Pido perdón por el mal rato pasado. No fue mi intención causar en ti, angustia, desconsuelo, ira, tristeza, o para resumirlo mejor, una gran decepción.
He sido -muchas veces de manera consciente- una gran irresponsable al actuar sin medir las consecuencias, o quizás conociendo las implicaciones de mis desacertadas decisiones, considero que vale la pena incurrir en el error.
No pido un perdón exprés, una clemencia sin ganas que dejará a la deriva esta amistad de tantos años, y menos por una mujer David.
Mi delito fue no decir la verdad. Ocultar un hecho, a todas luces deplorable y reprochable. Es por este motivo que necesitamos vernos lo más pronto posible, antes de irme del país, porque siempre seré una gran defensora del poder de la conversación.
Espero, quiero y te ruego, vernos en la plaza de mi urbanización, esa plaza que tantos secretos nos ha guardado.
Te espero allí a las ocho de la noche, con o sin tu respuesta.
Un abrazo.
Mawa.
*Enviar*
Los grupos de WhatsApp son el infierno en la tierra. No sé a cuál listillo se le ocurrió colocar esa opción invasiva que permite a otro incluirte -sin tu consentimiento- a interactuar con un grupo de personas.
Cada grupo en el que he estado ha terminado de fracaso en fracaso, tanto así, que le gana a mi vida amorosa.
Y no estoy exagerando.
Así que no debí sorprenderme cuando, a la mañana siguiente del beso grupal entre Fe, Pb, Au y yo, empezaron a comentar lo sucedido como si nada.
Mi amigo David lo leyó al instante y fue el primero en salirse del WhatsApp grupal, sin mediar comentarios.
Es qué claro, ¿no era cómo lógico que se molestara un poco porque sus amigos, todos ellos, besaran a su novia!
¡Un mínimo detalle! ¡Una cosa sin importancia! ¡Una vainita pues!
No tardé en escribir:
¡USTEDES SIGUEN BORRACHOS, DROGADOS O LAS DOS COSAS? ¿Cómo coño van a escribir lo que pasó ayer? ¿No se les ocurrió que en el chat estaba David y que podía, no sé, arrecharse por lo del beso!!!!
*Enviar*
*Salir del grupo*
Ahora solo quedaba recoger los vidrios con mi amigo, tratando de no cortarme demasiado.
Eso lo pensaba mientras me fumaba un cigarrillo, diez minutos antes de la cita pautada con David, una cita que dejó en visto.
Tenía una gran esperanza de encontrarme con él. Algo me decía que, movido al menos por la curiosidad o la rabia, acudiría a hablar conmigo.
Pero verdugo no pide clemencia. Estaba preparada para una de las conversaciones más difíciles de mi vida, y haría todo lo posible para lograr enmendar una amistad que estaba al borde del precipicio, así me tocara ser totalmente honesta, o si esto no servía, mentir.
Lo que le hiciera más feliz.
La verdad es que después de ese beso no pasó nada más. Al terminar, los cuatro nos reímos como unos niños traviesos, hablamos como si nada hubiese pasado, y me despedí de mis amigos con un abrazo tan fuerte que me durara hasta llegar a Perú.
Mi ex, y todavía la novia de mi amigo, me llevó hasta la puerta de mi casa, apagó el carro y me miró como tantas veces lo hizo cuando salíamos a escondidas.
Pasé mi mano por su rostro con un nudo en la garganta. No sentía ningún tipo de deseo sexual, ni amor, ni tenía ganas de repetir un beso, ni remordimientos, lo único que me ahogaba el pecho era esta sensación de despedida eterna, de un adiós a mi pasado.
Lo que miraba era mi pasado: mis amigos, mis amores, mi profesión, mi país.
Cuando por fin pude salir de estos pensamientos, escuché lo que ella me decía.
-...¿qué puedo hacer Mawa?
-Lo siento, ¿qué puedes hacer con qué?
-Yo...Yo estoy consciente que me gustan las mujeres pero no puedo...no puedo Mawa, por mi familia. No puedo decepcionarlos. Yo soy capaz de casarme, yo puedo hacerlo. Pero...sé que si me gusta una mujer me voy acostar con ella, y si eso pasa, ¿qué hago?
Perdí la cuenta de las veces que alguien me hizo esa pregunta a modo de aterradora confesión, y muchas veces mi respuesta era un péndulo entre la ironía y una larga explicación sobre el valor de la valentía.
Pero en ese momento no quería ser ni irónica ni valiente.
-¿Qué hago Mawa? ¿Qué hago si vuelve a pasar?
-No se lo digas a nadie.
Unas luces me devuelven a la realidad.
Miro el reloj y caigo en cuenta que David me dejó esperando media hora, mientras observo su rostro de pocos amigos.
De hecho, su cara de mi peor enemigo.
Suspiro.
Espero un golpe de Estado, un tsunami, una peste mortal, una dictadura de veinte años, una enfermedad terminal, una tragedia épica cuando él llega y sin dejarme hablar, dice.
