-¡Qué sitio tan bello!
Digo en voz alta.
¡Y caro! Pienso, mientras le echo un vistazo al local.
Terraza con vista privilegiada de la ciudad, un bar repleto con botellas importadas, una mini cocina donde unos verdaderos asiáticos preparan sushi, piso de parquet hasta que se te cansa la vista, sillas minimalistas, una estatua faraónica de dos metros color oro, ¿o es oro?
El buen gusto es costoso.
Saco cuentas de cuánto me saldrá esta salida y empiezo a sudar.
Entre mis dos tarjetas de débito con sueldo de periodista, no llego ni cerca a un servicio de ron y menos a una ronda de sushi.
Pediré una cerveza, siempre es lo más barato, y quizás me alcance para cinco y después resolveré en la semana.
-Mawa, ¿Qué quieres tomar?
Me pregunta una amiga, mientras una mesera -alta, delgada, impecable, bella- espera por nosotras.
-Una cerveza por favor.
-No vendemos cerveza, solo servicios o cócteles.
¿Alguien más notó el timbre de desprecio en su voz?
Miro la carta de bebidas que me entrega la mesera, y en letras cursivas y doradas están las opciones pero no el precio.
-Estoy indecisa, pidan ustedes primero.
-¿Pasa algo Mawa?
Estoy con una buena amiga y su ex pareja, o novia o no sé como describir la relación entre ellas.
Mi amiga anda despechada, porque esta mujer -la tengo a mi lado- la busca y la rechaza, la hiere y la quiere, la ama y la odia.
Pero las dos son ingenieras, socias en grandes y prósperos negocios, así que se les hace difícil romper el vínculo comercial afectivo que han formado.
Estoy en solidaridad con mi amiga, incómoda porque el objeto de su deseo también está con nosotras y apenada porque no puedo pagar nada de este sitio.
Decido aplicar una variante de la psicología para irnos a otra parte.
-¿Pasa algo Mawa?
-Es que si no hay cerveza, no sé, no me convence.
-Aquí hacen unos cócteles maravillosos, son los mejores de la ciudad.
-No lo pongo en duda.
-¿Te pido una margarita? La probé una vez y quedé fascinada.
-Además, hay como mucho ruido.
-Podemos entrar si quieres, tienen un área VIP.
Esto no está funcionando.
Es el momento de la sinceridad.
-Chicas, la verdad es que no tengo dinero para pagar esto...
La otra me interrumpe.
-¿Y quién te dijo que tienes que pagar? Pensé que estaba claro que nosotras invitábamos.
-Me da pena...
-¡Tonta! Pero eso sí...con una condición...
-¿Sexo? ¿Un trío con ustedes? No soy tan barata...
-Jajajaja...Ahora qué lo pienso...no es tan mala idea.
-Es una broma, ¿Cuál es la condición?
-Qué vas a tomar lo que pidamos...
-¡No tengo problema!
Hace un gesto a la diligente mesera.
-Por favor, trae una botella José Cuervo.
¡OH NO!
Tequila
¡Mi kryptonita!
La última experiencia con la bebida mexicana fue en la universidad.
Luego de tres chutes gasté bromas a todo el mundo, me metí en la piscina de la casa con todo y ropa, me volví loca y después perdí la conciencia hasta que desperté, no sé cómo, en la puerta de mi residencia.
Son unos cuantos pasos hasta caer en la nada: primero una alegría febril, segundo, un estado de lasciva sexualidad, después una sinceridad sin pudor, luego depresión, otra vez alegría combinada con una picardía sexual, hasta que al final...todo se nubla.
En este último estado puede pasar cualquier cosa.
Pero eso fue hace muchos años, seguramente mi sistema etílico mejoró con el tiempo y ahora soy más tolerante.
Alzamos los pequeños vasos de cristal para brindar.
-¡Por la amistad y que se repita!
-¿Primero es el limón o la sal?
-No importa mi amor, ¡tú solo chupa!
¡Dios mío!
Me tomé el primer trago y caí de largo al segundo estado, miro la botella.
-¿Cuál tequila es este?
-José Cuervo Black, es un poco más fuerte, pero es el mejor.
¡Oh no!
-¡Vamos Mawa! Fondo blanco.
