-No te escribo para darte los buenos días, solo quiero saber de ti.
El mensaje me dejó perpleja, porque las normas me las habían dictado a fuego vivo: era una experiencia nada más, sin compromisos y ataduras, sin esas frases fútiles que se dedicaban las personas después de estar juntas.
Lo entendí y aún así, después de esa primera y única vez inolvidable, me di a la tarea de ahogar mi pena en el alcohol, pero me prometí como mujer adulta que la lloraría una vez, nada más.
Y lo cumplí, lloré sola, una única vez, sobre su advertida ausencia, tomé hasta quedarme dormida de despecho y al día siguiente como si nada.
Unos días después, de improvisto me llegó el mensaje de ella.
Le di unas pocas señas de mí y fue clara en algo, quería verme otra vez.
-Ven a mi casa, pero en plan de amigas. No va a pasar nada.
Le prometí visitarla un miércoles y a última hora sin ningún otro plan la dejé plantada en su casa, estaba desesperada por verla pero algo me dijo que salir corriendo detrás de ella, no era la solución.
El jueves, ella y yo bebíamos un trago de vodka en la intimidad de su casa.
Yo estaba en mis peores fachas, sudada del gimnasio, sin maquillaje y con el cabello agarrado a media cola.
Era mi escudo de protección, una forma de darle a entender que no buscaba nada y que de ahora en adelante éramos eso, exclusivamente amigas.
Hablamos largo rato sobre nuestros últimos acontecimientos, nos contamos nuestras penas, nos tratamos como antiguas conocidas como si jamás hubiésemos estado juntas.
En un momento me paró.
-¿No quieres echarte un baño?
-¿Huelo mal?
-No. Sólo te ofrezco mi baño por si te quieres refrescar.
La idea me llamó la atención por el calor insoportable de su casa. Le dije que sí
-Tengo una toalla, mientras te bañas me voy a preparar algo Mawa, no aguanto el hambre.
El agua caliente fue un bálsamo para todos mis dolores musculares y me quedé un rato bajo la regadera con los ojos cerrados hasta que escuché un ruido
Abrí los ojos y estabas allí, con una sonrisa indescifrable y la determinación de volver mi vida pedazos.
Mujer ingrata.
¿Qué quieres de mí?
El mensaje me dejó perpleja, porque las normas me las habían dictado a fuego vivo: era una experiencia nada más, sin compromisos y ataduras, sin esas frases fútiles que se dedicaban las personas después de estar juntas.
Lo entendí y aún así, después de esa primera y única vez inolvidable, me di a la tarea de ahogar mi pena en el alcohol, pero me prometí como mujer adulta que la lloraría una vez, nada más.
Y lo cumplí, lloré sola, una única vez, sobre su advertida ausencia, tomé hasta quedarme dormida de despecho y al día siguiente como si nada.
Unos días después, de improvisto me llegó el mensaje de ella.
Le di unas pocas señas de mí y fue clara en algo, quería verme otra vez.
-Ven a mi casa, pero en plan de amigas. No va a pasar nada.
Le prometí visitarla un miércoles y a última hora sin ningún otro plan la dejé plantada en su casa, estaba desesperada por verla pero algo me dijo que salir corriendo detrás de ella, no era la solución.
El jueves, ella y yo bebíamos un trago de vodka en la intimidad de su casa.
Yo estaba en mis peores fachas, sudada del gimnasio, sin maquillaje y con el cabello agarrado a media cola.
Era mi escudo de protección, una forma de darle a entender que no buscaba nada y que de ahora en adelante éramos eso, exclusivamente amigas.
Hablamos largo rato sobre nuestros últimos acontecimientos, nos contamos nuestras penas, nos tratamos como antiguas conocidas como si jamás hubiésemos estado juntas.
En un momento me paró.
-¿No quieres echarte un baño?
-¿Huelo mal?
-No. Sólo te ofrezco mi baño por si te quieres refrescar.
La idea me llamó la atención por el calor insoportable de su casa. Le dije que sí
-Tengo una toalla, mientras te bañas me voy a preparar algo Mawa, no aguanto el hambre.
El agua caliente fue un bálsamo para todos mis dolores musculares y me quedé un rato bajo la regadera con los ojos cerrados hasta que escuché un ruido
Abrí los ojos y estabas allí, con una sonrisa indescifrable y la determinación de volver mi vida pedazos.
Mujer ingrata.
¿Qué quieres de mí?
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