No podía creer que alguien pudiera morirse de amor como en las canciones de Amanda Miguel, pero mi tía era una experta en sufrimiento.
Podía escuchar sus canciones mil veces y lloraba como si el tipo estuviera a su lado, rompiendo sus ilusiones, matando su amor, aunque poco a poco me percaté que mi familia tiene un postgrado en drama.
Mi papá era el actor, pero mi familia monta unas escenas que dejarían pálida a Lupita Ferrer.
Debe ser por esto de criarse en la época en que las novelas dictaban la pauta de tu vida.
No puedes ser normal cuando consumes cinco culebrones al día, escuchas Amanda Miguel y Camilo Sesto en unos años en que ni te podías desahogar en Facebook.
En Ciudad Bolívar, donde nací, tienes asegurado al nacer el calor y el machismo, así que cuando tuve uso de razón me prometí visitar a mi familia una vez, o quizás dos veces al año.
Podía soportar el calor, pero la actitud de mis tíos de gallitos de pelea era demasiado para mi floreciente ideal feminista que alimentaba con las lecturas de Simone de Beauvoir y aderezaba con las historias eróticas de Anais Nin.
Inventaba mil y un excusas para no pisar Ciudad Bolívar, pero era inevitable no pasar el fin de año en la casa de mi abuela, con mi corte de tíos, primos, vecinos y otros desconocidos que siempre pasaban para echarse un palo de ron.
Mi sueño más recurrente era pararme frente a todos el 31 de diciembre, a cinco pa la doce, a nada del cañonazo y solicitar un brindis.
-Abuela, tíos, tías, primos, vecinos borrachos todos. Me encanta tenerlos aquí porque tengo un anuncio muy importante...No, no me voy casar...No, no estoy embarazada...Es para decirle que soy lesbiana...¡FELIZ AÑO!
No he tenido los ovarios para el anuncio, y quizás por ese motivo tenía dos años sin verlos.
Pero las desgracias siempre persiguen al inocente.
-Tu tía va a cumplir 50 años.
-Sí, ya la felicité.
-Tienen preparada una parrilla.
-¡Qué chévere!
-Todos quieren que vayas Mawa. Tienes mucho tiempo sin ver a tu familia.
Dudé.
Tenía menos de un minuto en crearme una excusa perfecta.
Piensa, piensa Mawa.
-¡Qué chéveve!
-Me gustaría que me acompañaras Mawa.
No tenía corazón para decirle que no a mi mamá, además ¿qué podía salir mal?
Las personas cambian, quizás ya no sean todos tan dramáticos, el machismo ya pasó de moda, quizás, quizás la del problema soy yo.
Tres horas después, en la fiesta, uno de mis tíos toma el micrófono.
La lengua trabada por media botella de ron.
-Y buenooooo...un saludo especiaaaal a mi sobrina bella, la licenciada Mawarí Basanta, la periodista de la farándulaaaa...Mawaaa, ven pa acá y hazme una entrevista.
Cincuenta personas entre conocidos y desconocidos me acribillan con la mirada.
Miro al piso, me hago la loca.
-Acércateeee y di unas palabras Mawa...¡Ella es tímida! Vamos a ver sobrina para cuando los muchachos, hay que sacarle cría a esa muchacha.
¿Será que puedo caminar hasta perderme en la noche?
Pienso que es mejor no prestarle atención y mirar a otro lado, pero en ese momento otro de mis tíos con media botella de güisqui entre pecho y espalda se sienta encima de la torta y luego cae de boca.
El caos.
Sale gritando todo el mundo, sangre en la mesa, llanto de niños, la esposa pidiendo el divorcio, mi tío preocupado por los mensajes sin borrar en su celular, mi abuela que lo guarda, la parrilla que se quema, el grupo de vallenato esperando el turno para un concierto, una tía vomitando en el baño, la cumpleañera que arregla lo que queda de torta, un desconocido roba la botella de ron.
Para tratar de no meterme en esta situación, me tiro en una cama para olvidarme de todo.
Alguien me toca la pierna.
-Dale la cama a tu tío.
-¡No! Ya me acosté aquí, que se vaya para otro lado.
-Él no está acostumbrado a dormir sin aire acondicionado.
-¿Y YO SI TENGO QUE DORMIR EN EL CALOR? ¡No puedo con esta preferencia con los hombres! ¡No puedo con esta familia! ¡No los soporto a ninguno! ¡Odio Ciudad Bolívar!
Al día siguiente, me despido de mi familia con una emoción propia de los presos cuando salen de la cárcel.
-¿Cuándo te vemos Mawita?
-Pronto, pronto.
-¿Este diciembre vas a venir?
-Vamos a ver.
-Prométeme que vas a estar...anda Mawita.
Piensa, piensa.
Menos de un minuto para analizar opciones: vivo lejos de la zona, no tengo dinero, no me dejan salir de mi trabajo, puede ser que me vaya del país.
Algo.
Cualquier cosa con tal de no pasar otra vez por lo mismo.
¿Qué diría Simone de Beauvoir?
Mi boca se movió sola.
