Al fondo, el rumor de las olas.
Un poco más allá, por decimotercera vez en esta madrugada, se escucha la canción de Circo Urbano, "Muerto en Choroní" para el delirio de todos los borrachos.
Pienso que tanta obviedad no es necesaria. Sí, estamos en Choroní, pero lejos del 2003 cuando el tema era un boom, y mucho más lejos aún del ambiente romántico que busco crear en esta primera cita.
Aunque no se podría llamar a esto, una cita.
Ella está tendida en la cama del hotel, pidiéndome en susurros sus más cochinos deseos para este amanecer del domingo.
Aunque el momento es altamente erótico: el calor de nuestros cuerpos, la semi penumbra, los restos de olor a coco en su piel, ella acostada en la cama, yo sentada en sus caderas; siento unas ganas inmensas de reír.
Es un gesto en su boca lo que desarma todas mis ganas, porque cada vez que hace una petición sexual, se muerde el labio inferior cual Mia Khalifa en sus mejores -y peores- pelis pornos.
-Quiero (mordida) que (mordida) me (mordida) metas (mordida) la (mordida)...
Le doy un beso en la boca para espantar las ganas de salir huyendo porque es mejor entrar en el asunto de una vez, antes que se de cuenta, que no recuerdo su nombre.
Ella tampoco debe saber el mío, así que no me siento mal.
Lo dije antes, esto no se puede llamar una cita.
Me muerde el labio y me aparto con dolor y una gota de sangre.
-Quítate la camisa.
Obedezco con más ánimos.
-¡Uy que sexy! Todavía tienes el traje de baño.
Bueno, para mí sexy no es.
Es la prueba, sin dejar lugar a dudas, que no me he quitado el salitre en muchas horas pero, ¿quién soy yo para fastidiar los fetiches a la gente?
Voy al ataque de su cuello con mis besos, mientras siento como, entre quejidos, busca decir algo.
Me detengo y coloco mi oído cerca de su boca para escuchar con más detenimiento.
-¡Para! Es que necesito decirte algo importante antes de seguir.
¡Oh no!
Esto no es bueno, no es nada bueno.
Seguro está casada, o es hombre, o tiene una enfermedad venérea, o me va a decir que está embarazada, o que la novia está en la habitación de al lado, o me va a pedir vainas locas como que si quiere que la azote, que la muerda no sé qué cosa hasta sangrar, o como me dijo mi amigo gay unas cuantas horas antes, mientras tomábamos sol en Playa Grande, la primera vez que la vi.
-Es heteroflexible.
-¡Uy no! ¿Heteroflexible? ¡Qué horror!
Ella jugaba al frisbee con un tipo gordo y calvo, mucho mayor que ella, que parecía su papá, o como me detuvo mi amigo.
-¿Su papá? Su papacito querrás decir. Es de la tribu esas de bendecidas y afortunadas.
-¡Uy no! ¿Bendecida y afortunada? ¡Qué horror!
Horror y todo no dejaba de observarla con total libertad a través de mis lentes de sol.
En un momento, el frisbee cayó a escasos centímetros de mis pies y ella llegó cerca de mí batiendo el cabello cual Pamela Anderson en esa serie de rescatistas.
-¡Disculpa! ¿Te golpeó?
-No vale.
-Igual, disculpa.
Y se fue con una sonrisa al lado de su papá.
-Papacito Mawa.
Choroní estaba como siempre, lleno de una gran cantidad de hombres y mujeres gays, y era -y me imagino que no ha cambiado- el sitio para el encuentro espontáneo entre la comunidad homosexual.
Para mí, Choroní es la Ibiza venezolana, salvando las diferencias, y esto era - ¿es?- un secreto a voces entre los residentes de este pueblo que aceptaba esa realidad, mientras siguieran llegando muchos bolívares y dólares.
Eran tantas las ansias de ganar dinero, que por pocos días estaría abierto la disco "El pescadito", un sitio al aire libre donde todo, y no exagero, todo estaba permitido.
A las 12:00 de la noche, mi amigo, su pareja y yo estábamos bailando una canción tecno, cuando el DJ puso, por primera vez, "Muerto en Choroní".
-¡Marico que tripa!
-¡Nojoda! Estamos muertos en Choroní.
Había que entender que teníamos unas cuantas cervezas desde las diez de la mañana.
-Vamos al baño, ¿nos acompañas Mawa?
-Marico no. Esa vaina es puro sexo y drogas en esos baños.
-¿Y cuál es el problema?
-Le estoy huyendo a las drogas, yo soy débil.
-¿Y al sexo?
-Al sexo nunca.
-Bueno, hablando de sexo, viene hacia ti la heteroflexible.
Ella tenía dos cervezas en cada mano y avanzaba sin dejar de bailar.
