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Mostrando entradas de 2019

Resarcimiento de daños (I)

Pido perdón por el mal rato pasado. No fue mi intención causar en ti, angustia, desconsuelo, ira, tristeza, o para resumirlo mejor, una gran decepción. He sido -muchas veces de manera consciente- una gran irresponsable al actuar sin medir las consecuencias, o quizás conociendo las implicaciones de mis desacertadas decisiones, considero que vale la pena incurrir en el error. No pido un perdón exprés, una clemencia sin ganas que dejará a la deriva esta amistad de tantos años, y menos por una mujer David. Mi delito fue no decir la verdad. Ocultar un hecho, a todas luces deplorable y reprochable. Es por este motivo que necesitamos vernos lo más pronto posible, antes de irme del país, porque siempre seré una gran defensora del poder de la conversación. Espero, quiero y te ruego, vernos en la plaza de mi urbanización, esa plaza que tantos secretos nos ha guardado. Te espero allí a las ocho de la noche, con o sin tu respuesta. Un abrazo. Mawa. *Enviar* Los grupos de WhatsApp son el

La despedida (y II)

-No. Está saliendo conmigo. Un golpe directo al estómago. Eres un amigo horroroso, horrible. ¿Cómo coño se te ocurre salir con mi ex? ¡Tú eres uno de mis mejores amigos! Sabes la importancia de esa mujer en mi vida. Conociste de primera mano todo el tiempo y el esfuerzo que me tocó conquistarla. ¡Lloré en tu hombro cuando terminamos! Te dije que me había enamorado de ella, que me dejó el corazón roto, que gracias a ella volvió mi arrechera a las bisexuales. ¡Me diste ánimo! Me dijiste que ella no valía la pena, que era una loca, una indefinida. ¡Hipócrita! La querías para ti todo este tiempo. Yo siempre supe que ella te gustaba, siempre, pero jamás pensé en esta traición, de ti no, todos menos tú. Seguramente me vas a decir que ya lo nuestro terminó, pero David, el código dice que nunca vas a salir con el ex de un amigo. ¡Claro! No se te ocurrió mejor momento de darme la noticia cuando me voy del país. ¡Cobarde! ¡Yo jamás te quité una novia! ¡Ah, no perdón! Es que nunca te conocí una

La despedida (I)

-Voy a buscar mi guitarra. Me entusiasmé a duras penas, tratando de disimular mi tristeza para no desentonar en la reunión con mis amigos, pero no es cualquier reunión, es mi despedida. Malditas despedidas. Cansada de decirle adiós a mis mejores amigos, a exparejas y conocidos, ahora estoy yo aquí, aprovechando las pocas horas que me quedan en Venezuela para emborracharme hasta olvidar mi nombre. Y, como siempre pasa cuando decido beber hasta agotar mi mente, voy muy bien. Edgardo regresa con la guitarra. Por ahora solo estamos él y yo, esperando a los demás que andan en busca de hielo y alcohol. -¿Qué quieres que toque? -No sé, algo que no sea triste. Edgardo es un ingeniero químico tan compenetrado con su carrera, tan intensamente obsesionado con su profesión, digamos, tan nerd, que bautizó a cada miembro de este pequeño grupo selecto con el nombre de algún metal, según la tabla periódica. Él es plomo, Pb. Por el hecho de ser una persona fácil de fundirse con los demás, de

La intervención

Antes de la intervención  Los animales responden a estímulos. Hace muchos años tuve una perrita llamada Chiquita, que movía la cola cada vez que me veía entrar a la casa después del trabajo. Chiquita sabía, olfateaba desde lejos, la recompensa que le tenía reservaba pero con la condición de que me diera la pata. Así que Chiquita, mi perrita, me esperaba lista con la pata arriba. Pata arriba, comida. Pata abajo, nada. Un estímulo simple, básico, sin complicaciones. Los seres humanos somos una masa de carne más compleja que un perro, o en teoría debería ser así. Pero ahora, mirando de frente a mi amiga Sandra, empiezo a cuestionar totalmente esta premisa. Ella no me mira porque tiene la vista clavada en la pantalla de su celular mientras sus dedos escriben frenéticamente. Yo estoy callada esperando que termine de decir algo, pero su teléfono no deja de escupir sonidos, y cada medio minuto se interrumpe para responder como una poseída. Cuando no suena el celular, igual lo

El fracaso de cupido

El ambiente es perfecto. Un cielo despejado con una luna llena como guinda. Un jazz tan sutil, orgásmico, que invita confesar secretos y propuestas indecentes. Unas cuantas cervezas nadando en un recipiente repleto de hielo, buena compañía conversando de todo y de nada, mientras una piscina en calma nos regala sus eternos reflejos azules. Pero nada en este ambiente es inocente, porque estoy en este bar al aire libre con el propósito de unir dos corazones. Mi buen amigo David, que ahora lo tengo al frente, tiene un año completamente solo sin posibilidad de conseguir compañía por culpa de su congénita timidez. A mi derecha está Sandra, una compañera de trabajo tan inestable en sus relaciones amorosas, que ella misma podría ser un ejemplar para crear una nueva patología para el desastre en pareja. A mi izquierda en esta mesa redonda está una amiga de Sandra, a quien no conozco de nada y mucho menos puedo recordar su nombre, pero quien no deja de hablar sobre su reciente divorcio y

Réquiem por una infidelidad (y III)

