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Mujer ingrata (III)

-Prometo dejarla.
-No lo harás Mawa.
-¿Por qué lo dices? ¿Por el sexo?
-Por eso y otras cosas.
Era verdad. Mi amigo me atrapó en la mentira, en una promesa ilógica que jamás iba a cumplir. Con ella no, al menos por el momento.
Lo nuestro era un desahogo desesperado, un accidente en donde contabilizamos como víctimas la sensatez y la prudencia, pero yo nunca me dejo llevar por la razón y ella aniquilaba la poca que tenía.
Las visitas a su casa eran encuentros llenos de besos sin tiempo que comenzaban en la cocina, se avivan en el piso, maduraban en la mesa y terminaban exhausto en la ducha.
-¡Quédate a dormir conmigo!
La simple frase provocó en mí cosquillas llenas de fe, sobre un futuro que desde lejos no estaba en nuestro camino.
Ella se tomó el trabajo de recordarlo en cada una de nuestras citas, para matar o desahuciar las escasas esperanzas.
Así que decidí tomar todo a la ligera y engaveté los sentimientos en un lugar muy apartado del corazón, pero a veces, regresaban veloces e inoportunos con la pregunta constante de ¿y por qué no?
Ella lo resolvía con frases directas.
-Tú y yo pertenecemos a mundos muy diferentes.
-Ok.
-Me gustaría tener todo contigo Mawa, pero no se puede, no me veo en una relación con una mujer.
Me daban ganas de gritar, de estallar en grandes verdades transformadas en preguntas, entonces si es así ¿qué diablos haces conmigo?
-Prometo dejarla...
-No lo harás Mawa.
-¿Por que lo dices? ¿Por el sexo?
-Por eso y otras cosas...
-¿Qué cosas?
-Ella fue clara, tú te involucraste más.
-¿Qué hago?
-No pienses Mawa, solo actúa.
En eso estaba, en actuar, en simular no tener sentimientos, hasta que una visita a su casa me bajó de un golpe hasta la tierra.

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