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Las suegras (I)

Nadie está preparado para las catástrofes, podemos aprender la teoría pero jamás será igual a la práctica.
Nada se compara con estar en la zona de guerra, tomar el fusil y conocer a la suegra.
No hay momento más paralizante y terrorífico que ese, yo preferiría una tortura china, una huelga de hambre, tirarme al mar infectado de tiburones, que ver esa mirada de escrutinio, de asco mal disimulado, de preguntas inquietantes sobre tu pasado, presente y futuro, esa mirada de reconocer a la persona con la que tu hija se pierde en las noches.
Prefiero caminar sobre brasas ardientes mientras bailo una bachata.
Pero es inevitable, en algún momento llegará ese famoso día, si ustedes creen que es difícil, imaginen algo más, eres gay y vas a presentar a tu pareja como un amigo más, en mi caso una amiga.
Primero, los papás están vacunados contra las mentiras y conocen el mínimo gesto que haces, huelen el miedo desde el momento que dices, mira mamá está es...
Lo saben, lo presienten, pasaron el rango ese de sexto sentido y ya han desarrollado muchos más, desde que estás unido a ella por un cordón umbilical, te jodiste, ella sabe y sabe todo y más.
Así que la primera vez que me presentaron a una suegra con eso de, mi mejor amiga, me vieron de arriba a abajo y se dieron la vuelta.
Traté de aparentar normalidad, si es que eso se puede, pero mi miedo fue más que mis sonrisas. Conclusión: me odiaron, le dijeron a Sofía algo así como, NO me gusta tu amiguita, te dejas llevar mucho por ella.
Estuve en la zona de guerra, me atraparon los enemigos y me fusilaron,
Tuvo que pasar más de cuatro años para que me aceptaran, para que me llamaran hija, pero ojo, una hija más, pero jamás la novia de su Sofía.
Las madres tienen una estrategia muy buena para tomar el papel de locas, las que no saben nada.
Pasado el primer trago amargo, la próxima relación fue en igual medida más fácil y complicada.
-Me encantaría conocer a tu mamá.
-Y ella estaría feliz contigo, Mawa
-¿Cuando la conozco?
-Murió de cáncer hace tres años.
Hasta pena me dio, pero la que siguió a esa, que si estaba viva, me servía la cerveza con molestia mientras comentaba,
-Estoy orgullosa de mi hija, solo espero el momento en que se case y tenga hijos,
Yo tomaba un trago largo, me mordía la lengua y sonreía con la idea, improbable, pero idea al final.
Hasta ahora, hasta el momento en que me dije que de alguna manera ser lesbiana era una ventaja, que no pasaría por ese trago amor.
Pero mi novia, Bárbara salió con una propuesta inesperada.
-Tienes que conocer a tus suegros.
-¿Ah?
-Sí, les he hablado de ti.
-¿Cómo?
-Quiero que los conozcas.
-¿Qué?
-Mi mamá sabe que salgo contigo,
-¿Y que le dijiste?
-Que eres periodista, que trabajas en un periódico, que me llevo bien contigo, que vamos a viajar juntas y ellos te tienen que conocer.
Sudé, sudé tanto que el miedo me recorrió la piel como jamás había ocurrido.
-Pero tu mamá se ve con una personalidad fuerte...
-Si, pero te va a querer, ¿cómo no te va a querer si yo te quiero?
No, no, eso no pasa así, no, no, me pueden querer mucho, pero a las suegras, con las suegras uno tiene que estar con el fusil en la mano y el Manual de Carreño en la otra, no, no, ellas huelen el miedo.
Y yo estoy temblando.

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