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El closet

-Mawa, ya es definitivo...salí del closet.
Miré a mi amigo sin pestañear y traté de no decir ni una palabra.
Calculé que tenía encima unas doce cervezas, aprovechó la intimidad de este balcón y me tiró en cara lo que siempre había sospechado.
Su sexualidad era un tema que discutíamos entre sus amigos más íntimos mientras él estaba ausente, no le conocíamos novia, ni el mínimo interés por las mujeres.
Mis amigos me encomendaron la misión de preguntarle directa o indirectamente lo que le gustaba en la cama.
En pocas palabras, me lanzaron al vacío para realizar el trabajo sucio.
En los tres años de amistad dejé caer puntas o pequeños comentarios mal intencionados para probarlo y lograr sacar una confesión.
Pero mis intentos fallaban una y otra vez.
Mi amigo tiene una manera de esquivar el tema que asombraría a cualquier político, puede sin problemas, cambiar una conversación sobre citas románticas con chicas hasta llevar la charla  a un análisis sobre los elementos químicos más utilizados por los científicos.
Era un juego de quién le ponía el cascabel al gato y muchas veces me vi atrapada en mi propia trampa.
Nuestra duda fue mayor cuando nos presentó a un amigo.
Ya de por si la pinta del hombre pedía a gritos música de Madonna y Mónica Naranjo, hablaba y las plumas salían volando por todos lados, pero el amigo se empeñaba en dejar en claro que lo suyo eran las hembras.
-¡Ayer me cogí a tres y dos eran vírgenes!
Mi amigo era el unico que se reía de tal comentario porque los demás estábamos sorprendidos de esa vulgar demostración de falsedad.
No pude evitar meter la puya.
-¿Ah si? ¡Qué macho! Y con toda experiencia ¿qué le gusta a las mujeres en la cama?
-¡Bueno! ¡Tú sabes! A ellas le gustan que las pongan como una media, al derecho y al revés.
No quise seguir preguntando porque tenía la certeza que en algún momento iba a confundir el clítoris con las pestañas.
El hombre desapareció después de varias salidas y decidí ser directa con mi amigo y no dar más rodeos.
Lo hice en una fiesta mientras los dos servíamos un par de copas.
-Gabriel ¿a ti te gustan los hombres?
-¿Tu crees que soy marico?
-Solo pregunto.
De la nada, me pegó contra la pared y me estampó un beso violento y lleno de lengua.
Se detuvo con satisfacción.
-¿Y ahora? ¿Crees que soy gay?
-Marico, no vuelvas a hacer eso.
A partir de ese momento decidí tirar la toalla porque no quería imaginarme como iba a demostrar su heterosexualidad la próxima vez que preguntara.
Y ahora estaba aquí, escuchando sus palabras por segunda vez.
-Salí del closet....
-Gabriel, me alegro mucho. No sé que decir.
-Si Mawa, salí del closet. Ya no creo más en la religión.
-¿Qué?
-Sí, salí de este closet de ser católico y me declaro ateo.
-¿Me estás jodiendo?
-No; ¿por qué?
-La gente cuando dice que sale del closet, es porque es gay Gabriel.
-¿Vas a seguir con eso que soy gay?
-No, solo que la expresión...
-Si quieres te lo demuestro...
-No, no. Creo en ti.
-¿Te sigo contando como salí del closet...religioso?
-Será...
Y pensé para no perder la costumbre, que ese armario era más grande que el de Narnia.

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