¿Yo? Yo estaba plantaba en medio de la pista, mirándola.
-¿Te acuerdas de mí?
-¡Claro! La del frisbee.
-¿Quieres bailar?
-¿Esa canción?
-¡Claro! "Muerto en Choroní" es la mejor canción para bailar, me recuerda cuanto odio al comunismo.
-¿Ah?
Me ofreció la cerveza pero la agarré dudando.
¿Y si tiene burundanga?
Ella me tomó de las caderas mientras me preguntaba al oído.
-¿Cómo te llamas?
-Mawa, y ¿tú?
-...
No pude escuchar bien o no me importó, lo único que sentía era su cuerpo contra el mío mientras sonaban las canciones.
Tampoco pensé mucho en mis amigos, todo era ella qué preguntaba si en su habitación o en la mía, y yo, como medida de protección decidí por mi lugar.
Y así llegamos al ahora.
-¡Para! Es que necesito decirte algo antes de seguir.
Seguro quiere un trío con su falso papá, o me va a decir que está a punto de morir y quiere experimentar una única vez con una mujer, o quizás es virgen...tal vez sea eso.
-Dime.
-¿Eres comunista?
-¿Ah?
-No me acuesto con malditos comunistas, o malditos chavistas.
-¿Me estás jodiendo verdad?
-No, esto es serio.
-Yo no soy neoliberal tampoco soy comunista como dice la canción.
-Hablo en serio.
-Esto lo tengo que escribir algún día, nadie me va a creer...
-Tienes cara de comunista.
-No soy comunista, no soy devota del capitalismo, me inclino por el socialismo.
Me empuja a un lado, busca como loca sus sandalias.
-¡Qué asco! Ya me lo decía Rafael.
-¿Quién coño es Rafael?
-Mi amigo, el de la playa.
-¡Ah no es tu papá?
-¡Nooo! Es mi amigo...¡COMUNISTA!
-¿Y tú? ¡HETEROFLEXIBLE!
Y dio un portazo sin decir nada más.
Como puedo recompuse mi orgullo y salgo corriendo hasta la disco donde encontré mis amigos más prendidos con la rumba.
-¿Dónde estabas diablita?
-¿Qué coño importa?
Y en ese momento, por decimoquinta vez, suena la canción.
-Ya vengo...
-¿Te vas a perder otra vez?
-Voy a matar a un DJ.
Un poco más allá, por decimotercera vez en esta madrugada, se escucha la canción de Circo Urbano, "Muerto en Choroní" para el delirio de todos los borrachos.
Pienso que tanta obviedad no es necesaria. Sí, estamos en Choroní, pero lejos del 2003 cuando el tema era un boom, y mucho más lejos aún del ambiente romántico que busco crear en esta primera cita.
Aunque no se podría llamar a esto, una cita.
Ella está tendida en la cama del hotel, pidiéndome en susurros sus más cochinos deseos para este amanecer del domingo.
Aunque el momento es altamente erótico: el calor de nuestros cuerpos, la semi penumbra, los restos de olor a coco en su piel, ella acostada en la cama, yo sentada en sus caderas; siento unas ganas inmensas de reír.
Es un gesto en su boca lo que desarma todas mis ganas, porque cada vez que hace una petición sexual, se muerde el labio inferior cual Mia Khalifa en sus mejores -y peores- pelis pornos.
-Quiero (mordida) que (mordida) me (mordida) metas (mordida) la (mordida)...
Le doy un beso en la boca para espantar las ganas de salir huyendo porque es mejor entrar en el asunto de una vez, antes que se de cuenta, que no recuerdo su nombre.
Ella tampoco debe saber el mío, así que no me siento mal.
Lo dije antes, esto no se puede llamar una cita.
Me muerde el labio y me aparto con dolor y una gota de sangre.
-Quítate la camisa.
Obedezco con más ánimos.
-¡Uy que sexy! Todavía tienes el traje de baño.
Bueno, para mí sexy no es.
Es la prueba, sin dejar lugar a dudas, que no me he quitado el salitre en muchas horas pero, ¿quién soy yo para fastidiar los fetiches a la gente?
Voy al ataque de su cuello con mis besos, mientras siento como, entre quejidos, busca decir algo.
Me detengo y coloco mi oído cerca de su boca para escuchar con más detenimiento.
-¡Para! Es que necesito decirte algo importante antes de seguir.
¡Oh no!
Esto no es bueno, no es nada bueno.
Seguro está casada, o es hombre, o tiene una enfermedad venérea, o me va a decir que está embarazada, o que la novia está en la habitación de al lado, o me va a pedir vainas locas como que si quiere que la azote, que la muerda no sé qué cosa hasta sangrar, o como me dijo mi amigo gay unas cuantas horas antes, mientras tomábamos sol en Playa Grande, la primera vez que la vi.
