Ir al contenido principal

Tequila, limón y sal (El final)

Un sonido seco, uno solo, en la ventana del carro de Andrea.
Ni ella, ni yo lo notamos.
Los vidrios estaban empañados de besos, caricias, de una locura que había propiciado el alcohol.
Pero ese sonido solitario, se convirtió en golpes desesperados por todo el carro.
Fue ella quien se percató de la situación.
-Mawa, ¡Para!
-¿Por qué?
Dije en la bruma del deseo, despertando de ese momento nirvana, alejada de la tierra y enamorada sin fin.
Golpes más fuertes, me bajaron de un trancazo a la tierra.
-¡Abran la puta puerta o voy a destrozar el carro!
Escuché la voz del novio de Andrea cada vez más nítida. Miré por el parabrisas y nos encontramos frente a frente, él tenía una piedra en la mano.
La cara descompuesta, la decisión de romperlo todo.
Me di cuenta que había amanecido de golpe, la última vez que lo vi, todavía era de noche.
-Me voy mi amor, avísame cuando llegues a tu casa.
Fueron las últimas palabras del novio de Andrea, en una reunión para despedirla de Venezuela. Le dio sueño, inventó una excusa y se fue.
Yo estaba saltando de la alegría, que eso pasara, era una puerta abierta a estar un momento a solas con ella y lo aproveché.
Nos coqueteamos sin control, sin pena, delante de mis amigos que estaban como testigos inocentes de todo.
A las cuatro de la mañana, nos despedimos de ellos y le pedí a Andrea que me llevara hasta mi casa.
Ella se estacionó cerca, en una plaza de la urbanización.
-Te voy a extrañar Andrea.
-Yo también.
Me acerqué a darle un abrazo y a los pocos minutos estábamos en la parte de atrás del carro.
Los besos atraparon la noche y nos olvidamos del mundo, sólo esa voz, nos bajó del cielo.
-¡Abran la puta puerta o voy a destrozar el carro!
Andrea temblaba de los pies a la cabeza.
-Mawa...dile...dile...que nos quedamos dormidas.
Yo estaba paralizada de la impresión, pero en ese momento me pareció una estupidez ocultar lo evidente.
Las dos nos pasamos al frente del carro, yo en el asiento del copiloto, el novio me esperaba de ese lado con una piedra en su mano derecha.
Abrí la puerta.
 ¡Aquí fue! Este es el baño de sangre que siempre me imaginé.
Me salió la frase más estúpida que pude sacar en ese momento.
-¡Hola! Ya...abrí la puerta.
El novio me miró con odio, botó la piedra, se acercó al lado del conductor y de una manera muy tranquila me preguntó si me llevaba hasta mi casa.
¿En serio?
-No gracias, puedo irme caminando.
En ese momento, de una manera mágica se me bajó todo el alcohol y comencé a caminar sin mirar atrás.
Llegué a mi casa, me acosté en la cama sin poder dormir, con los dientes apretados de temor, llena de una calentura que tenía el nombre de miedo, no por mí, por Andrea.
El reloj marcaba las siete de la mañana, una hora después tenía que estar en mi trabajo.
Antes de eso recibí innumerables mensajes de odio y muerte, del novio y del hermano de Andrea.
"Mi novia nos dijo que te aprovechaste de ella, vamos a ir hasta tu trabajo, hasta tu casa y vamos a decir que eres una sucia lesbiana" .
Sólo contesté una vez.
"¡Échenle bolas! Todo el mundo lo sabe, ustedes son los que van a quedar como unos locos"
Ni se acercaron a mi trabajo, ni a mi casa, pero me quedó el mal sabor en la boca de enterarme que Andrea dijo ante su familia que fue solo esa vez, que se había quedado dormida y yo tomé ventaja de eso.
No la vi más, no supe de su vida, se esfumó de la tierra...hasta un día.
Había pasado casi un año desde la última vez que la vi, cuando caminaba por el Aeropuerto de Maiqueta a una pauta de trabajo.
Hablaba normalmente con una compañera buscando un sitio para comer cuando a lo lejos, veo una silueta de piel bronceada, unos dientes perfecto y sus ojos verdes.
Andrea caminaba directo hacia mi, al lado estaba su novio.
Los tres nos quedamos mirándonos, él se apartó para darme paso y yo olvidé completamente que estaba para fulminar con la mirada a Andrea.
Ella ni pestañeó, trató de dibujar una mueca que no llegó a sonrisa, pero sus ojos me devolvieron un sentimiento de ¿dolor? ¿pena?
No lo sé
Pensé que iba a morir, pero no la vi más en Maiquetia.
Un mes después, en el correo de mi trabajo me encontré con un largo Mail de ella.
Me resaltaba lo feliz que era en su relación, lo maravilloso que era el otro país y enviaba saludos a todos.
De lo nuestro solo llegó a decir que "las cervezas llevaron a decisiones erradas".
Leí varias veces para entender esa excusa.
Hasta el día de hoy no he podido responder a ese Mail.
Me da náuseas.
Muchas ganas de vomitar.





