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Tequila, limón y sal (IV)

No quiero verla, no quiero verla, ni siquiera escribirle, no y no, quisiera verla pero NO, que se vaya a la China si quiere, pero no la voy a ver más. No le voy a hablar, ni siquiera un momento, nada de despedidas y esa hipocresía de "éxitos, espero que todo te vaya bien al lado de tu novio, ¡que tengas hijos hermosos con ojos verdes!". ¡Ja!, no soy hipócrita.
Me mandó un mensaje ¿y ahora que hago? La voy a dejar en leído, no le voy a responder, o quizás sí, un OK, algo cortante, o tal vez un mensaje de esos que dan a entender que no me importa nada, que me da igual que se vaya del país, un mensaje frío...Mawa, ¡Le dijiste que estabas enamorada de ella! ¿Dónde dejaste el manual cuando lo hiciste? En el manual de relaciones dice ¡claramente! que jamás debes decirle a alguien primero que estas enamorada, no, no.
¡Y yo soy una mujer vale! Ella es una carajita ¿qué edad tiene? ¿24? Ella manejó mejor la situación, no se involucró, el manual lo tiré a la basura. ¡Sabías que tenía novio! Las reglas estaban claras.
Coño, otro mensaje.
¿Será que este si lo respondo? No, no.
Ahora me llama, la voy a dejar repicando hasta que se canse, que deje el mensaje en la contestadora.
-¡Alo!
-Hola Mawa.
-Hola.
-Te he mandado mensajes todo el día.
-¿En serio? No tenía el celular a mano.
-¿Nos podemos ver hoy?
-No puedo tengo, mucho trabajo.
-Después que salgas.
-No tengo hora de salida, quizás esté lista a las once de la noche.
-Puedo buscarte por tu trabajo a esa hora.
-¿Y tu novio?
-Viajó este fin de semana a Valencia.
-Me alegro.
¿En serio le dije eso? ¿Me alegro? ¿Le estoy dando pistas?
-Andrea, estoy cansada. No quiero salir.
-¿Estas molesta?
-¡No! Ni siquiera he pensando en la situación.
-Quiero verte.
-Hoy no se va a poder.
-¿Y mañana? ¿Almorzamos juntas?
Pausa larga.
-Mawa ¿podemos almorzar mañana?
-Sí.
-¿Te busco a las doce?
-Ok.
Al día siguiente, a las once y media de la mañana tenía un mensaje insistente, "estoy afuera".
Ok Mawa, un almuerzo, una charla casual y listo. No nos vemos más, ella feliz, yo también. Almorzar y ya. Me tragó la comida rápido para en la media hora despedirnos. ¿Es lo mejor no? Nada de lloriqueo, drama y toda esa paja. Practico eso de ¡Éxitos amiga!
Me mentalicé.
Subí a ese carro con el corazón saliendo de mi pecho y la encontré más bella que nunca. ¡Rayos!
-¡Qué difícil es verte ahora!
-Esto de ser periodista no es fácil.
Hubo un silencio incómodo, largo y prolongado, que corté con una pregunta casual.
-¿Dónde vamos a comer?
-A mi casa.
-Ummmm.
Andrea sorteó semáforos con luces en rojo, hasta que nos estacionamos al frente de su casa.
Abrió la puerta y todo estaba a oscuras.
-¿Y tu familia?
-Están de viaje.
-Ummmm.
Un corrientazo de frío me recorrió todo el cuerpo.
-¿Tenemos que preparar el almuerzo?
Andrea no me escuchó, subía poco a poco las escaleras de su casa.
-¿Qué dijiste?
-¿Tenemos que preparar el almuerzo?
-Primero vamos a mi cuarto un momento. ¡Ven!
Me extendió la mano, con esa endemoniada sonrisa. ¿Qué decía el manual en estos casos?
Subí un par de escalones y quedé frente a ella.
Esos ojos verdes se habían convertido en un gris oscuro, pesado, brillantes. Ya había visto esa mirada antes.
Mis fuerzas se estrellaron en el piso, pero nada me hacia suponer que una semana después de este encuentro en su casa, todo terminaría mal.
Muy mal.




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