El 31 de marzo del 2013 decidí abrir un blog con el nombre "Te voy a echar un cuento".
Confieso que no tenía ni idea del rumbo que tomaría esas letras, nada estaba planificado, ni calculado.
Tampoco sabía si la fiebre de escribir sobre mi vida iba a durar dos entradas o sería constante, pero todo se dio de manera espontánea.
Capítulo a capítulo fui desnudando aventuras, pensamientos dispersos, malos momentos, muy buenos recuerdos hasta que caí en cuenta que estaba con el alma sin ropas.
Mi intención nunca fue ganar pleitesías o colgarme inútiles honores, lo contrario, si contaba algo era para mostrar la luz y aunque suene doloroso, mi oscuridad.
No fue nada fácil.
No hubo ni un capítulo en este blog que me dejara indiferente y al momento de lanzarlo a mi cuenta en twitter siempre, me temblaban las manos.
Algo -mi sentido práctico quizás- me gritaba que no lo hiciera, que dejaba mucho al descubierto, que no era necesario, pero si han leído algo de mí, deben saber que me dejó llevar más por la pasión que por la razón.
Alguien me comentó, "¿pero es que todo el mundo tiene que saber que eres lesbiana?"
Pero no, esa persona está equivocada.
No escribo este blog para decirle al mundo mis preferencias sexuales.
Escribo para dejar escapar historias de triunfos y fracasos y da la casualidad que soy lesbiana, no lo puedo ocultar, o si lo puedo ocultar, pero es que no quiero.
Porque sí voy a contar mi vida, esto es lo que soy.
Si alguien le parece mal o bien, lamentablemente no puedo rectificar y tampoco quiero.
Lo único que me quitaba el sueño en este blog era que estas historias involucraban a otras personas y traté de no poner toda la carga en ellas para no desprestigiarlas.
Créanme pasé por eso.
Así que decidí, en la mayoría de los casos, perdir permiso.
En el caso de Alejandra, uno de los grandes amores de mi vida, le pregunté si había leído parte de las historias y le pedí su opinión.
La respuesta fue que siguiera escribiendo sobre nosotras.
A otras les dio un ataque de risa, a mis amigos involucrados les encantó, pero el caso más extremo fue de una relación que titulé "Mujer ingrata".
En uno de esos encuentros leyó todo de un golpe, se sintió halagada, sí como leen halagada, y me pidió que el final no fuera tan rudo.
Cuando terminé la historia, ella quería leer más y a pesar que lo nuestro había terminado, buscó una reconciliación para que siguiera con el cuento.
¡Y la loca soy yo!
Así que con estos comentarios respiré aliviada y seguí con mi blog.
En la entrada "Dos policías y una homofobia" hasta un diputado la compartió, el más leído ha sido "Monólogo de amor" y entre una cosa y otra, personas a quienes poco conozco me paran para decirme que son fans de mi blog.
En esos casos me quedo sin palabras porque no tengo consciencia de quien lee o quién no.
Sé que mi mamá lo hace -a escondidas- y no está nada feliz, también mis hermanos y sus amigos que lo tienen como página favorita.
Y una vez más me quedo sin palabras, sin letras y a todos ellos, pues nada, gracias por leer.
Ahora celebro 100 entradas, me parece una locura.
Y más loco es que ustedes sigan leyendo.
No puedo predecir lo que viene a futuro, pero espero que estas honestas líneas, les haya sacado una sonrisa.
¡Feliz 100!
Confieso que no tenía ni idea del rumbo que tomaría esas letras, nada estaba planificado, ni calculado.
Tampoco sabía si la fiebre de escribir sobre mi vida iba a durar dos entradas o sería constante, pero todo se dio de manera espontánea.
Capítulo a capítulo fui desnudando aventuras, pensamientos dispersos, malos momentos, muy buenos recuerdos hasta que caí en cuenta que estaba con el alma sin ropas.
Mi intención nunca fue ganar pleitesías o colgarme inútiles honores, lo contrario, si contaba algo era para mostrar la luz y aunque suene doloroso, mi oscuridad.
No fue nada fácil.
No hubo ni un capítulo en este blog que me dejara indiferente y al momento de lanzarlo a mi cuenta en twitter siempre, me temblaban las manos.
Algo -mi sentido práctico quizás- me gritaba que no lo hiciera, que dejaba mucho al descubierto, que no era necesario, pero si han leído algo de mí, deben saber que me dejó llevar más por la pasión que por la razón.
Alguien me comentó, "¿pero es que todo el mundo tiene que saber que eres lesbiana?"
Pero no, esa persona está equivocada.
No escribo este blog para decirle al mundo mis preferencias sexuales.
Escribo para dejar escapar historias de triunfos y fracasos y da la casualidad que soy lesbiana, no lo puedo ocultar, o si lo puedo ocultar, pero es que no quiero.
Porque sí voy a contar mi vida, esto es lo que soy.
Si alguien le parece mal o bien, lamentablemente no puedo rectificar y tampoco quiero.
Lo único que me quitaba el sueño en este blog era que estas historias involucraban a otras personas y traté de no poner toda la carga en ellas para no desprestigiarlas.
Créanme pasé por eso.
Así que decidí, en la mayoría de los casos, perdir permiso.
En el caso de Alejandra, uno de los grandes amores de mi vida, le pregunté si había leído parte de las historias y le pedí su opinión.
La respuesta fue que siguiera escribiendo sobre nosotras.
A otras les dio un ataque de risa, a mis amigos involucrados les encantó, pero el caso más extremo fue de una relación que titulé "Mujer ingrata".
En uno de esos encuentros leyó todo de un golpe, se sintió halagada, sí como leen halagada, y me pidió que el final no fuera tan rudo.
Cuando terminé la historia, ella quería leer más y a pesar que lo nuestro había terminado, buscó una reconciliación para que siguiera con el cuento.
¡Y la loca soy yo!
Así que con estos comentarios respiré aliviada y seguí con mi blog.
En la entrada "Dos policías y una homofobia" hasta un diputado la compartió, el más leído ha sido "Monólogo de amor" y entre una cosa y otra, personas a quienes poco conozco me paran para decirme que son fans de mi blog.
En esos casos me quedo sin palabras porque no tengo consciencia de quien lee o quién no.
Sé que mi mamá lo hace -a escondidas- y no está nada feliz, también mis hermanos y sus amigos que lo tienen como página favorita.
Y una vez más me quedo sin palabras, sin letras y a todos ellos, pues nada, gracias por leer.
Ahora celebro 100 entradas, me parece una locura.
Y más loco es que ustedes sigan leyendo.
No puedo predecir lo que viene a futuro, pero espero que estas honestas líneas, les haya sacado una sonrisa.
¡Feliz 100!
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