-Es heteroflexible.
-¡Uy no! ¿Heteroflexible? ¡Qué horror!
Ella jugaba al frisbee con un tipo gordo y calvo, mucho mayor que ella, que parecía su papá, o como me detuvo mi amigo.
-¿Su papá? Su papacito querrás decir. Es de la tribu esas de bendecidas y afortunadas.
-¡Uy no! ¿Bendecida y afortunada? ¡Qué horror!
Horror y todo no dejaba de observarla con total libertad a través de mis lentes de sol.
En un momento, el frisbee cayó a escasos centímetros de mis pies y ella llegó cerca de mí batiendo el cabello cual Pamela Anderson en esa serie de rescatistas.
-¡Disculpa! ¿Te golpeó?
-No vale.
-Igual, disculpa.
Y se fue con una sonrisa al lado de su papá.
-Papacito Mawa.
Choroní estaba como siempre, lleno de una gran cantidad de hombres y mujeres gays, y era -y me imagino que no ha cambiado- el sitio para el encuentro espontáneo entre la comunidad homosexual.
Para mí, Choroní es la Ibiza venezolana, salvando las diferencias, y esto era - ¿es?- un secreto a voces entre los residentes de este pueblo que aceptaba esa realidad, mientras siguieran llegando muchos bolívares y dólares.
Eran tantas las ansias de ganar dinero, que por pocos días estaría abierto la disco "El pescadito", un sitio al aire libre donde todo, y no exagero, todo estaba permitido.
A las 12:00 de la noche, mi amigo, su pareja y yo estábamos bailando una canción tecno, cuando el DJ puso, por primera vez, "Muerto en Choroní".
-¡Marico que tripa!
-¡Nojoda! Estamos muertos en Choroní.
Había que entender que teníamos unas cuantas cervezas desde las diez de la mañana.
-Vamos al baño, ¿nos acompañas Mawa?
-Marico no. Esa vaina es puro sexo y drogas en esos baños.
-¿Y cuál es el problema?
-Le estoy huyendo a las drogas, yo soy débil.
-¿Y al sexo?
-Al sexo nunca.
-Bueno, hablando de sexo, viene hacia ti la heteroflexible.
Ella tenía dos cervezas en cada mano y avanzaba sin dejar de bailar.
¿Yo? Yo estaba plantaba en medio de la pista, mirándola.
-¿Te acuerdas de mí?
-¡Claro! La del frisbee.
-¿Quieres bailar?
-¿Esa canción?
-¡Claro! "Muerto en Choroní" es la mejor canción para bailar, me recuerda cuanto odio al comunismo.
-¿Ah?
Me ofreció la cerveza pero la agarré dudando.
¿Y si tiene burundanga?
Ella me tomó de las caderas mientras me preguntaba al oído.
-¿Cómo te llamas?
-Mawa, y ¿tú?
-...
No pude escuchar bien o no me importó, lo único que sentía era su cuerpo contra el mío mientras sonaban las canciones.
Tampoco pensé mucho en mis amigos, todo era ella qué preguntaba si en su habitación o en la mía, y yo, como medida de protección decidí por mi lugar.
Y así llegamos al ahora.
-¡Para! Es que necesito decirte algo antes de seguir.
Seguro quiere un trío con su falso papá, o me va a decir que está a punto de morir y quiere experimentar una única vez con una mujer, o quizás es virgen...tal vez sea eso.
-Dime.
-¿Eres comunista?
-¿Ah?
-No me acuesto con malditos comunistas, o malditos chavistas.
-¿Me estás jodiendo verdad?
-No, esto es serio.
-Yo no soy neoliberal tampoco soy comunista como dice la canción.
-Hablo en serio.
-Esto lo tengo que escribir algún día, nadie me va a creer...
-Tienes cara de comunista.
-No soy comunista, no soy devota del capitalismo, me inclino por el socialismo.
Me empuja a un lado, busca como loca sus sandalias.
-¡Qué asco! Ya me lo decía Rafael.
-¿Quién coño es Rafael?
-Mi amigo, el de la playa.
-¡Ah no es tu papá?
-¡Nooo! Es mi amigo...¡COMUNISTA!
-¿Y tú? ¡HETEROFLEXIBLE!
Y dio un portazo sin decir nada más.
Como puedo recompuse mi orgullo y salgo corriendo hasta la disco donde encontré mis amigos más prendidos con la rumba.
-¿Dónde estabas diablita?
-¿Qué coño importa?
Y en ese momento, por decimoquinta vez, suena la canción.
-Ya vengo...
-¿Te vas a perder otra vez?
-Voy a matar a un DJ.
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