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El Padre

La religión y yo no nos llevamos bien.
Mucho menos cuando perdí a una de mis mejores amigas, esa misma que hablaba del tamaño del paquete de los hombres, esa misma que contaba sus experiencias sexuales.
Bueno, esa misma amiga, unos diez años después encontró la luz, el camino de la moral y en esa senda, una lesbiana solo era un estorbo.
De buenas a primeras dejaba mensajes en las redes sociales que me apuntaban directamente.
"¡Perdónalos señor! ¡No saben lo que hacen!"
Si alguien comentaba que era necesario crear una ley de matrimonio para las personas del mismo sexo, ella salía con, "¡La ira caerá sobre ustedes!".
¿En que momento la Biblia se llevó a mi amiga y me devolvió una fanática?
Insisto, la religión y yo no nos llevamos bien.
No fui bautizada porque mis padres eran unos comunistas, ateos y pocos tolerantes a una sotana, pero me di cuenta que en momentos de tensión usaban la religión a su conveniencia.
Por ejemplo, cuando me enfrenté a mi mamá con mis gustos sexuales, lo primero que me dijo fue...
-¡Dios creo al hombre y a la mujer!
-¿En serio? Yo pensé que tú no creías en esa vaina.
Una cachetada después me enteré que todo el mundo es ateo, hasta que le toca vivir una situación que se le escapa de las manos.
Por razones muy obvias no voy a develar nombres, pero un día me tocó estar todo el día con uno de estos hombres enviados del Señor.
El Padre preguntaba si sabía de tal o cual historia de Jesucristo.
-No, Padre. No la conozco.
-Te tengo una historia...
Simulé interés, a ratos me hice la dormida y una risa interna me llegó al pensar, ¡Si supiera!
Intercambiamos números de teléfonos, y a las dos horas el Padre me escribía a mi whatsapp.
Alabó mi foto con demasiado entusiasmo para mi gusto, me preguntó por novios y a las once de la noche me pregunta, si me podía llamar.
-¿Qué quiere decirme Padre?
-Quiero escuchar tu voz.
Como yo considero que estoy muy grande para las confesiones y como sé que entre los votos del celibato esa actitud no es normal, lo eliminé de mis contactos.
La religión y yo no nos llevamos muy mal.

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