amigo, a pocos metros del Playboy, así que si sumamos dos más dos, llegamos al resultado previsto...quería ver un par de strippers antes de irme a mi casa.
Todos me apoyaron, pero tenemos ese pequeño problema para entrar al club.
Esa norma, según mis amigos, es una forma de protección para bloquear el paso a esposas celosas y que hagan un show a algún marido infiel.
-¡Tengo una idea Mawa!
-Escucho.
-Debes entrar como si fueras una fulana más.
-¿Cómo así?
-Vestida muy sexy...¿Cómo decirlo? Bien putica.
-Pero no tengo más ropa...
-Como estás ahora es perfecto.
-¡Idiota!
Voy con el corazón agarrotando mi garganta.
Miro las luces de neón que se acercan cada vez más y la entrada del club.
-Camina como una diva Mawa, con seguridad.
Me susurra uno de mis amigos.
Tres inmensos hombres de seguridad vigilan una cola en la entrada principal, mientras revisan documentos de identidad.
Observo que por otro lado, varias mujeres entran sin mayor problema.
Tienen pinta de cobrar muy caro por una noche, con unos vestidos tan minúsculos y transparentes, que no deja dudas que debajo de ellos solo hay piel.
Me meto en esa fila y bajo mi blusa hasta exagerar el escote.
No es ni por mucho la mejor, pero es mi única arma.
Pongo cara -creo yo- de mujer experimentada en cuatro plazas, de malota, de lo que sea con tal de entrar.
El seguridad me mira los senos y sin más me deja pasar. 
Cuando abren la pesada puerta, un ruido frío me pega directamente en la cara y me toma unos segundos acostumbrarme en la erótica semi oscuridad.
No hay mucho espacio para caminar, la tarima ocupa el protagonismo y en ella, una morena acaricia sus senos mientras intenta besarlos.
Hay dos tubos para el poledance y ella está recostada en uno mientras baja lentamente al ritmo de la música.Varios hombres tiran billetes de alta denominación.
Mis amigos llegaron a mi lado.
-¿Tenemos dinero?
-Yo no.
-Yo tampoco.
-Creo que me alcanza para una cerveza.
Pero la acción no estaba solo en la tarima.
"Playboy" había colocado delicados y preciosos sofás por todo el lugar, para que los hombres pudieran disfrutrar del espectáculo desde todos los ángulos, pero la mayoría de ellos estaban entretenidos en otras cosas.
Mujeres semidesnudas bailaban encima de ellos, adoptando las poses más inverosímiles, mientras ellos tocaban hasta donde los dejaran y bebían whisky.
En la tarima, la morena estaba desnuda y gravitaba boca abajo en el pole con las piernas totalmente abiertas.
Mi amigo apuntó un comentario.
-¡Mira! ¡Una clase de anatomía! Puedo verle hasta los ovarios. ¡Ay no! ¡Qué asco! Vámonos.
-Deja de ser tan gay.
A la morena, le siguió una falsa rubia con cara de fastidio. En el fondo una canción de Madonna que destrozó con un vulgar movimiento de caderas.
-¡Qué manera de joderme una canción que me gusta! Perdón, que me gustaba.
-¿Estas son las conejitas de Playboy?
-Sí.
-¡Qué decepción!
-¿Qué esperabas Mawa? ¿A Demi Moore?
Para nuestro despecho, tomamos muchas cervezas más hasta que nos cansamos de tanto roce fingido.
Nos fuimos caminando de regreso a su casa.
-¿Sabes lo que más me impactó? Que pudiera entrar así como si nada.
-¿Y?
-¿Me veo como una...? Ustedes saben...
-¿Una puta?
-Ajá.
-¡Noooo! ¡Claro que no!
Silencio.
-Aunque...
-Vamos a dejarlo hasta aquí.
 
 

 
 
  

 
  
 
 

   


 



Comentarios

Entradas populares de este blog

Anatomía de un guayabo (y II)

-No quiero que me malinterpretes. Te pregunté en esa oportunidad si a pesar de conocer todos los ciclos por los que tienes que pasar, desde el momento en que sabes que te enamoraste, hasta el día en que te das cuenta que todo termina, y entras en ese maluco guayabo querías, aún así, a pesar de todo el lío...¿enamorarte? Lo digo porque sin duda, no puedo negarlo, ¡Vale la pena! Sí, sí, no creas que estoy loca. Chama, lo mejor del final, no es que quiera insistir en este sentimiento pesimista, pero lo mejor del final es terminar bien con tu ex. No, creas, pasa mucho y no es malo. O en un caso hipotético al menos no quedar con un sentimiento de odio porque si se da ese caso, quedar herida de rencores, tú serías la perdedora ¿Y no queremos perder verdad? En mi caso, mi última ex me montó tantos los cuernos, que ese debe ser el motivo por el que ahora se me cae más el cabello...¡No te rías! ¡Es verdad! Aquello fue una carnicería del engaño, lo mínimo que ella se merecía de mi parte era que

El fin del caos (y III)

 -No creo que te sirva este pantalón. Me dijo David sosteniendo en la mano un jean de su hermana, dos tallas menor a la mía. -¿No habrá algo más? Tardó un rato más en buscar y esta vez llegó con una larga falda amarilla llena de pliegos, lazos y lentejuelas de colores, una prenda que jamás en mi vida sobria y sensata hubiera utilizado.  No hace falta acotar que este no era el momento más sensato de mi vida. Una vez más. -Pero me la tienes que regresar rápido, es la falda favorita de mi mamá. La tierna advertencia de David junto a su disposición de ayuda, me hizo callar cualquier queja inútil en una situación donde no tenía muchas salidas. Tampoco quería seguir hablando de la noche anterior, pero David me empujaba. -¿Qué le pasó a tu pantalón? ¿Le hiciste el sexo oral a esta chama? Sin él saberlo, las dos respuestas a sus preguntas tenían una relación directa.  Le conté como en sueños me dejé llevar hasta el sofá.  Observé como mi amiga abría las piernas ante mí con sus manos guiando mi

El momento de la despedida o hasta aquí llega esta echadera de cuentos

Yo pensé que esto iba a ser muy fácil. Acaricié muchas veces la idea de llegar a este momento porque estaba loca por cerrar este ciclo que comenzó hace mucho tiempo. Prometí despedirme en la entrada 200 pero los tiempos se fueron alargando y me tocó, como muchos otros, salir de mi país. Al llegar a Lima dejé de lado el blog porque no tenía la paciencia, las ganas y la fuerza de voluntad para seguir empujando las historias. Emigrar me sumió en una especie de depresión pasiva (si esto de verdad existe) y me quitó por mucho tiempo las ganas de escribir, pero esos cuentos son para otro momento. Comencé a escribir por acá, si no me equivoco, en el año 2013.   Lo abrí tiempo después de llegar a Puerto Ordaz luego de vivir 13 años en Maracay, donde me fui a estudiar comunicación social. Llegué a Puerto Ordaz con el corazón roto porque había dejado al amor de mi vida en esa ciudad, con la promesa de regresar juntas muy pronto. Nunca ocurrió. El blog nació como una forma de sacar toda esta frus