-Sí abuela, se lo prometo. Nos vemos en diciembre.
Podía escuchar sus canciones mil veces y lloraba como si el tipo estuviera a su lado, rompiendo sus ilusiones, matando su amor, aunque poco a poco me percaté que mi familia tiene un postgrado en drama.
Mi papá era el actor, pero mi familia monta unas escenas que dejarían pálida a Lupita Ferrer.
Debe ser por esto de criarse en la época en que las novelas dictaban la pauta de tu vida.
No puedes ser normal cuando consumes cinco culebrones al día, escuchas Amanda Miguel y Camilo Sesto en unos años en que ni te podías desahogar en Facebook.
En Ciudad Bolívar, donde nací, tienes asegurado al nacer el calor y el machismo, así que cuando tuve uso de razón me prometí visitar a mi familia una vez, o quizás dos veces al año.
Podía soportar el calor, pero la actitud de mis tíos de gallitos de pelea era demasiado para mi floreciente ideal feminista que alimentaba con las lecturas de Simone de Beauvoir y aderezaba con las historias eróticas de Anais Nin.
Inventaba mil y un excusas para no pisar Ciudad Bolívar, pero era inevitable no pasar el fin de año en la casa de mi abuela, con mi corte de tíos, primos, vecinos y otros desconocidos que siempre pasaban para echarse un palo de ron.
Mi sueño más recurrente era pararme frente a todos el 31 de diciembre, a cinco pa la doce, a nada del cañonazo y solicitar un brindis.
-Abuela, tíos, tías, primos, vecinos borrachos todos. Me encanta tenerlos aquí porque tengo un anuncio muy importante...No, no me voy casar...No, no estoy embarazada...Es para decirle que soy lesbiana...¡FELIZ AÑO!
No he tenido los ovarios para el anuncio, y quizás por ese motivo tenía dos años sin verlos.
Pero las desgracias siempre persiguen al inocente.
-Tu tía va a cumplir 50 años.
-Sí, ya la felicité.
-Tienen preparada una parrilla.
-¡Qué chévere!
-Todos quieren que vayas Mawa. Tienes mucho tiempo sin ver a tu familia.
Dudé.
Tenía menos de un minuto en crearme una excusa perfecta.
Piensa, piensa Mawa.
-¡Qué chéveve!
-Me gustaría que me acompañaras Mawa.
No tenía corazón para decirle que no a mi mamá, además ¿qué podía salir mal?
Las personas cambian, quizás ya no sean todos tan dramáticos, el machismo ya pasó de moda, quizás, quizás la del problema soy yo.
Tres horas después, en la fiesta, uno de mis tíos toma el micrófono.
La lengua trabada por media botella de ron.
-Y buenooooo...un saludo especiaaaal a mi sobrina bella, la licenciada Mawarí Basanta, la periodista de la farándulaaaa...Mawaaa, ven pa acá y hazme una entrevista.
Cincuenta personas entre conocidos y desconocidos me acribillan con la mirada.
Miro al piso, me hago la loca.
-Acércateeee y di unas palabras Mawa...¡Ella es tímida! Vamos a ver sobrina para cuando los muchachos, hay que sacarle cría a esa muchacha.
¿Será que puedo caminar hasta perderme en la noche?
Pienso que es mejor no prestarle atención y mirar a otro lado, pero en ese momento otro de mis tíos con media botella de güisqui entre pecho y espalda se sienta encima de la torta y luego cae de boca.
El caos.
Sale gritando todo el mundo, sangre en la mesa, llanto de niños, la esposa pidiendo el divorcio, mi tío preocupado por los mensajes sin borrar en su celular, mi abuela que lo guarda, la parrilla que se quema, el grupo de vallenato esperando el turno para un concierto, una tía vomitando en el baño, la cumpleañera que arregla lo que queda de torta, un desconocido roba la botella de ron.
Para tratar de no meterme en esta situación, me tiro en una cama para olvidarme de todo.
Alguien me toca la pierna.
-Dale la cama a tu tío.
-¡No! Ya me acosté aquí, que se vaya para otro lado.
-Él no está acostumbrado a dormir sin aire acondicionado.
-¿Y YO SI TENGO QUE DORMIR EN EL CALOR? ¡No puedo con esta preferencia con los hombres! ¡No puedo con esta familia! ¡No los soporto a ninguno! ¡Odio Ciudad Bolívar!
Al día siguiente, me despido de mi familia con una emoción propia de los presos cuando salen de la cárcel.
-¿Cuándo te vemos Mawita?
-Pronto, pronto.
-¿Este diciembre vas a venir?
-Vamos a ver.
-Prométeme que vas a estar...anda Mawita.
Piensa, piensa.
Menos de un minuto para analizar opciones: vivo lejos de la zona, no tengo dinero, no me dejan salir de mi trabajo, puede ser que me vaya del país.
Algo.
Cualquier cosa con tal de no pasar otra vez por lo mismo.
¿Qué diría Simone de Beauvoir?
Mi boca se movió sola.
-Sí abuela, se lo prometo. Nos vemos en diciembre.
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