Llevamos, ¿Cuánto? ¿Cuatro rondas de cervezas?
Empiezan un juego de bailar mujeres con mujeres y hombres con hombres.
Me empujan a sacar a una chica que a primera vista me desagrada, pero estamos felices, es viernes y nos queremos conocer.
Ella está incómoda, mira a sus amigas y apenas quiere tocarme.
-¡No quiero que me metas mano! ¡Yo no soy rara!
La idea de sacarla a bailar no fue mía, por eso me entran unas ganas de golpearla por su comentario, pero estoy segura que si me enfrento a la violencia, salgo perdiendo.
Me río, lo tomo como un chiste y le suelto algo así como, "no eres mi tipo".
Ustedes saben, el tipo tetas operadas sin cerebro, desesperada por atención masculina, risitas hipócritas, homofobia latente.
Y como ella en esta reunión, hay otras seis más, cortadas por el bisturí del mismo cirujano.
Secretamente me defino como siliconfóbica.
Un amigo, que se había encerrado en su cuarto por más de una hora, sale vestido de mujer.
Alguien coloca una canción de Mónica Naranjo, "Pantera en Libertad", el tema más gay de los gays en todo el planeta.
Mi amigo usa un vestido floreado -de esos que venderá después-, una peluca rubia, una base que le da un aspecto fantasmal, unas cejas negrísimas desafiando la gravedad.
Tacones piel de leona, punta de aguja talla 45, ¿dónde carajo los consigue? Labial sangre.
Canta,
"Respétame, yo vivo en libertad,
respétame vivo en libertad,
Negra por fuera,
por dentro color de algodón,
la pantera duerme,
en mi ropa interior"
Se toca sensualmente sus prótesis de papel en forma de redondos senos, regala una sensual batida de cejas postizas.
Las siliconas ríen, una de ellas comenta.
-¡Mira a la marisca!
Las odio, quiero ahocarlas con una bufanda de plumas que está al alcance de mi mano, sería un buen titular para la última página de sucesos.
Mi amigo ni cuenta se da y sigue cantando de manera exagerada,
"Y ahora tuuuuu, abusas de mi soledad,
te regalo el cuerpo, no lo quiero,
pero mi alma se va, ya no puedo maaaaaas,
pero soy mujer, respétame".
Levanta con picardía el vestido para mostrar sus largas piernas depiladas.
Sube un poco más y muestra una panty roja, no se le nota nada.
Las prótesis no pueden parar de reír y aplaudir.
-¡Claro que eres mujer! ¡Dale marisco!
Busco con la mirada a los otros invitados, para ver si en su rostro tienen la misma expresión de rabia que yo asumo, pero nada, todo el mundo celebra.
Quiero parar la música, quiero dejar en claro que hay ciertos momentos que no todos tienen el derecho de ver.
Este tiempo de libertad y liberación no puede convertirse en una burla, no para ellas.
La canción casi termina,
"Cuantos sueños y mentiras,
en el circo de la vida,
lucharé, sobreviviré
el destino que me arrastra hacia tus pies".
El tema es un himno desesperado de reconocimiento y amor propio, una oda a la supervivencia, una historia de fuerza interior.
Es Mónica Naranjo, la cantante que miraba a los gays a los ojos y con esa voz prodigiosa nos repetía sin vacilar que no hay nadie en el mundo "nadie más dura que yo", que entre los encombros debíamos florecer.
Y aquí estamos, en este apartamento, con siete homofóbicas que se burlan de lo que somos.
Invitadas, tomando de nuestra cerveza para dejarnos en claro que ellas son una muestra de lo que encontramos después que traspasamos esa puerta.
Cuando termina el show, una de ellas me dice.
-¿Y qué vas a cantar tú?
-Yo no canto.
-¿No te vas a vestir de hombre?
-No.
-¡Anda! ¡No seas aburrida!
-No.
-¿O lo quieres es hacer tijeretas?
-¿Perdón?
-Qué a ustedes las lesbianas lo que le gustan es hacer tijeras. ¡Haz tijeras con él! ¡Quiero ver!
Y me señala a otro amigo gay.
-Tú serías el hombre y él la mujer.
Mi grado de tolerancia llega a menos cero.
-¡Puta!
-¿Ah?
-¿No me escuchaste? ¡PUTA!
Dos conocidos se interpusieron entre las dos, algunos borrachos tienen demasiada conciencia, pero lo único que lograron es separarnos de la sala.
Ellas siguieron ahí.
