Ir al contenido principal

Buena suerte, señorita Lluvia

El pasado son esos hilos invisibles que no te dejan avanzar en el presente ni ver el futuro.
Lo sé porque cargué con ese bulto de recuerdos por más de dos años, lleno con un cargamento de comparaciones, guardando ropas sucias de rencores, con una muda nueva de inalcanzables peticiones y con la desconfianza prendida en la maleta.
Ahora que doy un vistazo a ese pasado caigo en cuenta que era imposible abrir las puertas a una nueva relación. Estaba herida y enamorada.
La única forma de arrancar todo ese sentimiento de frustración y deseo era escribir sobre mi relación pasada con Alejandra y lo hacía casi siempre bañada en llanto y con un vaso de cerveza al lado.
Pero era necesario.
El dolor no tiene fecha de caducidad, se pasa con un trago amargo, pero se pasa tarde o temprano.
Siempre quise darle un final a todos esos sentimientos y sabía que lo haría en un capítulo de mi blog, porque aquí había nacido parte de esos recuerdos y en este espacio debía morir.
Lo que quedó de esa relación fue un amor loco y desesperado, de esos imposibles de repetir y allí estuvo mi error.  Jamás un amor se va a parecer a otro.
Buscar algo similar es una utopía, pero más que eso, un error.
Tengo metido varios te amos acumulados en el pecho para mi persona ideal.
En este presente tropiezo con varias piedras, con muchas equivocaciones que me hacen una mujer con pocas esperanzas, pero segura que el camino es el que indica la razón.
Cuando pienso que tengo a la mujer indicada a mi lado, me llevo la sorpresa que está pasando por el mismo proceso de desintoxicación amorosa.
Pero yo subí ese escalón.
No quiero más hilos invisibles, no existirá más páginas en mi blog para ello.
Sanar y quitarse la pesada carga del pasado llamado Alejandra.
Por supuesto quedan más historias.
Por eso digo, donde quieras que estés...buenas suerte, señorita Lluvia.
Fue un placer conocerla.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Anatomía de un guayabo (y II)

-No quiero que me malinterpretes. Te pregunté en esa oportunidad si a pesar de conocer todos los ciclos por los que tienes que pasar, desde el momento en que sabes que te enamoraste, hasta el día en que te das cuenta que todo termina, y entras en ese maluco guayabo querías, aún así, a pesar de todo el lío...¿enamorarte? Lo digo porque sin duda, no puedo negarlo, ¡Vale la pena! Sí, sí, no creas que estoy loca. Chama, lo mejor del final, no es que quiera insistir en este sentimiento pesimista, pero lo mejor del final es terminar bien con tu ex. No, creas, pasa mucho y no es malo. O en un caso hipotético al menos no quedar con un sentimiento de odio porque si se da ese caso, quedar herida de rencores, tú serías la perdedora ¿Y no queremos perder verdad? En mi caso, mi última ex me montó tantos los cuernos, que ese debe ser el motivo por el que ahora se me cae más el cabello...¡No te rías! ¡Es verdad! Aquello fue una carnicería del engaño, lo mínimo que ella se merecía de mi parte era que

El momento de la despedida o hasta aquí llega esta echadera de cuentos

Yo pensé que esto iba a ser muy fácil. Acaricié muchas veces la idea de llegar a este momento porque estaba loca por cerrar este ciclo que comenzó hace mucho tiempo. Prometí despedirme en la entrada 200 pero los tiempos se fueron alargando y me tocó, como muchos otros, salir de mi país. Al llegar a Lima dejé de lado el blog porque no tenía la paciencia, las ganas y la fuerza de voluntad para seguir empujando las historias. Emigrar me sumió en una especie de depresión pasiva (si esto de verdad existe) y me quitó por mucho tiempo las ganas de escribir, pero esos cuentos son para otro momento. Comencé a escribir por acá, si no me equivoco, en el año 2013.   Lo abrí tiempo después de llegar a Puerto Ordaz luego de vivir 13 años en Maracay, donde me fui a estudiar comunicación social. Llegué a Puerto Ordaz con el corazón roto porque había dejado al amor de mi vida en esa ciudad, con la promesa de regresar juntas muy pronto. Nunca ocurrió. El blog nació como una forma de sacar toda esta frus

El fin del caos (y III)

 -No creo que te sirva este pantalón. Me dijo David sosteniendo en la mano un jean de su hermana, dos tallas menor a la mía. -¿No habrá algo más? Tardó un rato más en buscar y esta vez llegó con una larga falda amarilla llena de pliegos, lazos y lentejuelas de colores, una prenda que jamás en mi vida sobria y sensata hubiera utilizado.  No hace falta acotar que este no era el momento más sensato de mi vida. Una vez más. -Pero me la tienes que regresar rápido, es la falda favorita de mi mamá. La tierna advertencia de David junto a su disposición de ayuda, me hizo callar cualquier queja inútil en una situación donde no tenía muchas salidas. Tampoco quería seguir hablando de la noche anterior, pero David me empujaba. -¿Qué le pasó a tu pantalón? ¿Le hiciste el sexo oral a esta chama? Sin él saberlo, las dos respuestas a sus preguntas tenían una relación directa.  Le conté como en sueños me dejé llevar hasta el sofá.  Observé como mi amiga abría las piernas ante mí con sus manos guiando mi