-Amiga te necesito.
El mensaje me llegó a las ocho de la noche en plena cita romántica, así que pensé eludir el llamado para luego inventar alguna excusa, de esas típicas donde se pierde la señal.
Pero no podía, Laura es mi mejor amiga y un sentimiento de remordimiento me atormentó por minutos hasta que la llamé.
-¿Estás bien?
-¡No! ¿Puedes venir a mi casa?
-Claro, voy para allá.
Tranqué y me excusé frente a mi cita romántica.
-Necesito ir a auxiliar a mi amiga, lo siento.
-Te acompaño.
Le advertí de lo que se encontraría porque yo estaba acostumbrada a esas recaídas de depresiones en las que se hundía Laura.
Eran un espiral de autodestrucción, de llantos amargos, de golpes bajos a su orgullo o lo que quedaba de el, todo, por el mismo tipo.
Un idiota que la utilizaba a su antojo las veces que quería para luego desecharla.
En unos de esos arranques que me tenía acostumbrada, le juré llena de rabia que jamás me contara nada más si volvía con él.
Pero ahí estaba yo, tocando la puerta de su casa.
Una vez más.
Me abrió la puerta en el peor estado de todos, con el cabello sin lavar, una vieja pijama y una botella de anis en las manos.
-¡Marica estás vuelta mierda!
Me abrazó llena de lágrimas.
-Mawa solo tengo anís.
-No tomo eso ni de vaina.
-Pero es lo único que tengo.
Y empezó un moqueo de quejas que no logré entender.
-¿Qué hizo esta vez?
-¿Cómo sabes que es por él?
-¡Ay por favor! Ese pendejo es lo único que te pone así.
El cuento era el mismo, la recaída era una monotonía de infidelidades, malos tratos, amenazas manipuladoras, gritos ahogados, sexo de reconciliación y otra vez a lo mismo.
-Mawa le presté un dinero y él sabe que estoy en una situación ajustada y no me lo quiere devolver.
-¡Hasta chulo es!
-Y no tengo nada que comer y él lo sabe.
-El cuento está bueno Laura, dame un poquito de hielo para las cervezas que traje.
-¡No Mawa! No tengo hielo, hasta la nevera está mala.
Intenté no reírme, porque la situación me parecía una tragicomedia con los mismos protagonistas.
-Laura, tú eres una tipa preciosa, echá para adelante, inteligente y puedes conseguir al tipo que quieras.
-Pero ¿por qué él no ve eso? Yo lo quiero a él.
-Porque él es un hijo de puta y esos no ven nada.
-Yo lo hice todo bien Mawa.
-No, no lo hiciste. No es la primera vez que te hace esto, lo mismo una y otra vez, tenías que dejarlo hace tiempo.
-Esta bien, no va a volver a pasar.
Una semana después Laura se perdió del mapa, no contestaba llamadas, ni mensajes, apareció a los pocos días.
-Mawa, ¿puedes venir a mi casa?
-¿Qué pasó?
-Me siento mal.
-¡Coño! ¿Otra vez?
-¡No me digas nada!
-Bueno, prepara el anís.
El mensaje me llegó a las ocho de la noche en plena cita romántica, así que pensé eludir el llamado para luego inventar alguna excusa, de esas típicas donde se pierde la señal.
Pero no podía, Laura es mi mejor amiga y un sentimiento de remordimiento me atormentó por minutos hasta que la llamé.
-¿Estás bien?
-¡No! ¿Puedes venir a mi casa?
-Claro, voy para allá.
Tranqué y me excusé frente a mi cita romántica.
-Necesito ir a auxiliar a mi amiga, lo siento.
-Te acompaño.
Le advertí de lo que se encontraría porque yo estaba acostumbrada a esas recaídas de depresiones en las que se hundía Laura.
Eran un espiral de autodestrucción, de llantos amargos, de golpes bajos a su orgullo o lo que quedaba de el, todo, por el mismo tipo.
Un idiota que la utilizaba a su antojo las veces que quería para luego desecharla.
En unos de esos arranques que me tenía acostumbrada, le juré llena de rabia que jamás me contara nada más si volvía con él.
Pero ahí estaba yo, tocando la puerta de su casa.
Una vez más.
Me abrió la puerta en el peor estado de todos, con el cabello sin lavar, una vieja pijama y una botella de anis en las manos.
-¡Marica estás vuelta mierda!
Me abrazó llena de lágrimas.
-Mawa solo tengo anís.
-No tomo eso ni de vaina.
-Pero es lo único que tengo.
Y empezó un moqueo de quejas que no logré entender.
-¿Qué hizo esta vez?
-¿Cómo sabes que es por él?
-¡Ay por favor! Ese pendejo es lo único que te pone así.
El cuento era el mismo, la recaída era una monotonía de infidelidades, malos tratos, amenazas manipuladoras, gritos ahogados, sexo de reconciliación y otra vez a lo mismo.
-Mawa le presté un dinero y él sabe que estoy en una situación ajustada y no me lo quiere devolver.
-¡Hasta chulo es!
-Y no tengo nada que comer y él lo sabe.
-El cuento está bueno Laura, dame un poquito de hielo para las cervezas que traje.
-¡No Mawa! No tengo hielo, hasta la nevera está mala.
Intenté no reírme, porque la situación me parecía una tragicomedia con los mismos protagonistas.
-Laura, tú eres una tipa preciosa, echá para adelante, inteligente y puedes conseguir al tipo que quieras.
-Pero ¿por qué él no ve eso? Yo lo quiero a él.
-Porque él es un hijo de puta y esos no ven nada.
-Yo lo hice todo bien Mawa.
-No, no lo hiciste. No es la primera vez que te hace esto, lo mismo una y otra vez, tenías que dejarlo hace tiempo.
-Esta bien, no va a volver a pasar.
Una semana después Laura se perdió del mapa, no contestaba llamadas, ni mensajes, apareció a los pocos días.
-Mawa, ¿puedes venir a mi casa?
-¿Qué pasó?
-Me siento mal.
-¡Coño! ¿Otra vez?
-¡No me digas nada!
-Bueno, prepara el anís.
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