Comentarios

Entradas populares de este blog

El fin del caos (Parte II)

 Me lamía y chupaba el cuello con una furia carnosa tan intensa que me provocaba mareos, además de un puntazo de dolor. Él estaba sentado en la esquina de un sofá horrorosamente cutre tapizado con flores silvestres. Yo, sentada encima de él, buscaba rabiosamente que esas manos tocando mis senos por debajo de la blusa, sus dientes pegados a mi cuello como un pitbull en celo o su evidente erección por encima del pantalón, prendieran alguna mecha de deseo en mí, pero era imposible.  En cambio, mientras él intentaba por todos los medios complacerme con caricias salvajes y torpes, yo me entretenía guardando todos los detalles del apartamento 4B.  Una máquina de hacer ejercicios abandonada en un rincón, un equipo de sonido lleno de polvo, una mesita cerca de la puerta de salida abarrotada de fotos familiares, muñequitos de porcelanas, una biblia abierta, una pipa de marihuana, las llaves de la casa. A mi espalda la cocina iluminada. Frente a mí, una pared que en su mejor momento fue blanca,

El dilema

Perder un amigo o desperdiciar una excitante oportunidad. Llevo rato saboreando un café pensando en estas dos tormentosas posibilidades, mientras ella habla pero yo mantengo sus palabras en mudo para sortear sin molestias la opción A o B. El mundo está plagado de grandes decisiones que han cambiado el curso de la historia: el ascenso de Hitler al poder, la llegada del hombre a la luna, la separación de los Beatles, el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón, la caída del muro de Berlín, y aquí estoy yo, una simple mortal de este planeta, una más entre los siete mil millones de habitantes, pensando si me acuesto con la esposa de mi mejor amigo o no. Este buen amigo se mudó hace seis meses a Buenos Aires huyendo de la crisis del país, con la promesa de reunir suficiente dinero para alquilar algo cómodo y mandar el boleto de avión para su esposa, pero antes me dejó una tarea. -¡Cuídala mucho Mawa! Yo confío en ti. ¡No! No puedo acostarme con la pareja de mi amigo, sería una ab

La mujer barbuda del circo

 Me siento como la mujer barbuda del circo, como el bebé nacido con un rabo de cerdo en el libro Cien años de Soledad de García Márquez, como Julia Roberts en la película Mujer Bonita cuando va a comprar vestida de puta a un local de alta costura, y la vendedora la mira de arriba a abajo. Una freak, una rareza, una mujer fuera de lugar en medio de esta reunión con las máximas locutoras de Puerto Ordaz.  A pesar de ser las 5:00 de la tarde, un opresivo calor en el Centro Ítalo Venezolano de Guayana derrite rápidamente el hielo de mi bebida cara y terriblemente dulce, que decidí pedir solo por seguir la manada. La verdad, ahora mismo deseo una cerveza fría, un porro y una soga para ahorcarme, en ese orden. Estoy frente a la crema de la crema en la locución de la zona, debatiendo sobre un calendario a beneficio del cáncer de mama. La idea me pareció genial cuando llegó en forma de llamado telefónico.  Tengo un programa de radio en la mañana donde no gano nada de dinero, un hobby donde na