Una eternidad, esperé este instante y no lo dejaré deslizar en recuerdos quietos, ni en balas rasantes, que matan. Come de mí, come de mi carne. -¿Qué haces? -Escribo la primera estrofa de la canción de Soda Stereo. -Focus, Honey . Concéntrate en la locura.  -Es que dije que nunca más iba a escribir sobre mi ex, esa ex. -Y siempre tú apegada a las promesas. -Me preocupa una cosa. -¿Solo una? ¡Qué optimista! -Sí, solo una...Ella me va a preguntar, ¿cómo pude serle infiel al que fue el amor de mi vida? -Madonna tiene la respuesta. -¡No! ¡Por favor no hagas la imitación de Madonna! ¡No en este sitio súper hetero! -Le vas a decir... -Siéntate marico... -Voy a buscar una cerveza... -¡No vas a tomar más y siéntate! -Le vas a decir, que cuando la conociste, I was beat, incomplete, but you made me feel, yeah, you made me feel, shiny and new... -¡Dios santo! ¡Pide la cuenta! - Like a virgin, touched for the very first time, Like a virgin, uuuuh Entre caníbales  Te

Requiem por una infidelidad (II)

Me desgasto y confundo, no quiero ser torpe una vez más, menos si estoy enamorada. Comenzar de cero implica, en mi insensata racionalidad, que debo retroceder y mirar mis errores otra y otra vez, abrir las heridas, saludarlas y no conforme con esto, escribir sobre ellas. -No, no, no. Something's wrong here , Mawa. -¿Qué no te cuadra? -Si cada cacho que montaste tiene una canción, esa de Silvio Rodríguez que recuerdas es de cuando Fidel Castro era un aprendiz de dictador. O sea, baby , como en los 60. -Tienes razón, pero es la que siempre escuchaba la chica con la que salía... -¿La oficial o el cacho? -El cacho. -Uy no que mal gusto, gente que escucha Silvio Rodriguez, este... el papá de Servando y Florentino...¿cómo es que se llamaba? -Alí Primera. -Uy no. Gente que escucha eso le cae una maldición encima darling , una pava eterna, hasta mal deben tirar. ¿Y cuál era el soundtrack de la oficial? -Lo recuerdo como si estuviera allí, una de Mika: Relax, Take It Easy. -¡Fí

Requiem por una infidelidad (I)

Y me voy repitiendo. Reincidiendo. Cayendo en este juego de esquivar la verdad sin doblar las esquinas de la realidad, algo así como quitarme seis kilos a base de photoshop, sin desvirtuar los cuadros de fondo. Escupo los pedazos de esmalte uñas Infinite Shine de la marca OPI, pero algunos grumos todavía están pegados a mis dientes. Dinero perdido. Sigo marcando el mismo número una y otra vez. Repitiendo. Cae el buzón de voz. -¡Chamo! Grado 33, necesito que me atiendas de manera urgente. Por el pulgar derecho y el anular izquierdo de mis manos corre un hilo de sangre que seco metiendo los dedos en mi boca, aprovecho y muerdo lo que queda de uñas. Vestida para salir velozmente, en mi cartera un lapicero, un bloc de notas, una caja de cigarrillos Belmont, dos halls negros, un ibuprofeno vencido, tres condones texturizados ecstasy marca Trojan, mi monedero Tous negro, las llaves y el celular que tengo a la mano y que ahora por fin, suena. Detalles, detalles Mawa. Un buen mentiros

El callejón de la puñalada

Era una mala idea. Lo dijo mi mente y lo expresé en voz alta porque mi conciencia jamás se equivoca, solo que yo nunca le hago caso. -Chama, esta es una mala idea. Ella miró a otro lado fingiendo no escucharme, levantó su trago -una mezcla de tequila con ginebra- y brindó con la multitud al ritmo de las Chicas del Can.  Odio los kareokes.  No encuentro lógico pagar una cantidad exorbitante de dinero por unos tragos mal preparados, mientras escuchas como otros destrozan una canción tras otra, durante horas. Pero aquí estamos, en una taguara mal iluminada con olor a orine, en una de las zonas más peligrosas de Caracas, con un nombre peculiar y escalofriante: el Callejón de la Puñalada.  Me habían hablado de este sitio muchas veces, y aunque su mala fama es vox populi, muchos corrían el riesgo de adentrarse en el área porque aseguraban, que si salías vivo después de una noche en el callejón, esa sería una de las mejores de tu vida. Pero yo estaba tensa. -Lo que estás es

Heteropolítica

Al fondo, el rumor de las olas. Un poco más allá, por decimotercera vez en esta madrugada, se escucha la canción de Circo Urbano, "Muerto en Choroní" para el delirio de todos los borrachos. Pienso que tanta obviedad no es necesaria. Sí, estamos en Choroní, pero lejos del 2003 cuando el tema era un boom, y mucho más lejos aún del ambiente romántico que busco crear en esta primera cita. Aunque no se podría llamar a esto, una cita. Ella está tendida en la cama del hotel, pidiéndome en susurros sus más cochinos deseos para este amanecer del domingo. Aunque el momento es altamente erótico: el calor de nuestros cuerpos, la semi penumbra, los restos de olor a coco en su piel, ella acostada en la cama, yo sentada en sus caderas; siento unas ganas inmensas de reír. Es un gesto en su boca lo que desarma todas mis ganas, porque cada vez que hace una petición sexual, se muerde el labio inferior cual Mia Khalifa en sus mejores -y peores- pelis pornos. -Quiero (mordida) que (mordida