-No quiero escucharte, te voy a decir unas cuantas verdades. Y no te va a gustar.
He sido -muchas veces de manera consciente- una gran irresponsable al actuar sin medir las consecuencias, o quizás conociendo las implicaciones de mis desacertadas decisiones, considero que vale la pena incurrir en el error.
No pido un perdón exprés, una clemencia sin ganas que dejará a la deriva esta amistad de tantos años, y menos por una mujer David.
Mi delito fue no decir la verdad. Ocultar un hecho, a todas luces deplorable y reprochable. Es por este motivo que necesitamos vernos lo más pronto posible, antes de irme del país, porque siempre seré una gran defensora del poder de la conversación.
Espero, quiero y te ruego, vernos en la plaza de mi urbanización, esa plaza que tantos secretos nos ha guardado.
Te espero allí a las ocho de la noche, con o sin tu respuesta.
Un abrazo.
Mawa.
*Enviar*
Los grupos de WhatsApp son el infierno en la tierra. No sé a cuál listillo se le ocurrió colocar esa opción invasiva que permite a otro incluirte -sin tu consentimiento- a interactuar con un grupo de personas.
Cada grupo en el que he estado ha terminado de fracaso en fracaso, tanto así, que le gana a mi vida amorosa.
Y no estoy exagerando.
Así que no debí sorprenderme cuando, a la mañana siguiente del beso grupal entre Fe, Pb, Au y yo, empezaron a comentar lo sucedido como si nada.
Mi amigo David lo leyó al instante y fue el primero en salirse del WhatsApp grupal, sin mediar comentarios.
Es qué claro, ¿no era cómo lógico que se molestara un poco porque sus amigos, todos ellos, besaran a su novia!
¡Un mínimo detalle! ¡Una cosa sin importancia! ¡Una vainita pues!
No tardé en escribir:
¡USTEDES SIGUEN BORRACHOS, DROGADOS O LAS DOS COSAS? ¿Cómo coño van a escribir lo que pasó ayer? ¿No se les ocurrió que en el chat estaba David y que podía, no sé, arrecharse por lo del beso!!!!
*Enviar*
*Salir del grupo*
Ahora solo quedaba recoger los vidrios con mi amigo, tratando de no cortarme demasiado.
Eso lo pensaba mientras me fumaba un cigarrillo, diez minutos antes de la cita pautada con David, una cita que dejó en visto.
Tenía una gran esperanza de encontrarme con él. Algo me decía que, movido al menos por la curiosidad o la rabia, acudiría a hablar conmigo.
Pero verdugo no pide clemencia. Estaba preparada para una de las conversaciones más difíciles de mi vida, y haría todo lo posible para lograr enmendar una amistad que estaba al borde del precipicio, así me tocara ser totalmente honesta, o si esto no servía, mentir.
Lo que le hiciera más feliz.
La verdad es que después de ese beso no pasó nada más. Al terminar, los cuatro nos reímos como unos niños traviesos, hablamos como si nada hubiese pasado, y me despedí de mis amigos con un abrazo tan fuerte que me durara hasta llegar a Perú.
Mi ex, y todavía la novia de mi amigo, me llevó hasta la puerta de mi casa, apagó el carro y me miró como tantas veces lo hizo cuando salíamos a escondidas.
Pasé mi mano por su rostro con un nudo en la garganta. No sentía ningún tipo de deseo sexual, ni amor, ni tenía ganas de repetir un beso, ni remordimientos, lo único que me ahogaba el pecho era esta sensación de despedida eterna, de un adiós a mi pasado.
Lo que miraba era mi pasado: mis amigos, mis amores, mi profesión, mi país.
Cuando por fin pude salir de estos pensamientos, escuché lo que ella me decía.
-...¿qué puedo hacer Mawa?
-Lo siento, ¿qué puedes hacer con qué?
-Yo...Yo estoy consciente que me gustan las mujeres pero no puedo...no puedo Mawa, por mi familia. No puedo decepcionarlos. Yo soy capaz de casarme, yo puedo hacerlo. Pero...sé que si me gusta una mujer me voy acostar con ella, y si eso pasa, ¿qué hago?
Perdí la cuenta de las veces que alguien me hizo esa pregunta a modo de aterradora confesión, y muchas veces mi respuesta era un péndulo entre la ironía y una larga explicación sobre el valor de la valentía.
Pero en ese momento no quería ser ni irónica ni valiente.
-¿Qué hago Mawa? ¿Qué hago si vuelve a pasar?
-No se lo digas a nadie.
Unas luces me devuelven a la realidad.
Miro el reloj y caigo en cuenta que David me dejó esperando media hora, mientras observo su rostro de pocos amigos.
De hecho, su cara de mi peor enemigo.
Suspiro.
Espero un golpe de Estado, un tsunami, una peste mortal, una dictadura de veinte años, una enfermedad terminal, una tragedia épica cuando él llega y sin dejarme hablar, dice.
-No quiero escucharte, te voy a decir unas cuantas verdades. Y no te va a gustar.
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