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Mostrando entradas de mayo, 2015

Lluvia de hombres

Los hombres son fascinantes. Muy en el fondo siempre me pregunto, ¿por qué no me gustan? Si se ven tan bellos tratando de encajar en una sociedad que les exige fuerza, temple, mente fría, pensar rápido, ser caballeros, pagar las cuentas. Hablo de hombres que valen la pena, como muchos de mis amigos, no de esos que pegan tres gritos a la mujer y se sienten los reyes de la selva. No esos que viven en el año 1920, hablo de mis amigos quienes en el siglo XXI, una mujer se les lanza encima y llegan con el cuento todos contentos y por un momento tienen un instante de duda. -¿Pero será que le gusto? -Bailó toda la noche contigo, se sentó en tus piernas, te mordisqueo la oreja, te dio el número de teléfono, ¿necesitas alguna señal más? -Es que ustedes las mujeres son tan complicadas. Y más bellos me parecen porque no logran salir del laberinto sentimental en el que a veces nos metemos las mujeres. No soportan a las intensas, no pueden con las autosuficientes. Muchos fueron criados por

La reina de la siderúrgica

¿Qué piensa una niña de 13 años de su aspecto físico? No sé las demás pero yo me sentía fea, feísima. Claro, no ayudaba el bullying...porque pasó algo. Yo vivía en Ciudad Bolívar que en esa época y ahora mismo es un pueblo. Todo el mundo se conocía, eran tres calles con diez perros callejeros echados en medio de la nada y a los ocho años, mi mamá me arranca de ese ambiente rural y nos mudamos a Puerto Ordaz, a una hora de la capital y una ciudad más pujante. Me inscribe en un colegio público, clase media baja y yo no encajé pero ni queriendo. Como mi nombre es indígena y mi aspecto era acorde con mi descendencia pemón, aquello fue insulto tras insulto en el salón de clases y en los recreos. Me tumbaban la comida, me ignoraban y claro, yo me refugié en los libros y era una de las primeras de mi clase, lo que incrementaba el odio. Era la época de los primeros novios a escondidas, de esos besos inocentes, pero todos los niños estaban obsesionados con una niña rubia, ojos azules, c

Sala de redacción (I)

El número no está grabado en mi teléfono, pero tengo al menos quince llamadas perdidas, una detrás de otra. Lo primero que pienso es que se murió un familiar o que en el periódico necesitan periodistas porque tumbaron al presidente y la noticia requiere de todo su personal. Pienso que debe ser algo muy arrecho, pero como voy manejando opto por mandar un mensaje y decir que me den señales de vida de la misma forma. Las respuestas que recibo del otro lado son más llamadas y más llamadas, hasta que decido estacionar a un lado de la autopista, colocar las luces intermitentes y llamar de vuelta. -¿Aló? -¡Buenas! Esteeee, ¿Maigualida? -Mawarí. Ya empezamos mal. No porque me moleste que digan mal mi nombre, no, no. Es porque sé que solo alguien desconocido, que no he tratado ni una sola vez o muy poco, no tiene ni idea de como pronunciarlo. Porque ese alguien que no conozco, que ni es del trabajo, ni de la casa, insistió tanto para ¿qué? -Maigualida, soy la señora Tirsa Castillo. Tú

Buenos amigos

Yo debo ser el ejemplo perfecto de lo que no debería ser o no se debería hacer, como quieran llamarlo. Tengo un olfato bien entrenado para buscar problemas y cuando estoy metida en el mismo foso que cavé, tiro una granada y vuela todo en pedazos. Trato de reírme de estas situaciones, vamos a ver si lo logro con ustedes. Créanme, vamos a intentar sacar alguna enseñanza de todo esto, porque como dice mi mamá. -Mawa, todos hemos metido la pata. -Si mamá, pero yo la afinco. Mafer es una amiga, confidente, una persona a prueba de mis desapariciones y me prodiga un cariño que muchas veces no merezco. No es porque crea que todo está perdido, no soy tan pesimista. Es por lo especial que es conmigo. -Mafer, necesito un consejo y un regaño pero puede ser primero el regaño. -¡Cuéntame! Si yo asumo una mea culpa, ella me llama apasionada, si le digo que soy un desastre, ella contesta que soy dedicada, si me someto a un ejercicio de darme latigazos, ella me detiene en seco. -Saca lo bue

El Padre

La religión y yo no nos llevamos bien. Mucho menos cuando perdí a una de mis mejores amigas, esa misma que hablaba del tamaño del paquete de los hombres, esa misma que contaba sus experiencias sexuales. Bueno, esa misma amiga, unos diez años después encontró la luz, el camino de la moral y en esa senda, una lesbiana solo era un estorbo. De buenas a primeras dejaba mensajes en las redes sociales que me apuntaban directamente. "¡Perdónalos señor! ¡No saben lo que hacen!" Si alguien comentaba que era necesario crear una ley de matrimonio para las personas del mismo sexo, ella salía con, "¡La ira caerá sobre ustedes!". ¿En que momento la Biblia se llevó a mi amiga y me devolvió una fanática? Insisto, la religión y yo no nos llevamos bien. No fui bautizada porque mis padres eran unos comunistas, ateos y pocos tolerantes a una sotana, pero me di cuenta que en momentos de tensión usaban la religión a su conveniencia. Por ejemplo, cuando me enfrenté a mi mamá con m

Fue mañana y no recuerdo

Nos imaginamos a futuro, en este pasado que somos las dos. Yo desempolvo la sonrisa que te debo hace un tiempo atrás, estiro la mano ansiosa de promesas perdidas y te digo con un tartamudeo sin compromisos. -Mañana soñaré contigo. Pero miento. Tú miras suspirando entre pecas, susurras un no, disimulas indiferencia y entonces, queda el olor. Lo nuestro era calor y sacrificio, lo nuestro es sustituir palabras, rebuscar sinónimos con el fin de tapar una verdad. -Mañana soñaré contigo. -No sé cuanto podré quererte. Somos dos almas atrapadas en este presente. Somos una búsqueda constante de aquellos detalles. -¿Te acuerdas de aquella vez? Silencio. No te quieres comprometer. -Si me mandas una foto picante no me molesto. Tenso la cuerda de tu paciencia y tú solo ríes. -Dime si me paso de la línea. -No existe una línea. Pero te pierdes una vez más, me dejas llena de preguntas ante tu silencio. Te olvido por unos minutos, regresas de repente como una fiebre. -Hablar contigo m

Irak

Mandábamos mensajes de lado y lado, como dos poseídas. No era necesario escucharnos, porque los gritos salían entre los caracteres. -¡Ni siquiera sé cómo definirte! ¡Me quitaste las palabras! -¿Por qué no lo escribes en un capítulo de tu blog? -No te preocupes, que no voy a escribir sobre ti. Y como yo cumplo mi palabra, nuestra historia se mencionará hasta aquí. Caigo en una depresión y este estado me obliga a buscar excusas para joderme la vida. Me encierro en mi casa, paso doble llave a la habitación y cuando alguno de mis amigos me obliga a salir, con fastidio acepto pero bajo condiciones. -Vamos a beber. -Mawa, es lunes. Vamos a tomarnos un café. -¡Qué aburrido! No quiero. Al final aceptan salir y a la quinta cerveza tienen la paciencia para escuchar mi monólogo. -Esta ciudad ha sido lo peor que me haya podido ocurrir. Aquí he encontrado mi felicidad en el trabajo, pero mis relaciones han sido un desastre. No entiendo que pasa. -¿No crees que seas tú? -¡También! Tampo