Tres chutes después hablaba sin parar, gesticulaba contando mi pasada vida sexual, abrazaba a mis amigas ofreciendo consejos.
-¿Qué pasa con ustedes dos? ¿Por qué son tan buenas como socias pero como pareja apestan? Miren mi ejemplo, estoy sin dinero, soltera, sola...¡voy a llorar! Pero olvídense de mí, lo importante son ustedes dos, ¡LAS AMO! ¿Y si hacemos el trío? Igual no creo que les guste, soy malísima en la cama, soy un desastre...¡y ustedes son tan bellas! ¡Vamos a brindar! Pide la otra botella que esta se acaba...está buena, ya superé esto del tequila.
Después, la nada.
Suena un teléfono.
Despierto y me pega una luz directa a la cara, miro a mi alrededor y estoy sola en una habitación.
Reconozco el cuarto de mi amiga, escucho voces.
Tengo puesto un pijama que no es mío, salgo a la sala con una sábana rodeándome el cuerpo.
Las dos están preparando algo en la cocina, me quedo en silencio un rato.
-¿Qué hora es?
-Las dos de la tarde.
-Ummm.
-¿Dormiste bien?
-¿Pasó algo? No recuerdo nada.
-¡Sí pasó!
-Ummm...¿Hicimos...cosas...las tres?
-No, Mawa.
-Ummm...¿Qué pasó?
-Te montaste en la barra del bar y bailaste con otras tres chamas, para ganar una ronda de tequila...
-Ummm...¿gané?
-No, pero igual pedimos otra botella.
-No recuerdo nada...¿Y ustedes cómo están?
-Muy bien, nos reconciliamos. Gracias por decirnos tantas verdades en la cara.
-¿Lo hice?
-Sí, recuerdo algo que repetías mucho, que debíamos luchar por lo que queremos, no dejarnos vencer por los problemas, que son nuestra kryptonita.
-¿Yo dije eso?
-Sí.
-No recuerdo, pero...¿vamos a salir hoy?
-¡Claro! Estás de vacaciones.
-Yo brindo, pero esta vez, cerveza por favor.
Digo en voz alta.
¡Y caro! Pienso, mientras le echo un vistazo al local.
Terraza con vista privilegiada de la ciudad, un bar repleto con botellas importadas, una mini cocina donde unos verdaderos asiáticos preparan sushi, piso de parquet hasta que se te cansa la vista, sillas minimalistas, una estatua faraónica de dos metros color oro, ¿o es oro?
El buen gusto es costoso.
Saco cuentas de cuánto me saldrá esta salida y empiezo a sudar.
Entre mis dos tarjetas de débito con sueldo de periodista, no llego ni cerca a un servicio de ron y menos a una ronda de sushi.
Pediré una cerveza, siempre es lo más barato, y quizás me alcance para cinco y después resolveré en la semana.
-Mawa, ¿Qué quieres tomar?
Me pregunta una amiga, mientras una mesera -alta, delgada, impecable, bella- espera por nosotras.
-Una cerveza por favor.
-No vendemos cerveza, solo servicios o cócteles.
¿Alguien más notó el timbre de desprecio en su voz?
Miro la carta de bebidas que me entrega la mesera, y en letras cursivas y doradas están las opciones pero no el precio.
-Estoy indecisa, pidan ustedes primero.
-¿Pasa algo Mawa?
Estoy con una buena amiga y su ex pareja, o novia o no sé como describir la relación entre ellas.
Mi amiga anda despechada, porque esta mujer -la tengo a mi lado- la busca y la rechaza, la hiere y la quiere, la ama y la odia.
Pero las dos son ingenieras, socias en grandes y prósperos negocios, así que se les hace difícil romper el vínculo comercial afectivo que han formado.
Estoy en solidaridad con mi amiga, incómoda porque el objeto de su deseo también está con nosotras y apenada porque no puedo pagar nada de este sitio.
Decido aplicar una variante de la psicología para irnos a otra parte.
-¿Pasa algo Mawa?
-Es que si no hay cerveza, no sé, no me convence.
-Aquí hacen unos cócteles maravillosos, son los mejores de la ciudad.
-No lo pongo en duda.
