Me he enamorado tres veces y uno de esos amores de entrega total es para el periodismo impreso. Con permiso de las dos maravillosas personas con quienes compartí los mejores momentos, el periodismo ha sido el más intenso y el más ingrato. Todos me advirtieron antes de entrar en esta relación, que no me convenía, que no valía la pena. Pronosticaron que al año íbamos a romper porque el periodismo demanda mucho y da poco, y en una pareja los dos deben entregarse por igual. Pero alguien enamorado no escucha consejos. Me entregué con las condiciones impuestas de antemano: mi tiempo será solo para ti, mis energías las dedicaré a escribirte bonito, soñaré despierta para tratarte mejor. Desde el inicio, este idilio me puso en situaciones arriesgadas, en momentos de tensión que me inyectaban una dosis de adictiva adrenalina. Me puso cara a cara con mis miedos, me retó en mi paciencia y me dio cachetadas de humildad y sabiduría. Mientras más busco conocer el periodismo menos lo comprendo