El restaurante es una belleza, inmerso en un bosque con olor a playa y al final un mirador con vista al mar inmenso.
Estoy con dos de mis mejores amigas y la conversación la paso con varias cervezas, estaba feliz, tan feliz que la mesera llamó mi atención.
-¿Cómo es que se llama?
-Michelle.
-¿Es gay verdad?
-Por supuesto Mawa.
-Ummm
-¿Te gusta la mesera?
-Sí
-¡Ay Mawa por favor! ¿Dónde dejaste los gustos?
La verdad es que Michelle no me gustaba, pero estaba tan contenta y un poco animada por el alcohol, que la llamé con cualquier excusa.
-¿Todo bien por acá?
-Sí, Michelle todo bien, muy rica la comida.
-Tenemos varios postres si desean...
-Michelle, yo siempre le he querido decir esto a una mesera...¿A qué hora sales?
Mis amigas hundieron la cabeza en el plato, Michelle tartamudeó hasta decirme su horario de lunes a domingo. No le presté la mínima atención porque me concentraba en verla fijamente, hasta que terminó de hablar.
-...Y ese es el horario.
-Ummm...¿Y entonces a que hora sales hoy?
-A las once.
-Te espero a que salgas.
Y me río por la cara roja de Michelle, pero esto le dio el impulso de preguntar.
-¿Y ustedes son amigas?
-Sí, ellas dos son parejas, yo ando sola.
Mi amiga Rosana se atrevió a intervenir.
-Pero ellas dos fueron parejas.
-¡Qué bueno que sea así! Muy maduro de su parte.
-Somos así Michelle, muy avanzadas.
Decidimos dejar a Michelle que recogiera los platos y subimos al mirador para encontrarnos a un conocido, hablamos, compartimos un rato, tomamos varias fotos y al bajar veo que Michelle nos espera al final.
-¡Quiero otra cerveza pero que no las de Michelle!
Saltó sin pensarlo dos veces.
-Ya se las traigo.
No sé que pasó luego, sé que hablé con uno de los chef, nos montamos en el carro y no supe de mi hasta que me senté a desayunar con mis amigas.
-¡Mawa te pasaste ayer!
-¿Por qué?
-Coqueteaste con la mesera...
-¿Yo?
-Sí, ¡Tú!
-Y no contenta con eso cuando subimos al mirador estabas abrazo y abrazo con el otro tipo.
-¿En serio?
-¿Y con el chef? ¿No recuerdas?
-¿Qué pasó?
-El chef tenía el brazo lleno de tatuajes y le tocabas el brazo de forma provocativa.
-No recuerdo eso...
-Y la pobre Michelle con las cervezas en la mano, pensando que ibas a hablar con ella.
-¿De verdad?
-¡Estabas Putísima!
-Recuerdo a Michelle...
-La chama se quedó ponchada, me daban ganas de decirle, y por eso está sola...
-¡No seas perra!
-¡Es verdad!
-Pero al final, ¿me levanté a la mesera o no?
-¡No puedo contigo!
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