-¿Te pido una margarita? La probé una vez y quedé fascinada.
-Además, hay como mucho ruido.
-Podemos entrar si quieres, tienen un área VIP.
Esto no está funcionando.
Es el momento de la sinceridad.
-Chicas, la verdad es que no tengo dinero para pagar esto...
La otra me interrumpe.
-¿Y quién te dijo que tienes que pagar? Pensé que estaba claro que nosotras invitábamos.
-Me da pena...
-¡Tonta! Pero eso sí...con una condición...
-¿Sexo? ¿Un trío con ustedes? No soy tan barata...
-Jajajaja...Ahora qué lo pienso...no es tan mala idea.
-Es una broma, ¿Cuál es la condición?
-Qué vas a tomar lo que pidamos...
-¡No tengo problema!
Hace un gesto a la diligente mesera.
-Por favor, trae una botella José Cuervo.
¡OH NO!
Tequila
¡Mi kryptonita!
La última experiencia con la bebida mexicana fue en la universidad.
Luego de tres chutes gasté bromas a todo el mundo, me metí en la piscina de la casa con todo y ropa, me volví loca y después perdí la conciencia hasta que desperté, no sé cómo, en la puerta de mi residencia.
Son unos cuantos pasos hasta caer en la nada: primero una alegría febril, segundo, un estado de lasciva sexualidad, después una sinceridad sin pudor, luego depresión, otra vez alegría combinada con una picardía sexual, hasta que al final...todo se nubla.
En este último estado puede pasar cualquier cosa.
Pero eso fue hace muchos años, seguramente mi sistema etílico mejoró con el tiempo y ahora soy más tolerante.
Alzamos los pequeños vasos de cristal para brindar.
-¡Por la amistad y que se repita!
-¿Primero es el limón o la sal?
-No importa mi amor, ¡tú solo chupa!
¡Dios mío!
Me tomé el primer trago y caí de largo al segundo estado, miro la botella.
-¿Cuál tequila es este?
-José Cuervo Black, es un poco más fuerte, pero es el mejor.
¡Oh no!
-¡Vamos Mawa! Fondo blanco.
Tres chutes después hablaba sin parar, gesticulaba contando mi pasada vida sexual, abrazaba a mis amigas ofreciendo consejos.
-¿Qué pasa con ustedes dos? ¿Por qué son tan buenas como socias pero como pareja apestan? Miren mi ejemplo, estoy sin dinero, soltera, sola...¡voy a llorar! Pero olvídense de mí, lo importante son ustedes dos, ¡LAS AMO! ¿Y si hacemos el trío? Igual no creo que les guste, soy malísima en la cama, soy un desastre...¡y ustedes son tan bellas! ¡Vamos a brindar! Pide la otra botella que esta se acaba...está buena, ya superé esto del tequila.
Después, la nada.
Suena un teléfono.
Despierto y me pega una luz directa a la cara, miro a mi alrededor y estoy sola en una habitación.
Reconozco el cuarto de mi amiga, escucho voces.
Tengo puesto un pijama que no es mío, salgo a la sala con una sábana rodeándome el cuerpo.
Las dos están preparando algo en la cocina, me quedo en silencio un rato.
-¿Qué hora es?
-Las dos de la tarde.
-Ummm.
-¿Dormiste bien?
-¿Pasó algo? No recuerdo nada.
-¡Sí pasó!
-Ummm...¿Hicimos...cosas...las tres?
-No, Mawa.
-Ummm...¿Qué pasó?
-Te montaste en la barra del bar y bailaste con otras tres chamas, para ganar una ronda de tequila...
-Ummm...¿gané?
-No, pero igual pedimos otra botella.
-No recuerdo nada...¿Y ustedes cómo están?
-Muy bien, nos reconciliamos. Gracias por decirnos tantas verdades en la cara.
-¿Lo hice?
-Sí, recuerdo algo que repetías mucho, que debíamos luchar por lo que queremos, no dejarnos vencer por los problemas, que son nuestra kryptonita.
-¿Yo dije eso?
-Sí.
-No recuerdo, pero...¿vamos a salir hoy?
-¡Claro! Estás de vacaciones.
-Yo brindo, pero esta vez, cerveza por favor.
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