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Mostrando entradas de febrero, 2016

Burdas razones

Tengo curiosidad, mucha curiosidad. Lo pienso y digo en voz alta. -¿Cuál es tu curiosidad Mawarí? El tono de la pregunta no es nada agradable, y empiezo a gaguear. No es fácil explicar este remolino de ideas acumuladas en mi interior. Todo comenzó cuando una expareja, me escribió desde un país lejano para avisar que estaría en Venezuela unos pocos días. -¡Me encantaría verte! -¡Claro! ¡Avísame! Lo dije para salir del paso, un gesto de buenas costumbres, porque mi primer pensamiento fue, "¡Ni loca me sentaría a hablar con ella! ¡Jamás!" Me había hecho mucho daño. Yo fui ese clavo que utilizó para olvidar una relación pasada, me humillaba delante de mis amigos, no dejaba de señalar mis kilos de más. Mintió hasta el extremo de creer sus propios inventos, tenía la facilidad de jurar que no, que ella no fue, cuando tenía las pruebas de su infidelidad en las manos. Fue una relación desastrosa, un choque de trenes, un pulso para ver quien destilaba más odio, una marat

Machos misóginos

Muy pocas veces me dejan sin palabras, pero aquí estoy, sin saber que decir. Puedo molestarme, fingir sorpresa, reírme por el mal chiste, aunque poco a poco empieza a calzar un sentimiento en mi pecho. Me siento indignada.  Solo que el hombre que tengo al frente, el que ahora sigue hablando como si nada, lo necesito. Es un cliente importante y debe ser por eso, que se cree con el derecho de decir cualquier barbaridad. Pide otro whisky, yo repito un vaso de agua. A su lado, están dos tipos como él. Desagradables, ricos, confiados, misóginos, machistas. Cómo soy la única mujer en la mesa, imagino que están tratando de lucirse y con unos tragos encima, la situación es insoportable. -No me respondiste. Salgo de mis pensamientos porque me doy cuenta que me habla directamente. Los tres tienen los ojos puestos en mí, no en mi cara, en mis tetas. ¡Maldito escote! Tienen la mirada viscosa, una sonrisita de medio lado que dan ganas de vomitarles encima, uno de ellos apr

Mi kryptonita

-¡Qué sitio tan bello! Digo en voz alta. ¡Y caro! Pienso, mientras le echo un vistazo al local. Terraza con vista privilegiada de la ciudad, un bar repleto con botellas importadas, una mini cocina donde unos verdaderos asiáticos preparan sushi, piso de parquet hasta que se te cansa la vista, sillas minimalistas, una estatua faraónica de dos metros color oro, ¿o es oro? El buen gusto es costoso. Saco cuentas de cuánto me saldrá esta salida y empiezo a sudar. Entre mis dos tarjetas de débito con sueldo de periodista, no llego ni cerca a un servicio de ron y menos a una ronda de sushi. Pediré una cerveza, siempre es lo más barato, y quizás me alcance para cinco y después resolveré en la semana. -Mawa, ¿Qué quieres tomar? Me pregunta una amiga, mientras una mesera -alta, delgada, impecable, bella- espera por nosotras. -Una cerveza por favor. -No vendemos cerveza, solo servicios o cócteles. ¿Alguien más notó el timbre de desprecio en su voz? Miro la carta de bebidas que me entr

Cocaína

Miro la cocaína encima del tope de la cocina, como si fuera un cuerpo picado en pedacitos. -¿Y esto? -¿Quieres? -¡Estás loco! No meto eso en mi nariz ni por accidente. Sinceramente, pongo en duda la clase de amistades que encuentro. ¡Cocaína! Solo la había visto en películas, no puedo creer que esta gente esté tan aburrida como para aspirar eso, en busca de un poco de diversión. No es lo peor, la chica que me gusta parece ser una fanática del polvo blanco. La descarto, pero ella busca mi atención con una efusividad no apta para cardíacos. Está alegre, hiperquinética, rebosante de energía, en un estado más allá de la euforia. Un amigo se percata que falta hielo y nos pide -a ella y a mí- que salgamos a comprar. Me pica el ojo, con ese gesto de, "no me lo agradezcas". Lo asesino con la mirada y miro el reloj, son más de las 2:00 de la mañana, y mi pregunta es simple ¿dónde vamos a encontrar hielo a esta hora? Otra duda. ¿Puede esta chica manejar con tal cantidad de

