Ir al contenido principal

La piedra (o tropezar una vez más)

Era una promesa que mantenía desde la universidad: jamás y nunca, me volvería a gustar una heterosexual.
Hice este pacto conmigo misma, en el momento que me di cuenta que lloraba y escribía cartas sin sentido a una compañera de clases que jamás supo lo que sentía y que tenía un novio, hijos, perrito y casa.
Bloquee mi mente, porque llegué a la conclusión que el daño no puede ser así de gratis.
Si conocía a una chica atractiva que llamaba mi atención y entendía que lo suyo eran los hombres, la eliminaba de mi mente.
En ese momento se convertía en un pana, un amigo más a quién podía escucharle sus problemas sin traspasar esa línea.
Todo era perfecto, hasta que conocí a Victoria.
Confieso que la primera vez que la vi me atrapó ese no sé qué de su manera de hablar, su carisma, su forma en que reía en total libertad.
Un par de conversaciones después era claro que lo suyo eran exclusivamente los hombres.
Así que apliqué la misma receta de siempre: nada de involucrarme en una causa perdida.
De un día a otro nos volvimos muy amigas, íbamos juntas a comprar ropa, a la peluquería, por supuesto que ella sabía que me gustaban las mujeres y en una que otra oportunidad me lanzaba miradas pícaras y algún que otro piropo.
Pero ese comportamiento lo conozco, a las mujeres les gusta sentirse deseadas, queridas y ¿qué mejor piropo que otra mujer guste de ellas?
Pero eso llegaba hasta allí.
Supe que Victoria me gustaba más de la cuenta cuando esperaba el momento para verla, compraba algo para ella y un día en especial cuando la invité a una reunión con otros amigos.
Se lo propuse así sin más, con una voz de falsa despreocupación.
Prometió escribirme si se animaba y a la hora me dijo que me esperaba en su casa.
Cuando recibí su respuesta, rompí las barreras y me dije que iba a intentar algo.
Llegamos a un sitio donde nos recibieron un montón de personas conocidas y desconocidas.
Victoria y yo nos sentamos junto a otro chico que apenas estábamos conociendo, pero que inmediatamente hizo conexión con ella.
Así que allí estaba yo, en medio de una conversación y un coqueteo extremadamente incómodo para mi, tratando de ocultar mi molestia.
Una hora después estábamos en la casa del chico, todo el grupo, bebiendo cualquier cosa que tuviera alcohol.
-Nena ¿y eso?
Dijo una amiga mientras servía otro trago.
Me señaló unos metros a mi derecha, a Victoria y al desconocido comiendose a besos, sin pena, delante de todos.
-¡Listo! ¡Nos vamos! Los que quieran se van conmigo, los que se quieran quedar bien por ellos.
-Nena, ¿estás molesta?
-¿Yo? ¡No!
-¡Si no te conociera tanto! ¿te gusta la chama?
-¡No!
-¡Claro!
Llevé a Victoria hasta su casa y de camino a la mía, juré que iba a ser indiferente con ella la próxima vez que la encontrara.
Por cosas del destino, nos vimos al día siguiente.
-¡Qué loco lo de anoche Mawa!
-Aja.
-La pasé bien.
-Me di cuenta.
-Tenemos que repetirlo.
-Ujum.
-¿Te pasa algo?
-No.
-Por cierto, ¡Qué linda estás hoy!
Jamás
Jamás...con una heterosexual.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El momento de la despedida o hasta aquí llega esta echadera de cuentos

Yo pensé que esto iba a ser muy fácil. Acaricié muchas veces la idea de llegar a este momento porque estaba loca por cerrar este ciclo que comenzó hace mucho tiempo. Prometí despedirme en la entrada 200 pero los tiempos se fueron alargando y me tocó, como muchos otros, salir de mi país. Al llegar a Lima dejé de lado el blog porque no tenía la paciencia, las ganas y la fuerza de voluntad para seguir empujando las historias. Emigrar me sumió en una especie de depresión pasiva (si esto de verdad existe) y me quitó por mucho tiempo las ganas de escribir, pero esos cuentos son para otro momento. Comencé a escribir por acá, si no me equivoco, en el año 2013.   Lo abrí tiempo después de llegar a Puerto Ordaz luego de vivir 13 años en Maracay, donde me fui a estudiar comunicación social. Llegué a Puerto Ordaz con el corazón roto porque había dejado al amor de mi vida en esa ciudad, con la promesa de regresar juntas muy pronto. Nunca ocurrió. El blog nació como una forma de sacar toda ...

Una señal del destino (y II)

 ¿Cómo es que sigue la canción de Fonsi? Este silencio esconde demasiadas palabras. Silencio. -¿Julia? ¿Mawa? ¡Abran la puerta! Le tapo la boca a Julia en un intento inocente de tratar, con esa acción, retroceder el tiempo y salir de este encierro en un baño público de un club campestre de Maracay.  A veces los problemas me buscan con gran saña sin yo haberles hecho nada.  Le señalo a Julia con mi dedo índice en mi boca que se calle, con la otra mano le tapo la boca pero ella empieza a lamerla. ¡COÑO, Coño, coño! -¿MAWARÍ? -Voy Voy. ¿A dónde voy? ¿Qué clase de respuesta es esa? Quizás, cuando me decida abrir la puerta, podría pensar en otra mejor, algo así como, "No es lo que estás pensando", pero lo descarto. Salir con un lugar común no es la mejor manera de solucionar este malentendido, porque básicamente todo esta situación está mal, muy mal.  Empiezo a mover el pasador de la puerta tan en cámara lenta, como si estuviera desactivando una bomba de tiempo a punto de...

La mujer barbuda del circo

 Me siento como la mujer barbuda del circo, como el bebé nacido con un rabo de cerdo en el libro Cien años de Soledad de García Márquez, como Julia Roberts en la película Mujer Bonita cuando va a comprar vestida de puta a un local de alta costura, y la vendedora la mira de arriba a abajo. Una freak, una rareza, una mujer fuera de lugar en medio de esta reunión con las máximas locutoras de Puerto Ordaz.  A pesar de ser las 5:00 de la tarde, un opresivo calor en el Centro Ítalo Venezolano de Guayana derrite rápidamente el hielo de mi bebida cara y terriblemente dulce, que decidí pedir solo por seguir la manada. La verdad, ahora mismo deseo una cerveza fría, un porro y una soga para ahorcarme, en ese orden. Estoy frente a la crema de la crema en la locución de la zona, debatiendo sobre un calendario a beneficio del cáncer de mama. La idea me pareció genial cuando llegó en forma de llamado telefónico.  Tengo un programa de radio en la mañana donde no gano nada de dinero, un ...