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Mujer ingrata

Mujer ingrata.
Deja la sala a media luz.
-La curiosidad mató al gato, Mawa.
-Soy curiosa.
Lenguas sabor a alcohol y cigarrillos.
Las tiras de mi blusa a medio quitar, tus manos bajándolas muy despacio.
-Voy a poner música.
Me dejas sola recostada de un costado de la cocina, mientras te movías como una gata por toda la sala.
-¿Crees que me puedas aguantar?
Me reí de tu crecido ego, de tu sensual advertencia, esa que me decias al oído con voz ronca.
Traté de acercame pero me empujas otra vez hacia la pared.
-Estás en mi casa y yo dicto las reglas.
Nuestra ropa fue vistiendo el piso, mientras tus dedos recorrían cada minúsculo lunar.
Un masaje en mi espalda terminó con una confesión en forma de susurro.
-Me encanta tu tatuaje.
Las manos llenas de aceite para terminar en risas cómplices.
Recorrí tu nuca con mis dos manos hasta hundirlas en tu cabello corto, el movimiento me erizó la piel.
Toda la sala estaba en silencio.
-Me tengo que ir.
-Gracias por la visita.
No hubo besos de despedidas, ni llamadas, ni un buenos días.
Desapareciste de mi vida.
Mujer ingrata.
¿Dónde estarás?



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