Tenía entre ceja y ceja conquistarla, tanto así que el pensar dar el primer paso no me avergonzaba. Yo, tan tímida y respetuosa con una mujer. Yo, que espero que den el primer movimiento pero uno muy evidente. No es suficiente que me echen un par de miradas cómplices, yo necesito que me agarren en una esquina y confiesen que les gusto. Porque fallar en el intento, a ciegas, es una situación que me provoca terror y en especial tropezar con el rechazo. Pero ella me gustaba mucho, tanto que conseguí su número y se lo lancé sin anestesia. Su primera reacción fueron unos mensajes cargados de pena y aturdimiento y dejamos la promesa en el aire para encontrarnos un día y tomar un par de cervezas. Yo soy muy mala para presionar, dejé que el tiempo y ella me buscara. Y así fue. Pero había algo en el ambiente que me daba señales sobre la situación, poco a poco nació la duda expresa de que a esta mujer le encantaban los halagos. Caí en su juego y le escribía sobre su sensuales labios, s