Ir al contenido principal

Mi promesa (Intermedio II)

No quiero hacer nada más en mi vida que escribir, leer y escribir.
Lo dejo plasmado ahora que terminé una crónica sobre el nacimiento del Steel Band.
Lo terminé a tiempo para la edición del día, pero al llegar a casa me di cuenta que no estaba perfecto, que deseaba regresar al periódico y quedarme al frente de esa computadora el tiempo que sea necesario hasta que esta fiebre que me cubre ahora, se calme.
Es la calentura de seguir contando, de querer indagar más, de llegar hasta el hueso.
Jamás me había sentido así en otros trabajos.
Pasé nueve años de mi vida encerrada en una oficina editando vídeos sobre curiosidades en el mundo.
Era cortar y pegar imágenes, volver a cortar y seguir esa rutina monótona hasta que llegaba la quincena y luego volver a lo mismo.
El último año de esa miserable época, me quedaba sentada unos minutos llorando en la cama, lamentándome de mi desgracia.
Me pagaban bien, pero a cambio me chupaba todas mis fuerzas.
Al llegar a Puerto Ordaz, no pasó ni un mes cuando empecé a trabajar en un periódico, desde ese entonces no he parado.
Me enamoré con esa fe ciega y sin razón que se siente al amar a alguien por primera vez, cuando no importa ni el dinero, ni las malas condiciones porque estás donde perteneces.
No quiero hacer otra cosa que escribir, no quiero abandonar mi carrera para vestirme con otra que me de más dinero, no quiero encerrarme en una oficina donde la única alegría sea la hora de salida, no deseo atarme a números, palabras monótonas, o quedarme anclada en una empresa donde la creatividad sólo llegue a la hora del café.
Quiero salir al mundo, explorar las historias, escuchar a las personas, caminar sus calles, sentir su vida y tener el privilegio y honor de contarlas, quiero, si se puede, contar la mía.
Y en el tiempo que me quede leer todo lo que caiga en mis manos.
Quiero caerme, levantarme, equivocarme y acertar pero nunca, nunca, sin dejar de escribir.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El momento de la despedida o hasta aquí llega esta echadera de cuentos

Yo pensé que esto iba a ser muy fácil. Acaricié muchas veces la idea de llegar a este momento porque estaba loca por cerrar este ciclo que comenzó hace mucho tiempo. Prometí despedirme en la entrada 200 pero los tiempos se fueron alargando y me tocó, como muchos otros, salir de mi país. Al llegar a Lima dejé de lado el blog porque no tenía la paciencia, las ganas y la fuerza de voluntad para seguir empujando las historias. Emigrar me sumió en una especie de depresión pasiva (si esto de verdad existe) y me quitó por mucho tiempo las ganas de escribir, pero esos cuentos son para otro momento. Comencé a escribir por acá, si no me equivoco, en el año 2013.   Lo abrí tiempo después de llegar a Puerto Ordaz luego de vivir 13 años en Maracay, donde me fui a estudiar comunicación social. Llegué a Puerto Ordaz con el corazón roto porque había dejado al amor de mi vida en esa ciudad, con la promesa de regresar juntas muy pronto. Nunca ocurrió. El blog nació como una forma de sacar toda ...

¿Periodistas serios? Te voy a echar un cuento

-¡Mídete Mawa! -¿Qué quieres decir con eso? -No puedes escribir cualquier cosa en tu blog. ¡Eres una figura pública! -¿Yo? ¿Una figura pública? ¡Me entero! -Eres periodista, tus notas salen todos los días. -¿Entonces? -¡Tienes que ser seria! Ahí está el problema. No me considero una periodista seria, de esas que andan con una imagen de impoluta hipocresía por el mundo, mirando por encima del hombro a los demás, porque según la tradición, los periodistas somos dueños de la verdad. Y como acreedores ese don divino, nosotros debemos ser ejemplo de éxitos, pero no de fracasos. Me da un poco de risa esos periodistas que llegan a una rueda de prensa cargados de palabras rebuscadas, más serios que una piedra y con una distancia que dan más ganas de huir que de hablar. La idea tampoco es que te sientes en las piernas del entrevistado como si fuera tu amigo de toda la vida, pero tampoco y mucho menos, que lo trates con unas pinzas de distante asco. Y la palabra ética da vueltas en la...

Una señal del destino (I)

Les juro que si canta una vez más empezaré a gritar. Puedo jurar, que si llega a acercarse un poco más para besarme como es su intención, o para tocarme como señalan sus ganas, voy a fingir un desmayo.  Les puedo jurar que yo jamás alenté, propicié, animé, avivé -ustedes busquen los sinónimos que quieran- pero jamás hice algo para estar en esta situación tan bochornosa, atrapada en el cubículo de un baño público sin poder moverme, mientras la hermana de una compañera de trabajo me tiene acorralada dedicándome una canción. - Yo no me doy por vencida ...te recuerdo que tu hermana y mi novia están afuera...y o quiero un mundo contigo ...y estamos tardando mucho... juro que vale la pena ...juro que voy a gritar si no me dejas salir de acá... esperar, esperar y esperar un suspiro ... (Suspiro) La cantante aficionada se llama Julia, pero yo le digo Selma porque es la copia exacta de la hermana de Marge Simpson.  A Selma no parece importarle que fuera de este baño fétido ...