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Sala de redacción (I)

El número no está grabado en mi teléfono, pero tengo al menos quince llamadas perdidas, una detrás de otra.
Lo primero que pienso es que se murió un familiar o que en el periódico necesitan periodistas porque tumbaron al presidente y la noticia requiere de todo su personal.
Pienso que debe ser algo muy arrecho, pero como voy manejando opto por mandar un mensaje y decir que me den señales de vida de la misma forma.
Las respuestas que recibo del otro lado son más llamadas y más llamadas, hasta que decido estacionar a un lado de la autopista, colocar las luces intermitentes y llamar de vuelta.
-¿Aló?
-¡Buenas! Esteeee, ¿Maigualida?
-Mawarí.
Ya empezamos mal.
No porque me moleste que digan mal mi nombre, no, no. Es porque sé que solo alguien desconocido, que no he tratado ni una sola vez o muy poco, no tiene ni idea de como pronunciarlo.
Porque ese alguien que no conozco, que ni es del trabajo, ni de la casa, insistió tanto para ¿qué?
-Maigualida, soy la señora Tirsa Castillo. Tú me hiciste una entrevistica una vez, hace como dos años, ¿te acuerdas?
-No, la verdad es que no. Pero dígame.
-Sí vale, si fuiste hasta la clase que estaba dando y anotaste en la libreta...
-Señora Tirsa, dígame. No importa.
-Tu número me lo dio Jaison.
-¿?
-Jaison, el camarógrafo de X televisora.
¿Será que estoy perdiendo la memoria que ningún nombre me suena?
-Ajá, ¿en que la puedo ayudar?
-Mira Maigualida, te llamo porque yo voy a tener un eventico el sábado y quería saber como hago para que salga en el periódico.
-Me puede mandar la invitación a la dirección electrónica....
-Porque te explico, nosotros tenemos unas maestras ¿si? y ellas hacen manualidades. Bien chéveres ellas, imagínate que una de ella es viuda y ha echao pa lante, ¡Con tres muchachos Maigualida!
-Señora Tirsa, estoy manejando ¿me puede mandar...
-Entonces, por ejemplo ellas hacen muñequitos con masita flexible y luego las nieticas van a modelar los vestiditos que ellas hagan.
-¿Aló? ¿Aló? Disculpe señora Tirsa estoy pasando por un túnel, se va la señal.
No sé si la señora Tirsa caería en cuenta que en Puerto Ordaz no hay ni un túnel pero lo sentí mucho, esa conversación podría durar años.
Pero nada me pudo salvar del señor Luis.
Luis llegaba todos los días a la redacción para que le publicaran artículos de opinión que eran impublicables.
Aquello no tenía ni pies, ni cabeza pero era imposible sacarle la idea a Luis que era un gran escritor.
Ya le había dicho que no en la cara, varias veces.
Hasta que volvieron a llamar de recepción porque el señor Luis insistía en lo mismo.
Salí con la determinación de cortar aquello definitivamente.
-¿Qué hace aquí señor Luis?
-Vine a que publicaran mi artículo.
-No hay espacio y ya le dije que no.
-No me voy de aquí hasta que me lo publiquen para hoy.
-Ni para hoy, ni para mañana, ni para dos años. No señor Luis.
No me había percatado del cuchillo hasta que lo tuve a pocos centímetros y mi vacilante instinto me mantuvo fría, sin moverme.
-¡Baje el cuchillo!
Los vigilantes miraban embobados a lo lejos como si ese problema no fuera con ellos.
-Yo solo quiero publicar mi artículo.
Pero salió a la carga la recepcionista que tiene más barrio que yo.
-Mire señor baje ese cuchillo, no señale con eso, que si le pasa algo a la periodista o a mí, ahí si que no sé quien le irá a publicar nada.
Al hombre lo calmaron entre tres, dejó el artículo en la silla y salió como llegó, pero dijo antes.
-Mañana vengo pa ve si me publican mi artículo.

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