El final de la inocencia

Debo tener algo malo. Debo inspirar cosas malas. Es lo que pienso ahora, mientras me niego a abrir los ojos y poder entender si esto es un simple sueño, o mi realidad en forma de pesadilla. Aguanto la respiración para no dejar lugar a dudas, ¿es el movimiento del bus? ¿o el angustioso paso de una mano entre mis piernas? Son paranoías, delirios, mi sucia imaginación, porque no puede ser posible que el extraño a mi lado aproveche la oscuridad del viaje, para jugar con sus dedos en mi entrepierna. Horas antes, nos saludamos al comprobar nuestros puestos. Gafas de aviador, grasa abdominal de sedentario, pasados los 40 años, pero una cara anónima. Nada más llega a mi mente. Pero ahora sus dedos se mueven a tropezones por la costura interna de mi pantalón. Me muevo. Se detiene. No es un sueño. Mi pasado llega tan hiriente como el impacto de una bala. Tengo poco más de diez años, sujeto un revolver entre mis manos. -Tranquila, le saqué las balas. Tiemblo ante lo nuevo, siento e

Bye, bye amigo

"Quiero que entiendas lo que digo, es que TODO el mundo se está divorciando, ¿para qué coño se quieren casar? Además, hay mucha promiscuidad en el ambiente, todo el mundo se acuesta con todos. ¡Mira las marchas gays! Un montón de pervertidos, hombres vestidos de mujer, media nalga afuera. ¡Horrible! ¿Cuál es la intención en casarse? Te lo voy a decir Mawa, es por los niños, quieren adoptar niños, criarlos y convertirlos en homosexuales. A eso es a lo que quieren llegar Mawarí, nada más. ¡Quieren los niños! ¿Qué necesidad tienen? Nunca en este país van a aprobar el matrimonio gay, y yo...yo estoy totalmente de acuerdo con eso". Termina su discurso masticando una papa frita. Soy la anfitriona, y como las reglas de buenas costumbres dictan que los invitados son sagrados, esta lógica es lo único que me detiene, en mi deseo de hacerle tragar la papa frita a la fuerza. Tres personas más nos acompañan, y ellos guardan un silencio incómodo. Saben mi posición al respecto, me conoc

Animales de circo (y II)

Me despierto con las risas que llegan de la sala, colocan la canción "I will survive". Miro la hora en un reloj despertador, casi es mediodía y en el apartamento parece que siguen celebrando el Día del Orgullo Gay. Me siento en el borde la cama y cuando me acostumbro a la oscuridad veo un montón de cuerpos acostados en colchonetas, en la cama hay dos amigas que duermen con la ropa puesta. Yo estoy en ropa interior. Trato de recordar la noche anterior, mis últimos pasos antes de caer inconsciente en este cuarto y los eventos que me hicieron quedar en sostén y pantaletas. ¡Ah! ¡Ya! Vomité en el baño y me quitaron todo antes de acostarme. Miro alrededor, pero no tengo idea de dónde puede estar mi ropa. Me levanto con mucho cuidado para no pisar a nadie, mientras agudizo la vista en busca de mi pantalón, mi blusa. Nada. Encuentro una camisa de hombre, me visto con eso y salgo a la sala. -¡Hola sexy! Le regalo una media sonrisa a mi amigo, trato de entrar al baño pero e

Animales de circo

Llevamos, ¿Cuánto? ¿Cuatro rondas de cervezas? Empiezan un juego de bailar mujeres con mujeres y hombres con hombres. Me empujan a sacar a una chica que a primera vista me desagrada, pero estamos felices, es viernes y nos queremos conocer. Ella está incómoda, mira a sus amigas y apenas quiere tocarme. -¡No quiero que me metas mano! ¡Yo no soy rara! La idea de sacarla a bailar no fue mía, por eso me entran unas ganas de golpearla por su comentario, pero estoy segura que si me enfrento a la violencia, salgo perdiendo. Me río, lo tomo como un chiste y le suelto algo así como, "no eres mi tipo". Ustedes saben, el tipo tetas operadas sin cerebro, desesperada por atención masculina, risitas hipócritas, homofobia latente. Y como ella en esta reunión, hay otras seis más, cortadas por el bisturí del mismo cirujano. Secretamente me defino como siliconfóbica. Un amigo, que se había encerrado en su cuarto por más de una hora, sale vestido de mujer. Alguien coloca una canción d

Egoista de desgracias

Son las 4:00 de la tarde y estoy acostada en un colchón, tirado en el piso de mi cuarto. El aire apagado, arropada de pies a cabeza. Sudo y lloro. No necesariamente en ese orden. Mi teléfono no deja de sonar, llamadas perdidas, mensajes, notificaciones de redes sociales. Me asomo por un lado de la sábana y puedo leer, "¿Dónde coño estás metida Mawa?" Es sorprendente que todavía tenga amigos y una novia preocupados por mí. Los ignoro una vez más. Echo una mirada por todo el cuarto y me cuesta creer que lleve tres días encerrada en este espacio lleno de platos sucios, tazas de café, ropa en desorden. Vuelvo a meterme bajo las sábanas. Repito en mi cabeza por enésima vez los momentos culminantes de mi despecho, elaboro conversaciones imaginarias que me hubiese gustado soltar. Me arrepiento, me alegro, me deprimo, me ofusco, me doy esperanzas, me molesto, me da vueltas la cabeza. Todo en menos de un minuto. Si algún ser humano, o algo que tenga una minúscula fibra de