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Trilogía de infidelidad (Dicen que a la tercera va la vencida)

Me encantan los programas de crímenes no resueltos.
Esos donde el asesino deja una escena macabra, y sale tranquilo porque está seguro que no dejó rastros que lo identifiquen.
Después llegan los detectives y van olfateando cada huella, recogen con un hisopo una salpicadura de sangre y empiezan a armar el rompecabezas.
Hasta que dan con el sospechoso para enfrentarlo en un interrogatorio que empieza con preguntas generales, y al principio, el criminal siempre niega alguna vinculación.
-¡No, nunca estuve en esa casa oficial! ¡No conocía a la víctima!
Y ¡Boom!
Colocan sobre la mesa las pruebas de ADN que lo atan sin duda a la escena del crimen.
Se hace justicia.
No pueden resucitar a la víctima pero el victimario queda tras las rejas.
Yo ahora me siento como uno de esos detectives.
Tengo en mi poder más de diez capturas de pantallas de conversaciones subidas de tono, llamadas de horas de conversación y fotos comprometedoras de mi novia con su ex.
La única diferencia entre los investigadores de la televisión y mi persona, es que ellos siempre están felices al tener todo eso en sus manos.
Yo estoy abatida, derrotada, triste y muy molesta.
Miro la lluvia a través del parabrisas maquinando el mejor momento para comenzar con el interrogatorio.
Mi novia va cambiando emisoras mientras conversa animada.
-¿Dónde me vas a llevar a cenar?
Sonrisa fingida número 1.
-¡Es una sorpresa!
-¡Nuestro primer día de los enamorados juntas!
Sonrisa forzada número 2.
-¡SI! ¿Quién lo iba a pensar?
-¿Me compraste algo?
Sonrisa ya desinflándose.
-¡Otra sorpresa!
¿Qué sentimientos tendrán los policías cuando están frente a un asesino en serie? ¿Les dará ganas de golpearlo?
¿Qué haré yo con este cúmulo de rabia que empieza a subirme a la cabeza?
El tráfico está pesado, no avanzamos.
Llueve más fuerte.
Clavo las uñas en el volante.
-¿Hace cuánto no hablas con tu ex?
Lo digo en el tono más casual que puedo calcular.
La agarro desprevenida.
-¿Ah?
-¿Desde cuándo no hablas con Mariana?
-¡Hace muchísimo tiempo! ¿Por qué?
-Curiosidad...¿Cuánto es muchísimo tiempo?
-No sé Mawa, el año pasado.
Prueba etiquetada número 3: hace una semana hablaron hasta las siete de la mañana, un total de cinco horas.
-¿Quiere decir que este año no se han comunicado?
-No Mawa, ¿A qué viene el interrogatorio?
-¿Ni un mensaje?
Volteo a verla.
Ella trata de recomponer su cara pero puedo oler su miedo.
Tartamudea.
-¡Ah sí! Me...mandó...me envió un mensaje tonto...preguntándome cómo estaba.
-¿Eso es todo?
-Es todo.
Prueba empacada número 1: mensajes llenos de ternura.
-¿Así que ni siquiera te ha llamado?
-Eres una celosa, no puedo creer que quieras pelear en este día. ¡Estoy harta que siempre busques pelear!
-Voy a preguntarlo por última vez...¿Solo ese mensaje?
-¡No Mawa! También me escribió después sus tonterías de volver juntas y yo le dije que estaba feliz contigo.
-¡Qué bueno que ya estás recordando!
-¡No sé nada de ella y no quiero hablar contigo!
-Yo sí quiero hablar, y te voy a refrescar la memoria.
Saco el teléfono, voy a las capturas y empiezo a leer.
Me meto en el papel y leo con intención sus mensajes, simulo sus voces, entro en los personajes mientras le muestro que tengo en la mano.
La miro a los ojos en silencio y ella está temblando de terror.
-¿ME LO VAS A SEGUIR NEGANDO?
Paso el semáforo y hundo el pie en el acelerador, llego rápido a los 140 kilómetros por hora.
-¡Mawa nos vamos a matar!
-¡No! ¡No! Tú mataste esto. Con tus mentiras, eres una de las peores cosas que me ha pasado, te burlaste de mí. ¡Mientes y mientes! ¿Qué coño haces conmigo? ¿Cómo me haces esto?
No bajo la velocidad y ella no para de llorar, en pocos minutos llego frente a una plaza llena de gente y me estaciono.
Ella suplica, implora, balbucea lo de siempre.
-No es lo que crees Mawa, solo hablaba con ella para cerrar ese ciclo.
-Sigues mintiendo, ¡qué descarada eres!
-Es verdad, ¡yo te quiero Mawa! ¡No me dejes!
-BÁJATE DEL CARRRO
-¡No! ¡No me dejes! Me arrodillo y te pido perdón.
-Bájate o lo hago a la fuerza.
Ella busca la llave en el contacto y comenzamos un forcejeo que nos deja arañazos.
-¡Me haces daño Mawa!
-¡Eres lo peor! ¡No te quiero ver más!
-¡Dame una oportunidad!
La gente pasa a nuestro lado y dos policías en bicicleta se detienen delante de nosotras con curiosidad.
Decido irme de allí.
140 kilómetros de regreso pasando semáforos en rojo.
Al no poder negar nada, ella no para de justificar acciones, de prometer que la dejará.
En este caso el asesino confiesa que existen unos autores intelectuales, que ella solo apretó el gatillo pero que los demás tenían motivos suficientes para el crimen.
Y como otros fueron los que movieron los hilos, ella nunca más caerá en las trampas que le tiendan.
Quiere pagar su penitencia arrodillándose, mostrando un amor y fidelidad que nunca antes había profesado.
Su caso va a juicio y un jurado escucha sus alegatos.
-¡Dame una oportunidad Mawa! ¡Te voy a demostrar cuanto te quiero!
Llegan con el veredicto.
Inocente.
A pesar de las contundentes pruebas.
-Dame esta noche para pensarlo.
-¡Mawa te quiero!
-No me digas nada. Dame esta noche para pensarlo.
Al estar libre, el victimario se comporta como un ser ejemplar durante unos meses, pero las malas conductas nunca se terminan.
Pronto, volverá a atacar.
Si te engañan una vez es culpa de ella, si te engañan dos o tres, es tu culpa.









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