Mirándonos como animales de circo.
Empiezan un juego de bailar mujeres con mujeres y hombres con hombres.
Me empujan a sacar a una chica que a primera vista me desagrada, pero estamos felices, es viernes y nos queremos conocer.
Ella está incómoda, mira a sus amigas y apenas quiere tocarme.
-¡No quiero que me metas mano! ¡Yo no soy rara!
La idea de sacarla a bailar no fue mía, por eso me entran unas ganas de golpearla por su comentario, pero estoy segura que si me enfrento a la violencia, salgo perdiendo.
Me río, lo tomo como un chiste y le suelto algo así como, "no eres mi tipo".
Ustedes saben, el tipo tetas operadas sin cerebro, desesperada por atención masculina, risitas hipócritas, homofobia latente.
Y como ella en esta reunión, hay otras seis más, cortadas por el bisturí del mismo cirujano.
Secretamente me defino como siliconfóbica.
Un amigo, que se había encerrado en su cuarto por más de una hora, sale vestido de mujer.
Alguien coloca una canción de Mónica Naranjo, "Pantera en Libertad", el tema más gay de los gays en todo el planeta.
Mi amigo usa un vestido floreado -de esos que venderá después-, una peluca rubia, una base que le da un aspecto fantasmal, unas cejas negrísimas desafiando la gravedad.
Tacones piel de leona, punta de aguja talla 45, ¿dónde carajo los consigue? Labial sangre.
Canta,
"Respétame, yo vivo en libertad,
respétame vivo en libertad,
Negra por fuera,
por dentro color de algodón,
la pantera duerme,
en mi ropa interior"
Se toca sensualmente sus prótesis de papel en forma de redondos senos, regala una sensual batida de cejas postizas.
Las siliconas ríen, una de ellas comenta.
-¡Mira a la marisca!
Las odio, quiero ahocarlas con una bufanda de plumas que está al alcance de mi mano, sería un buen titular para la última página de sucesos.
Mi amigo ni cuenta se da y sigue cantando de manera exagerada,
"Y ahora tuuuuu, abusas de mi soledad,
te regalo el cuerpo, no lo quiero,
pero mi alma se va, ya no puedo maaaaaas,
pero soy mujer, respétame".
Levanta con picardía el vestido para mostrar sus largas piernas depiladas.
Sube un poco más y muestra una panty roja, no se le nota nada.
Las prótesis no pueden parar de reír y aplaudir.
-¡Claro que eres mujer! ¡Dale marisco!
Busco con la mirada a los otros invitados, para ver si en su rostro tienen la misma expresión de rabia que yo asumo, pero nada, todo el mundo celebra.
Quiero parar la música, quiero dejar en claro que hay ciertos momentos que no todos tienen el derecho de ver.
Este tiempo de libertad y liberación no puede convertirse en una burla, no para ellas.
La canción casi termina,
"Cuantos sueños y mentiras,
en el circo de la vida,
lucharé, sobreviviré
el destino que me arrastra hacia tus pies".
El tema es un himno desesperado de reconocimiento y amor propio, una oda a la supervivencia, una historia de fuerza interior.
Es Mónica Naranjo, la cantante que miraba a los gays a los ojos y con esa voz prodigiosa nos repetía sin vacilar que no hay nadie en el mundo "nadie más dura que yo", que entre los encombros debíamos florecer.
Y aquí estamos, en este apartamento, con siete homofóbicas que se burlan de lo que somos.
Invitadas, tomando de nuestra cerveza para dejarnos en claro que ellas son una muestra de lo que encontramos después que traspasamos esa puerta.
Cuando termina el show, una de ellas me dice.
-¿Y qué vas a cantar tú?
-Yo no canto.
-¿No te vas a vestir de hombre?
-No.
-¡Anda! ¡No seas aburrida!
-No.
-¿O lo quieres es hacer tijeretas?
-¿Perdón?
-Qué a ustedes las lesbianas lo que le gustan es hacer tijeras. ¡Haz tijeras con él! ¡Quiero ver!
Y me señala a otro amigo gay.
-Tú serías el hombre y él la mujer.
Mi grado de tolerancia llega a menos cero.
-¡Puta!
-¿Ah?
-¿No me escuchaste? ¡PUTA!
Dos conocidos se interpusieron entre las dos, algunos borrachos tienen demasiada conciencia, pero lo único que lograron es separarnos de la sala.
Ellas siguieron ahí.
Mirándonos como animales de circo.
Comentarios
Publicar un comentario