Ir al contenido principal

Dolor en los labios

"Eres terrible cuando estás soltera, es mejor cuando tienes pareja".
No sé cuando veces mis amigos me dijeron lo mismo, pero tenían razón. 
Lo descubrí una vez que no estaba saliendo con nadie, pero aceptaba invitaciones de personas que jamás se me hubiese pasado por la mente al menos tomar un café. 
Pero estaba esta chica, Fabiola, que siempre me escribía para salir,. Ni me gustaba, ni le prestaba la mínima atención, pero acepté su propuesta de ir a una disco de ambiente.
Estaba aburrida y soltera.
Fabiola me buscó en mi casa, me invitó a comer, me abrió la puerta del carro. En serio me hizo sentir como una reina, pero de mi lado no había la mínima química. 
Llegamos a la disco de ambiente y en el sitio no cabía un alma. 
Fabiola me brindó las cervezas, me sacaba conversaciones que apenas podía escuchar porque la música no dejaba y además estaba pendiente de otra.
Ella era la chica más linda del lugar, no la conocía pero bailaba en el medio de la pista con un par de amigos.
Quería hablarle, pero tenía a Fabiola respirando en mi nuca.
El grupo era estrecho, así que en un momento la tuve a mi lado y nos presentaron. Intercambiamos un par de palabras y miradas muchas más intensas. 
Con mi habitual timidez, esa fue una señal inequívoca de avanzar en algo, ella se despidió y se fue a la pista con sus amigos.
Fabiola pilló toda la situación y me dio un beso posesivo que correspondí, más por agradecimiento que por otra cosa.
Pero al voltear, la chica seguía bailando sin quitarme la mirada de encima. 
Pedí una cerveza, me la tomé de un trago y me acerqué al grupo desconocido. 
-Disculpa, me encantaría bailar contigo.
Los amigos se apartaron sin decir palabra y bailamos hasta que me dolieron los labios. 
Al salir de la disco, noté que Fabiola sé montaba en el carro.
-¿Te vas?
-¿Qué quieres? ¿Qué me quede a ver el espectáculo?
Y me quedé allí, en medio de la madrugada, sola y con una historia que contar. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Anatomía de un guayabo (y II)

-No quiero que me malinterpretes. Te pregunté en esa oportunidad si a pesar de conocer todos los ciclos por los que tienes que pasar, desde el momento en que sabes que te enamoraste, hasta el día en que te das cuenta que todo termina, y entras en ese maluco guayabo querías, aún así, a pesar de todo el lío...¿enamorarte? Lo digo porque sin duda, no puedo negarlo, ¡Vale la pena! Sí, sí, no creas que estoy loca. Chama, lo mejor del final, no es que quiera insistir en este sentimiento pesimista, pero lo mejor del final es terminar bien con tu ex. No, creas, pasa mucho y no es malo. O en un caso hipotético al menos no quedar con un sentimiento de odio porque si se da ese caso, quedar herida de rencores, tú serías la perdedora ¿Y no queremos perder verdad? En mi caso, mi última ex me montó tantos los cuernos, que ese debe ser el motivo por el que ahora se me cae más el cabello...¡No te rías! ¡Es verdad! Aquello fue una carnicería del engaño, lo mínimo que ella se merecía de mi parte era que

El fin del caos (y III)

 -No creo que te sirva este pantalón. Me dijo David sosteniendo en la mano un jean de su hermana, dos tallas menor a la mía. -¿No habrá algo más? Tardó un rato más en buscar y esta vez llegó con una larga falda amarilla llena de pliegos, lazos y lentejuelas de colores, una prenda que jamás en mi vida sobria y sensata hubiera utilizado.  No hace falta acotar que este no era el momento más sensato de mi vida. Una vez más. -Pero me la tienes que regresar rápido, es la falda favorita de mi mamá. La tierna advertencia de David junto a su disposición de ayuda, me hizo callar cualquier queja inútil en una situación donde no tenía muchas salidas. Tampoco quería seguir hablando de la noche anterior, pero David me empujaba. -¿Qué le pasó a tu pantalón? ¿Le hiciste el sexo oral a esta chama? Sin él saberlo, las dos respuestas a sus preguntas tenían una relación directa.  Le conté como en sueños me dejé llevar hasta el sofá.  Observé como mi amiga abría las piernas ante mí con sus manos guiando mi

El momento de la despedida o hasta aquí llega esta echadera de cuentos

Yo pensé que esto iba a ser muy fácil. Acaricié muchas veces la idea de llegar a este momento porque estaba loca por cerrar este ciclo que comenzó hace mucho tiempo. Prometí despedirme en la entrada 200 pero los tiempos se fueron alargando y me tocó, como muchos otros, salir de mi país. Al llegar a Lima dejé de lado el blog porque no tenía la paciencia, las ganas y la fuerza de voluntad para seguir empujando las historias. Emigrar me sumió en una especie de depresión pasiva (si esto de verdad existe) y me quitó por mucho tiempo las ganas de escribir, pero esos cuentos son para otro momento. Comencé a escribir por acá, si no me equivoco, en el año 2013.   Lo abrí tiempo después de llegar a Puerto Ordaz luego de vivir 13 años en Maracay, donde me fui a estudiar comunicación social. Llegué a Puerto Ordaz con el corazón roto porque había dejado al amor de mi vida en esa ciudad, con la promesa de regresar juntas muy pronto. Nunca ocurrió. El blog nació como una forma de sacar toda esta frus