Mariana, mi novia imaginaria, la tienen que conocer porque es una belleza. Tiene un cuerpo que deja sin palabras.
¡Claro! Es que nos conocimos en el gimnasio, yo estaba pasando un despecho y pedaleaba esa bicicleta con tanta fuerza como odiaba a mi ex.
Así fue como conocí a Mariana, mi novia imaginaria.
Entre repeticiones para mantener las nalgas firmes y flexiones de pecho, nos miramos entre el sudor y surgió una química sexual.
Un día, salimos más temprano de lo normal y mientras esperábamos que nos fueran a buscar intercambiamos teléfonos y miradas pícaras.
No pasó mucho tiempo y nos invitamos un café, una cena, besos en su carro y escapadas a hoteles cercanos.
Mariana, mi novia imaginaria es perfecta para mí.
Es ingeniero mecánico con un postgrado en Argentina, tiene apartamento, es inteligente y una edad acorde con las mentiras que creaba.
Lo único en que fallaba mi novia imaginaria era su pareja: diez años de monótona relación.
Me prometía que la iba a dejar, pero yo no quería destrozar un hogar, además esa excusa era perfecta para terminar una relación ficticia, un invento para demostrarle a mi ex que yo había superado la ruptura.
Lo sé, es patético.
Pero la mentira había crecido tanto que se convirtió en una bola de nieve que amezaba con aplastarme.
Además estaba logrando el efecto deseado, mi ex echaba chispas.
-¿Cómo vas con tu novia?
-¿Cuál?
-Mariana...¿así es que se llama? ¿Tienes otra?
-Ah! Claro, Mariana, muy bien. Chévere.
-A mi me va de maravilla con la mía, ¡Tiene unos detalles!
-Mariana tampoco se detiene en gastos, me invita a cada lugar.
-¡Y mi pareja es tan inteligente!
-¿Y la mía? Ingeniero, te debes imaginar.
-Mi pareja es Psicologo con una maestría.
-Mariana tiene un postgrado.
-¡Pero la mía es tan madura!
-No lo dudo, ¿cuantos años es que tiene? Te lleva como treinta años.
-Tú sabes que a mi me gustan mayores Mawa.
-Pero con esta llegas al punto de geriátrico.
-¿Qué vas a decir tú? Te estás acostando con una mujer casada.
-Se esta separando de su mujer.
-Eso dicen todas...
-Al menos en dos años no le voy a tener que cambiar los pañales desechables.
-¡Vamos a dejarlo hasta aquí! Quiero conservar la amistad...¿Cuándo la voy a conocer?
-¿A quién?
-A Mariana.
-¡Ah! Tú sabes que ella es una mujer comprometida, no puede ir a cualquier sitio.
-Podemos vernos en mi casa.
Por una semana estuve esquivando la invitación con excusas tontas, mientras buscaba en mi lista de amigas el perfil de mi novia imaginaria.
Un viernes no pude negarme a la invitación de mi ex y a las ocho de la noche estábamos en su casa, esperando una invitada que nunca llegaría.
Simulé llamadas de emergencia y entre la espera nos tomamos dos botellas de vino.
-Creo que no va a venir.
-¡Qué lástima! ¿Y ahora que hacemos?
-Me iré a mi casa.
-Te puedes quedar conmigo.
-¿Y tu novia?
-No se tiene que enterar ¿o tú le vas a decir a Mariana?
-No sería honesto.
-¡Ay por favor! Tiene pareja.
-¿Y la tuya?
-No se tiene que enterar.
-Chama, no cambias.
-¿Me vas a dar un sermón? ¿No quieres?
-Sí, si quiero y tranquila Mariana a veces se hace la invisible.
¡Te odio! ¡Te odio! ¡Me odio! ¡Me odio!
Tenía ganas de salir corriendo hacia la nada o hasta Mariana, aunque solo fuera mi novia imaginaria.
¡Claro! Es que nos conocimos en el gimnasio, yo estaba pasando un despecho y pedaleaba esa bicicleta con tanta fuerza como odiaba a mi ex.
Así fue como conocí a Mariana, mi novia imaginaria.
Entre repeticiones para mantener las nalgas firmes y flexiones de pecho, nos miramos entre el sudor y surgió una química sexual.
Un día, salimos más temprano de lo normal y mientras esperábamos que nos fueran a buscar intercambiamos teléfonos y miradas pícaras.
No pasó mucho tiempo y nos invitamos un café, una cena, besos en su carro y escapadas a hoteles cercanos.
Mariana, mi novia imaginaria es perfecta para mí.
Es ingeniero mecánico con un postgrado en Argentina, tiene apartamento, es inteligente y una edad acorde con las mentiras que creaba.
Lo único en que fallaba mi novia imaginaria era su pareja: diez años de monótona relación.
Me prometía que la iba a dejar, pero yo no quería destrozar un hogar, además esa excusa era perfecta para terminar una relación ficticia, un invento para demostrarle a mi ex que yo había superado la ruptura.
Lo sé, es patético.
Pero la mentira había crecido tanto que se convirtió en una bola de nieve que amezaba con aplastarme.
Además estaba logrando el efecto deseado, mi ex echaba chispas.
-¿Cómo vas con tu novia?
-¿Cuál?
-Mariana...¿así es que se llama? ¿Tienes otra?
-Ah! Claro, Mariana, muy bien. Chévere.
-A mi me va de maravilla con la mía, ¡Tiene unos detalles!
-Mariana tampoco se detiene en gastos, me invita a cada lugar.
-¡Y mi pareja es tan inteligente!
-¿Y la mía? Ingeniero, te debes imaginar.
-Mi pareja es Psicologo con una maestría.
-Mariana tiene un postgrado.
-¡Pero la mía es tan madura!
-No lo dudo, ¿cuantos años es que tiene? Te lleva como treinta años.
-Tú sabes que a mi me gustan mayores Mawa.
-Pero con esta llegas al punto de geriátrico.
-¿Qué vas a decir tú? Te estás acostando con una mujer casada.
-Se esta separando de su mujer.
-Eso dicen todas...
-Al menos en dos años no le voy a tener que cambiar los pañales desechables.
-¡Vamos a dejarlo hasta aquí! Quiero conservar la amistad...¿Cuándo la voy a conocer?
-¿A quién?
-A Mariana.
-¡Ah! Tú sabes que ella es una mujer comprometida, no puede ir a cualquier sitio.
-Podemos vernos en mi casa.
Por una semana estuve esquivando la invitación con excusas tontas, mientras buscaba en mi lista de amigas el perfil de mi novia imaginaria.
Un viernes no pude negarme a la invitación de mi ex y a las ocho de la noche estábamos en su casa, esperando una invitada que nunca llegaría.
Simulé llamadas de emergencia y entre la espera nos tomamos dos botellas de vino.
-Creo que no va a venir.
-¡Qué lástima! ¿Y ahora que hacemos?
-Me iré a mi casa.
-Te puedes quedar conmigo.
-¿Y tu novia?
-No se tiene que enterar ¿o tú le vas a decir a Mariana?
-No sería honesto.
-¡Ay por favor! Tiene pareja.
-¿Y la tuya?
-No se tiene que enterar.
-Chama, no cambias.
-¿Me vas a dar un sermón? ¿No quieres?
-Sí, si quiero y tranquila Mariana a veces se hace la invisible.
¡Te odio! ¡Te odio! ¡Me odio! ¡Me odio!
Tenía ganas de salir corriendo hacia la nada o hasta Mariana, aunque solo fuera mi novia imaginaria.
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