Su novio estaba a pocos metros sirviendo un Cuba libre con mucho hielo, mientras ella me comía a besos en la cocina.
-¿Lo quieres con limón?
Gritó desde lo lejos y ella con la voz más neutral de la vida, con una sangre fría plagada de cariños.
-No mi amor, sabes que me cae mal.
Y volvió a empujarme contra la cocina y la mesa donde picamos la cebolla.
-¿Y tú Mawa?
No pude emitir ni una palabra entendible, pero ella llegó a mi rescate.
-No amor, ella tampoco quiere.
Debía parar aquella locura porque si ese hombre cruzaba los diez pasos que nos separaba y nos encontraba en ese momento, aquello iba a terminar muy mal.
Era una escena llena de adrenalina, más fuerte que la droga más poderosa y las drogas hacen daño.
Y esa mujer hacía mucho daño.
Representaba delante de sus suegros el papel de novia perfecta, detallista hasta el extremo de mimarlo en sus momentos más insoportables, pero cuando él daba la espalda, me miraba el escote sin ningún rubor.
Tenía la habilidad de hablar con los dos al mismo tiempo, coquetearme, limpiarle el puchero a él, sin ella quedar mal.
Era una destreza que me dejaba con la boca abierta.
-¡Qué bonito vestido Mawa! ¿Dónde lo compraste?
Mientras bajaba su mano por las costuras del cuello.
-Sí es muy bonito.
Intervenía él, en medio de un intercambio de miradas entre ella y yo llenas de fuego.
¿Este tipo es idiota o se hace?
Cuando no estaba entre los dos, vivía pegada a su celular contestando mensajes censurados, dando explícitos detalles sobre lo que haría con su boca.
Todas eran mujeres.
El tema sobre su sexualidad llegó en un momento de la noche.
-Yo era bisexual pero ahora solo estoy con un hombre, porque encontré el amor con mi cosito.
Respectivo abrazo con su cosito, beso húmedo incluido.
No pude detener la carcajada, pero si, inventar un motivo para esa espontánea acción.
El descaro siempre me ha parecido tan ridículo, tan cómico.
Muchos años después un amigo compartía su vida sexual.
-A mi siempre me gustó Vanesa. ¡Ah! Creo que tú la conoces Mawa.
-¿Cual Vanesa?
-La tienes en tus redes sociales.
Recordé los besos, el Cuba libre con hielo.
-¡Ah claro! Si conozco a Vanesa.
-Ella era bisexual, pero después tuvo un novio y ahora es heterosexual.
-Jajajaja.
-¿Por qué te ríes?
-Es que el descaro me da risa.
-¿Por qué? Yo me di los besos con esa chama cuando tenía el novio.
-¿En la esquina de su cocina?
-Sí, ¿cómo sabes?
-Intuición femenina.
Estamos conectados por dos labios de separación.
-¿Lo quieres con limón?
Gritó desde lo lejos y ella con la voz más neutral de la vida, con una sangre fría plagada de cariños.
-No mi amor, sabes que me cae mal.
Y volvió a empujarme contra la cocina y la mesa donde picamos la cebolla.
-¿Y tú Mawa?
No pude emitir ni una palabra entendible, pero ella llegó a mi rescate.
-No amor, ella tampoco quiere.
Debía parar aquella locura porque si ese hombre cruzaba los diez pasos que nos separaba y nos encontraba en ese momento, aquello iba a terminar muy mal.
Era una escena llena de adrenalina, más fuerte que la droga más poderosa y las drogas hacen daño.
Y esa mujer hacía mucho daño.
Representaba delante de sus suegros el papel de novia perfecta, detallista hasta el extremo de mimarlo en sus momentos más insoportables, pero cuando él daba la espalda, me miraba el escote sin ningún rubor.
Tenía la habilidad de hablar con los dos al mismo tiempo, coquetearme, limpiarle el puchero a él, sin ella quedar mal.
Era una destreza que me dejaba con la boca abierta.
-¡Qué bonito vestido Mawa! ¿Dónde lo compraste?
Mientras bajaba su mano por las costuras del cuello.
-Sí es muy bonito.
Intervenía él, en medio de un intercambio de miradas entre ella y yo llenas de fuego.
¿Este tipo es idiota o se hace?
Cuando no estaba entre los dos, vivía pegada a su celular contestando mensajes censurados, dando explícitos detalles sobre lo que haría con su boca.
Todas eran mujeres.
El tema sobre su sexualidad llegó en un momento de la noche.
-Yo era bisexual pero ahora solo estoy con un hombre, porque encontré el amor con mi cosito.
Respectivo abrazo con su cosito, beso húmedo incluido.
No pude detener la carcajada, pero si, inventar un motivo para esa espontánea acción.
El descaro siempre me ha parecido tan ridículo, tan cómico.
Muchos años después un amigo compartía su vida sexual.
-A mi siempre me gustó Vanesa. ¡Ah! Creo que tú la conoces Mawa.
-¿Cual Vanesa?
-La tienes en tus redes sociales.
Recordé los besos, el Cuba libre con hielo.
-¡Ah claro! Si conozco a Vanesa.
-Ella era bisexual, pero después tuvo un novio y ahora es heterosexual.
-Jajajaja.
-¿Por qué te ríes?
-Es que el descaro me da risa.
-¿Por qué? Yo me di los besos con esa chama cuando tenía el novio.
-¿En la esquina de su cocina?
-Sí, ¿cómo sabes?
-Intuición femenina.
Estamos conectados por dos labios de separación.
Comentarios
Publicar un comentario