Ir al contenido principal

Nueve kilos menos de despecho (I)

Hace unos meses atrás decidí meterme en un gimnasio con una amiga, porque sola no hubiese tenido la fuerza de voluntad.
En dos meses ya tenía mis primeros síntomas de adicción.
Veía tres clases en un día, una combinación explosiva de TRX, que son unas cuerdas para levantar tu propio peso, Power Bike que no es más que pedalear una bicicleta por 45 minutos sin sentarse e Insanity, una rutina de ejercicios que debió inventarlo un sádico con alma de militar.
Cuando el gimnasio cerraba por algún motivo me iba a correr 5 kilómetros.
Comía poco y contaba calorías, dejé un rato la cerveza, leía todos los artículos sobre los perfectos abdominales que caían en mi mano.
En pocas palabras, me obsesioné con mi cuerpo.
Le conté con orgullo toda mi rutina de fitness a una de esas amigas de comentarios agudos.
-Y hoy hice algo llamado circuito que tiene todo en uno.
-Ummm.
-No puedo tomar mucho.
-Nena, tengo que preguntarte algo.
-Dime.
-¿No estás teniendo mucho sexo verdad?
-No.
-¡Con razón!
Y ahí estaba la clave de todo.
En cinco meses bajé nueve kilos, cambié de ropa y estilo de vida, ¿por qué? Por la falta de sexo.
Conocidos me paraban asombrados.
-¡Chama! ¿Qué hiciste? Estás bellísima. ¿Cuál es el secreto para adelgazar?
-Despecho.
Todo comenzó así. Terminé una relación, pedí volver, me contestaron que no y fue ese resorte que me motivó a todo lo demás.
-¡Vas a ver lo buena que me pongo! ¡Se va a arrepentir de haberme dicho que no!
Sí, es un pensamiento básico, muy de mujer, pero nueve kilos menos después me sentía mejor que nunca.
Estaba lista para conquistar el mundo.
Pero ¿el mundo estaba listo para que lo conquistara?

Comentarios

Entradas populares de este blog

El momento de la despedida o hasta aquí llega esta echadera de cuentos

Yo pensé que esto iba a ser muy fácil. Acaricié muchas veces la idea de llegar a este momento porque estaba loca por cerrar este ciclo que comenzó hace mucho tiempo. Prometí despedirme en la entrada 200 pero los tiempos se fueron alargando y me tocó, como muchos otros, salir de mi país. Al llegar a Lima dejé de lado el blog porque no tenía la paciencia, las ganas y la fuerza de voluntad para seguir empujando las historias. Emigrar me sumió en una especie de depresión pasiva (si esto de verdad existe) y me quitó por mucho tiempo las ganas de escribir, pero esos cuentos son para otro momento. Comencé a escribir por acá, si no me equivoco, en el año 2013.   Lo abrí tiempo después de llegar a Puerto Ordaz luego de vivir 13 años en Maracay, donde me fui a estudiar comunicación social. Llegué a Puerto Ordaz con el corazón roto porque había dejado al amor de mi vida en esa ciudad, con la promesa de regresar juntas muy pronto. Nunca ocurrió. El blog nació como una forma de sacar toda ...

Una señal del destino (y II)

 ¿Cómo es que sigue la canción de Fonsi? Este silencio esconde demasiadas palabras. Silencio. -¿Julia? ¿Mawa? ¡Abran la puerta! Le tapo la boca a Julia en un intento inocente de tratar, con esa acción, retroceder el tiempo y salir de este encierro en un baño público de un club campestre de Maracay.  A veces los problemas me buscan con gran saña sin yo haberles hecho nada.  Le señalo a Julia con mi dedo índice en mi boca que se calle, con la otra mano le tapo la boca pero ella empieza a lamerla. ¡COÑO, Coño, coño! -¿MAWARÍ? -Voy Voy. ¿A dónde voy? ¿Qué clase de respuesta es esa? Quizás, cuando me decida abrir la puerta, podría pensar en otra mejor, algo así como, "No es lo que estás pensando", pero lo descarto. Salir con un lugar común no es la mejor manera de solucionar este malentendido, porque básicamente todo esta situación está mal, muy mal.  Empiezo a mover el pasador de la puerta tan en cámara lenta, como si estuviera desactivando una bomba de tiempo a punto de...

La mujer barbuda del circo

 Me siento como la mujer barbuda del circo, como el bebé nacido con un rabo de cerdo en el libro Cien años de Soledad de García Márquez, como Julia Roberts en la película Mujer Bonita cuando va a comprar vestida de puta a un local de alta costura, y la vendedora la mira de arriba a abajo. Una freak, una rareza, una mujer fuera de lugar en medio de esta reunión con las máximas locutoras de Puerto Ordaz.  A pesar de ser las 5:00 de la tarde, un opresivo calor en el Centro Ítalo Venezolano de Guayana derrite rápidamente el hielo de mi bebida cara y terriblemente dulce, que decidí pedir solo por seguir la manada. La verdad, ahora mismo deseo una cerveza fría, un porro y una soga para ahorcarme, en ese orden. Estoy frente a la crema de la crema en la locución de la zona, debatiendo sobre un calendario a beneficio del cáncer de mama. La idea me pareció genial cuando llegó en forma de llamado telefónico.  Tengo un programa de radio en la mañana donde no gano nada de dinero, un ...