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Requiem por una infidelidad (II)

Me desgasto y confundo, no quiero ser torpe una vez más, menos si estoy enamorada.
Comenzar de cero implica, en mi insensata racionalidad, que debo retroceder y mirar mis errores otra y otra vez, abrir las heridas, saludarlas y no conforme con esto, escribir sobre ellas.
-No, no, no. Something's wrong here, Mawa.
-¿Qué no te cuadra?
-Si cada cacho que montaste tiene una canción, esa de Silvio Rodríguez que recuerdas es de cuando Fidel Castro era un aprendiz de dictador. O sea, baby, como en los 60.
-Tienes razón, pero es la que siempre escuchaba la chica con la que salía...
-¿La oficial o el cacho?
-El cacho.
-Uy no que mal gusto, gente que escucha Silvio Rodriguez, este... el papá de Servando y Florentino...¿cómo es que se llamaba?
-Alí Primera.
-Uy no. Gente que escucha eso le cae una maldición encima darling, una pava eterna, hasta mal deben tirar. ¿Y cuál era el soundtrack de la oficial?
-Lo recuerdo como si estuviera allí, una de Mika: Relax, Take It Easy.
-¡Fíjate! ¡Gente buena! ¡Gente que mama rico!
-¡Por Dios!
-Dime que te quedaste con la de Mika.

Relax, Take it easy
Recuerdo la habitación del hotel en Barcelona, España. Austera, limpia, de colores cálidos, costosa, con un balcón que daba a Las Ramblas.
La recuerdo a ella bloqueando con su cuerpo la puerta de la habitación, tratando de calmarme y en su mano derecha, mi pasaporte.
Yo gritaba sin control pidiendo mis documentos para irme de allí, y me veo a mí misma agarrando una silla y estrellándola contra la pared que daba al balcón.
Recuerdo las lágrimas de ella, mi ira descontrolada y el cuarto destrozado, las paredes manchadas de comida, papeles volando, las sábanas blancas desordenas en el piso.
Recuerdo tantos detalles, pero lo único que mi mente no logra ubicar es el por qué de mi pelea.
Era una estupidez, lo sabía en ese momento  y lo reafirmo ahora, doce años después, y no me siento orgullosa.
Con Andrea tenía una relación a distancia porque ella vivía en España y yo en Venezuela, así que por tres años viajaba dos veces al año a Europa para verla.
Ella estaba más comprometida que yo, ella estaba más enamorada que yo y ella fue fiel y yo no.
Mientras estaba en Venezuela salía con una actriz de teatro bisexual, feminista y bipolar que escuchaba a Silvio Rodríguez mientras fumaba marihuana.
Yo no estaba enamorada, pero mi intuición de buscar la peor elección de todas me plantó en esa relación sin futuro, mientras mi novia en España se desesperaba llamándome 56 veces en una hora.
Le confesé que le estaba siendo infiel y ella me perdonó, y me pidió a cambio, que hiciera mis maletas y me mudara inmediatamente a Madrid.
Mi respuesta salió sin pensar mucho: no me iría de Venezuela jamás, ni por ella, ni por nadie.
Jamás.
Oh My God! Entre las peores decisiones que te he visto tomar a lo largo de muchos años, Mawa, ¡esta es la peor de todas!
-Lo sé, debí quedarme en Madrid con ella.
-No, ¡bruta! ¿Cómo te vas a acostar con alguien que escucha Silvio Rodríguez? Allí estaban las señales cariño.
-¿Cómo debo escribir esto?
-Fácil, no lo escribas.
-Debo entregar algo a mi novia.
-A ver, háblame de esta niña nueva que te exije una locura aberrante.

Adele, Hello.
Ella y yo somos dos fuerzas opuestas que chocan entre contradicciones.
Somos el día y la noche, luz y oscuridad, tristeza y alegría, una balanza que busca el equilibrio en una relación que a veces parece fuera de control.
Ella es pulcritud, seriedad, recato y autocontrol, yo soy caos, desorden, risas y llantos en un segundo.
Cuando me buscó yo no quería ser encontrada, no deseaba una relación estable, estaba decepcionada de tantas decepciones, de tantas meteduras de pata, pero ella insistió.
Insistió a romper las barreras, quebró mi muro, mis palabras cortantes.
Yo era la viva imagen de esa mala película de Hollywood, que tenía un título que decía más o menos así, "Cómo perder a un hombre en diez días", pues yo lo apliqué en ella.
Quise perderla en diez días, así que critiqué su comida, aunque lo hace rico, minimicé sus detalles, ella cree en la Biblia, en la religión, así que ataqué por allí, porque no merecía ser feliz.
O eso creía.
-¿Qué le dijiste Darling?
-Que era una pecadora, que no creía en Dios, que había consumido drogas y me gustaban, que estaba en una constante lucha con el alcohol, que había mentido, que era egoísta, que había sido infiel.
-¿Y?
-Ella no desistió.
-¡Oh My Lady Gaga!
-Y un día me encontré extrañándola y comprándole un CD de su adorada Adele.
-Well, vas a escribir que con la de Madrid fue la distancia, no que escogiste a la mariguenera de Silvio Rodríguez. ¿Y luego?
-Luego pasé un tiempo sola porque con la de teatro no duramos mucho.
-¡Obvio!
-Y llegué a una relación con una argentina que dio paso a uno de los más grandes amores de mi vida.
-Uy no, ¿La ex esa EX?
-Ujum.
-¿La super Sayayajin Ex?
-Sí.
-¿Ya vamos por ahí?
-Así es.
-¡Uy no tía que fuerte! ¡Escucho eso otra vez y me pego un tiro Mawarí Alejandra! ¡Pásala! ¡No existió! ¡Que lea el blog! ¡Katapum! ¡Escharcha cósmica mi negra!
-No es lo mismo.
-Ok. Está bien. ¿Qué vas a escribir sobre eso que ya no hayas escrito?
-¿No quieres saber cuál es una de las músicas que me recuerda esa época?
-No, pero igual me lo vas a decir.
-Soda Stereo, "Entre caníbales".













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